Categorías: Economía

La Navidad caliente de Amazon y Starbucks: las huelgas les explotan en la cara

Las huelgas laborales ponen en jaque a las multinacionales mientras las cifras de desigualdad crecen.

En plena temporada navideña, cuando el consumo se dispara, las y los trabajadores de Amazon y Starbucks han lanzado un grito de indignación que resuena más allá de los pasillos de las tiendas y los centros de distribución. Ambas multinacionales enfrentan huelgas en Estados Unidos, lideradas por sindicatos que exigen algo tan básico como salarios dignos y condiciones laborales humanas.

El caso de Starbucks es revelador. Más de 500 establecimientos han sido afectados por paros convocados por Workers United, un sindicato que representa a 10.000 trabajadoras y trabajadores. Su principal demanda es un aumento salarial que permita a sus empleadas y empleados llegar a fin de mes. Con 16,5 dólares por hora como media, la propuesta de la cadena de cafeterías de subir solo 0,40 dólares es vista como una burla. “Esto equivale a una bebida de Starbucks a la semana”, ironiza el sindicato.

La respuesta de la empresa no ha hecho más que intensificar las tensiones. Argumentan que los aumentos exigidos, que oscilarían entre el 64% y el 77% en tres años, son “insostenibles”. Mientras tanto, el nuevo CEO, Brian Niccol, se enfrenta a un panorama financiero crítico: entre julio y septiembre de 2024, las ventas globales cayeron un 7%, con desplomes del 10% en Estados Unidos y del 14% en China.

En Amazon, la historia no es muy diferente. Representados por el sindicato Teamsters, cerca de 10.000 repartidoras y repartidores han exigido mejoras salariales aprovechando el pico de la campaña navideña. El portavoz sindical, Sean M. O’Brien, ha sido contundente: “Si su paquete no llega, culpe a la avaricia insaciable de Amazon”. La empresa, como era de esperar, minimiza las protestas, señalando que solo afectan a una fracción de sus 800.000 trabajadoras y trabajadores en Estados Unidos y calificándolas de “manifestaciones” más que huelgas reales.

HUELGAS GLOBALES: LA RESISTENCIA TRASPASA FRONTERAS

El descontento laboral no se limita a las fronteras estadounidenses. En Europa, gigantes como Volkswagen o LVMH también han enfrentado paros que exponen la hipocresía de un sistema empresarial que premia la avaricia mientras abandona a su plantilla.

Volkswagen, con su habitual retórica corporativa, anunció recientemente un acuerdo con el sindicato IG Metall para reducir su plantilla en 35.000 personas en Alemania antes de 2030 de forma “socialmente responsable”. Sin embargo, mientras las y los trabajadores asumen bajas incentivadas, las cúpulas directivas apenas ven mermados sus astronómicos bonus.

Por su parte, el gigante francés del lujo LVMH ha vivido una huelga histórica en Hennessy, donde sus trabajadoras y trabajadores rechazaron la decisión de la compañía de trasladar parte de la producción de coñac a China para evitar aranceles. Esta estrategia no solo representa una amenaza para el empleo local, sino que también pone de manifiesto un patrón global: las multinacionales priorizan los beneficios sobre las personas, independientemente de las consecuencias sociales.

LA NORMALIZACIÓN DE LA EXPLOTACIÓN

El aumento de las huelgas en 2024 es un síntoma de un problema estructural que atraviesa a las economías capitalistas. Boeing, otro ejemplo de este año, tuvo que detener la producción de aviones después de que 30.000 trabajadoras y trabajadores paralizaran sus plantas, dejando a la empresa con unas pérdidas de más de 7.000 millones de dólares.

La narrativa que intentan imponer estas empresas es clara: culpar a las y los trabajadores de la supuesta inviabilidad de sus demandas, mientras los beneficios se disparan y las desigualdades crecen. Amazon, Starbucks, LVMH, Volkswagen… todas estas multinacionales tienen algo en común: su modelo de negocio depende de explotar a sus plantillas al máximo para garantizar los dividendos de sus accionistas.

Pero la resistencia crece, y cada vez con más fuerza. Las huelgas navideñas, lejos de ser meros paréntesis, son un recordatorio de que las y los trabajadores no están dispuestos a seguir pagando el precio de un sistema que solo funciona para los de arriba.

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