La ONU conmemoró este viernes el 25 aniversario del genocidio contra los tutsis en Ruanda advirtiendo del riesgo de que se repitan tragedias de esa magnitud en otros lugares dado el auge de la xenofobia, el racismo y la intolerancia.
“Tenemos que mirar con atención al presente”, señaló el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, que avisó de las “peligrosas tendencias” que se aprecian en la actualidad, en especial de la “proliferación de los discursos de odio y de la incitación a la violencia”.
Guterres recordó que ambos fueron factores clave en la antesala del genocidio en Ruanda y recalcó que son una amenaza para los derechos humanos y la paz.
“La masacre en dos mezquitas de Nueva Zelanda hace unas semanas es sólo la última tragedia con raíces en ese veneno”, apuntó.
“Llamo a todos los líderes políticos, religiosos y civiles a rechazar los discursos de odio y discriminación y a trabajar para responder y mitigar las cuestiones de raíz que minan la cohesión social y crean condiciones para el odio y la intolerancia”, añadió.
Sobre Ruanda, Guterres destacó la recuperación de un país que hoy tiene “un papel ejemplar en la comunidad internacional” y cuya experiencia debe ser muy tenida en cuenta.
En la misma línea, la presidenta de la Asamblea General de la ONU, María Fernanda Espinosa, aseguró que “no hay mejor lección e inspiración que la resistencia de los ruandeses, que son un ejemplo para todos”.
A la ceremonia asistió también el presidente de Ruanda, Paul Kagame, quien destacó la unión que los ciudadanos han mostrado para reconstruir el país y la importancia de seguir recordando lo sucedido en los años noventa.
“Recordar también es un acto de prevención. Cuando el genocidio está latente, se esconde con negación y trivialización. La negación es una de las bases ideológicas del genocidio. Es esencial contrarrestar la negación para romper el ciclo y evitar cualquier recurrencia”, señaló.
La muerte del presidente Juvénal Habyarimana, al ser derribado el avión en el que viajaba el 6 de abril de 1994, agudizó las disputas étnicas entre hutus y tutsis y desencadenó casi 100 días de terror, que acabaron cuando en julio cuando el Frente Patriótico Ruandés (RPF), del actual presidente, se hizo con el control del país.
En las matanzas, que constituyen una de las peores catástrofes humanitarias de la historia, se calcula que murieron unas 800.000 personas, en su mayoría tutsis pero también hutus moderados.