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La industria del videojuego español se enfrenta a su peor momento en años

Hace no tanto, decir que el sector del videojuego en España estaba en crecimiento era casi una obviedad. Las cifras de facturación no paraban de crecer y hasta los gigantes internacionales abrían oficinas aquí. Pero algo se ha roto. Y no es solo un pequeño bajón. Lo que estamos viendo parece más bien una sacudida de esas que cambian el mapa entero. Porque sí, el videojuego en España está atravesando su peor crisis en años, y lo más desconcertante es que todo esto está ocurriendo mientras más gente que nunca está jugando, ya no solo en consolas o PC, sino también en plataformas paralelas como los casinos digitales, donde juegos como el blackjack online han ganado fuerza entre quienes buscan experiencias interactivas sin complicaciones.

La crisis que nadie vio venir… o sí

Puede sonar contradictorio, incluso absurdo: las ventas de videojuegos están en máximos históricos, el número de jugadores sigue creciendo año tras año, pero detrás del telón, los estudios echan el cierre, los despidos se multiplican y las cuentas no cuadran. 

Buena parte de esta crisis tiene sus raíces en un crecimiento inflado por la pandemia. Durante el confinamiento, el consumo de videojuegos se disparó, y con él, las expectativas. Los inversores se lanzaron con entusiasmo a financiar proyectos, estudios medianos y pequeños crecieron por encima de sus posibilidades y se empezó a creer que ese ritmo se mantendría para siempre. Pero, al igual que ocurre con cualquier fiebre, el pico pasó. Y aunque el consumo no se desplomó, tampoco ha seguido creciendo al ritmo necesario para mantener semejante estructura.

Cataluña pasa de motor creativo a zona cero de la crisis

Cataluña, que hasta hace poco lideraba en número de estudios, creatividad e ingresos, se ha convertido en uno de los territorios más golpeados por este parón. Solo en los últimos meses, han cerrado empresas como Novarama o Smilegate, y estudios como King o SocialPoint han aplicado recortes importantes. Incluso Ubisoft, un peso pesado del sector, ha protagonizado la primera huelga laboral en la industria española, algo completamente inédito.

Mucho talento, poca protección

Una parte importante del problema tiene que ver con el propio ecosistema. En España, más de la mitad de los estudios tienen menos de diez empleados y una facturación que apenas supera los 200.000 euros. En ese contexto, una mala inversión o un par de meses sin ingresos pueden ser la diferencia entre seguir adelante o cerrar para siempre. Muchos equipos trabajan sin red, sin margen de maniobra, confiando en que el siguiente juego les saque a flote. Pero la competencia es brutal y la visibilidad cuesta dinero.

Y mientras los gigantes se disputan la atención de los jugadores con campañas millonarias, muchos usuarios están explorando nuevos tipos de plataformas de ocio digital, como las apps de casino, donde el 21+3 blackjack se presenta como una alternativa sencilla, entretenida y directa, sin necesidad de invertir decenas de horas para progresar. No es casualidad que estos espacios hayan multiplicado su presencia en redes sociales y marketing digital: saben que hay un público dispuesto a cambiar de formato si encuentra valor inmediato.

El videojuego español no está muriendo, pero sí está mutando. Lo que antes era una carrera acelerada hacia el éxito ahora es un camino lleno de obstáculos, donde sobrevivir requiere más cabeza fría que ilusión desbordada. Hay demanda, sí, pero está concentrada. Hay talento, sin duda, pero le faltan apoyos. Y sobre todo, hay muchas ganas, pero también muchas facturas que pagar.

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