Por Cynthia Duque Ordoñez

El dos de mayo nos retrotraemos al día que marcaría el funesto final del III Reich para alivio de toda Europa, aunque en España no tuvimos tal suerte pues sufrimos 40 años de dictadura fascista y la post-dictadura la cual “vivimos” a manos de aquellos que dejaron las Cortes Franquistas para formar un nuevo partido llamándolo “centro” y “liberal”. El resto del panorama político mientras tanto estaba perdido en los laureles, algunos vendiendo a la clase obrera y otros renunciando a empezar a ser un partido de clase directamente.

Aquel día los jóvenes soldados soviéticos entrarían en Berlín y acabarían con el Terror, la historia no les guardaría un lugar privilegiado en los libros pero ellos nos harían libres con su hazaña, como libres hicieron a los secuestrados en Auswitch una vez el Ejército Rojo los liberó.

¿Qué pensarían entonces en el clamor de la batalla? ¿Imaginarían lo que sus manos escribirían?

Lo más seguro es que tuvieran en mente el mismo objetivo que hoy las milicias chiíes tienen cuando liberan pueblos del terror “rebelde”: liberar a sus hermanos. Porque aunque nos separan menudencias culturales el pueblo soviético era asiático y europeo, de ahí su arrojo en la batalla y ahincó para derrotar a Hitler.

Mal intencionadamente se cuenta que Stalin decidiría emprender la guerra contra el nazismo una vez amenazaron a la URSS, algo totalmente falso ya que la URSS apoyó a los comunistas españoles para derrocar al franquismo, una de las mil y perversas caras del fascismo europeo, sin embargo algunos obvian lo evidente, como evidente fue el secuestro por parte de las SS de miles de comunistas y sindicalistas, que fueron torturados y encerrados en campos de concentración. El pueblo soviético, hermano de todos los pueblos comunistas no podía obviar tal hecho, tenían que actuar. Lo hicieron, dieron la sangre y su vida para luchar contra el nazismo emergente en Europa que amenazaba con dominar todas las naciones libres del continente. Pero se toparon con la misma némesis de Napoleón.

Es importante reivindicar el día de hoy, porque al igual que ayer (1945) el fascismo crece y avanza en Europa, una reacción nacionalista que destruye con su xenofobia todo signo humano de las sociedades modernas, debemos luchar para frenar a estos grupos que buscan sumirnos en el terror que nuestras abuelas y abuelos vivieron, con la flaqueza de que hoy, no como ayer, no contamos con el baluarte que como un ariete desquebraje aquellos que aprovechándose de la pobreza de la clase obrera, una vez más, producto del sistema capitalista, buscan construir un imperio a sangre y fuego sobre las tumbas de la solidaridad, la igualdad y la fraternidad.

A colación de este día presento la conferencia de economía que tuve el placer de presentar en mi facultad a tenor del amanecer xenófobo y la crisis geopolítica que vive Europa, motivada por aquellos viejos fantasmas que vuelven o que simplemente no se fueron nunca o del todo de algunos países dónde fueron bien camuflados.

La desglobalización y la crisis del capitalismo

El análisis sobre el fracaso del sistema económico partirá en primer lugar desde la globalización que se fue incrementando desde 1960 como se aprecia en los datos sobre exportaciones aportados por el Banco Central llegando al 30.8% del PBG en 2008.

El producto más demandado en las últimas décadas  son productos financieros derivados, son aquellos que permiten a los inversores aumentar artificialmente los precios de los alimentos básicos a través de la especulación sobre su oferta en un futuro.  Para añadir riesgo a la operación el 65% de los productos inscritos en 2015 se encontraban en seis bancos (cinco norteamericanos y uno alemán).

Las recesiones cíclicas  no se deben a causas fortuitas sino a deficiencias de un sistema económico que es incapaz de hacer sostenible la economía a largo plazo, si no pasa por la explotación hasta la extenuación de gran parte de la población mundial para el beneficio de unos pocos (como Malthus aseguraba). El sistema provoca crisis geopolíticas y conflictos armados en aquellos países en los que tiene intereses económicos debido a sus recursos minerales o agrícolas con los que busca “hacer caja” de manera que los utilice como minas o graneros mientras en Occidente desarrolla el sector terciario. Como fue el caso de la financiación de grupos “rebeldes” o muyahidines en Afganistán por Reagan con el fin de acabar con la Revolución Socialista Saur y así no solo controlar este país sino a todo su entorno. Igual pasó con la financiación de grupos “rebeldes” en Siria para derrocar al gobierno y construir un gaseoducto desde Arabia Saudí a Europa. Este último intento fracasado.

No nos encontramos en una fase de relevo del liderazgo mundial. Asistimos a la desintegración del bloque político de naciones capitalistas que se formó luego de la IIGM. El imperialismo occidental que operaba en Asia se ha visto paralizado por las alianzas entre Rusia y China, los cuales anexionan a su causa a países como India, Filipinas o Irán, llegando incluso en nuestros días a que un país como Turquía aspirante a formar parte de la EU se ve gracias a intereses egoístas a pedir ayudar y resguardo a la potencia euroasiática.  La integración de Eurasia beneficia enormemente a la economía china, ya que de ello depende el éxito de la Nueva Ruta de la Seda.

EE.UU ante la pérdida de posiciones dentro de la hegemonía mundial motivada por las crisis financieras que no remontan y sus nefastas campañas militares se repliegan  y acosa a los países iberoamericanos de su radio de actuación, desplazando a los gobiernos de Honduras, Paraguay, Brasil o Argentina y actualmente acorralando a Venezuela.

Críticas a la teoría keynesiana 

Durante los últimos años la economía real a través del endeudamiento de familias y Estados ha conseguido mantener a flote el sistema económico ante el derrumbe del sistema financiero de especulación, sin embargo esto se ha logrado por la entrada de 200 millones de obreros industriales chinos que permitió abastecer con bienes manufacturados baratos a los países occidentales y la desaparición de la URSS abre el territorio susceptible de ser capitalizado y explotado.

Los dos vértices de la teoría keynesiana son por un lado el ahorro que sería el acto de abstenerse de gastar el ingreso diario, y por otro la inversión consistente en la toma de decisiones para determinar la cantidad de producción disponible.

La producción siempre se distribuye en los ingresos, esto es, en sueldos y beneficios, que se utilizan para el consumo y la inversión. Las inversiones se utilizan para aumentar la producción y, por tanto, garantizar el crecimiento económico, sin embargo, el esquema se corrompe con el acaparamiento o la especulación, debido a que la producción está a cargo de los capitalistas cuyos objetivos son aumentar sus beneficios y la acumulación para ganar más en el futuro.

El Estado tampoco recibe vía impuestos en un mundo agresivo de paraísos fiscales y gobiernos liberales al servicio del empresario lo que debería para hacer sostenible un sistema universal de garantías sociales de manera que los desequilibrio crecen exponencialmente y acaban repercutiendo en inversiones empresariales en los mercados financieros que sobre papel aportan grandes rentabilidades en poco tiempo. En un sistema económico capitalista es enormemente difícil por no decir imposible perseguir tanto la evasión como la elusión fiscal de las grandes empresas que tienen los recursos suficientes para establecer una madeja opaca que impida vislumbrar que hay detrás de esa estructura financiera. Además, el Estado al no controlar los medios de producción no presiona a dichas empresas que son las que acabaran dirigiendo y gestionando el país.

Por lo tanto, los gerentes de los negocios obtendrán una mayor parte de los ingresos, frente a la parte que reciben los trabajadores asalariados. Ahí existe una lucha entre las clases sociales. No siempre lograrán sus fines, pero ese es su objetivo. Maximizar beneficios reduciendo costes. De igual manera, al obtener un mayor beneficio tenderán a aumentar la proporción que dedican a la inversión, porque ésta es  la manera de hacer crecer y convertir a su empresa en un gigante, y si no lo hacen por iniciativa propia, la competencia les obligará a ello para no acabar engullidos por el sistema.

La capacidad de aumentar la cantidad destinada a inversión genera una disminución de los medios dedicados al consumo en dos etapas: disminuyendo los sueldos que se utilizan para el consumo y mediante la reducción de las cantidades del consumo por parte de los capitalistas. Todos los medios destinados al consumo están constreñidos, mientras que las capacidades de producción están en constante aumento, como resultado obtenemos una crisis sobreproducción.

Cuando eclosionan estas burbujas a corto plazo se toman medidas de política monetaria como aumentando el crédito, creando dinero  a través de una emitiendo deuda: pone en el mercado dinero que no existía previamente. Por tanto, si tenemos una producción constante y se pone más dinero en circulación, se genera un aumento significativo en los precios, es decir: aumenta la inflación. Actualmente la mayoría de Estados están endeudados por encima de su PIB anual de manera que no solo están en manos de otros países sino que están controlados por multinacionales. Es decir, ni vivimos en democracia ni en nuestra la soberanía sobre él.

Es interesante ver cómo este directivo entiende el concepto macroeconómico de sobreproducción como un desafío individual para producir más y más. Estamos en el corazón de la justificación de la anarquía capitalista: la producción sólo se justifica por la búsqueda individual de los beneficios, sin importan las consecuencias sociales, como el exceso de capacidad y las recesiones que pueden causar o la pérdida de empleo que puede generar. Esto es lo que no puede ser controlado, regulado, sometido y por eso las crisis son inevitables y aparecen periódicamente en el capitalismo.

¿Podemos influir en las dos tendencias naturales del capitalismo? ¿Se puede regular el capitalismo para evitar que nos acabe devorando?

La primera tendencia se relaciona con la lucha de clases. En el capitalismo los administradores tienen más medios, incluido el aparato del Estado (gobierno, justicia, policías, ejército, etc.), para lograr sus objetivos. Por otro lado, es extremadamente difícil, por no decir imposible, conseguir una regulación de la segunda tendencia, es decir la tendencia a aumentar constantemente la inversión y, por tanto, las fuerzas productivas, en un grado superior a lo que la gente poder comprar.

Algunos dirán que el inversor aprenderá de sus errores, sin embargo las burbujas financieras siempre vuelven, ya que momentáneamente se retrae de invertir pero no por las consecuencias desastrosas en su economía o por las hambrunas que sus decisiones en el mercado de derivados generan en el Cuerno de África, lo hará asustado por su pérdida de capital, pero en el momento en el que de nuevo vea un expectativa halagüeña volverá a tomarla y a generar crisis financieras endémicas del sistema económico.

Reacción nacionalista

La fuerza que hayan cobrado las tendencias nacionalistas en Europa, así como el Brexit y la victoria de Trump, obedece al fracaso de las tentativas de reactivación económica, principalmente de Estados Unidos y la UE, por medio de los rescates bancarios.

Son la expresión del agotamiento de una etapa política. El rescate norteamericano, no ha recuperado la tasa de crecimiento potencial del PBI, o sea ni la tasa de crecimiento de la productividad, ni de la inversión, y mucho menos aún de los salarios (la demanda de consumo final). La economía norteamericana registra un enorme crecimiento de la deuda nacional (estado federal, estados y municipios, bancos y empresas, familias). Es una economía potencialmente en quiebra, que se sostiene por la capacidad de emisión de la principal divisa internacional. Por otra lado, la ‘piedra preciosa’ de la ‘globalización’ – la City de Londres – enfrentaba, al momento del Brexit, un déficit internacional de pagos de casi un billón de dólares, así como una sobrevaloración de la libra y un colapso industrial (por ejemplo, la siderúrgica Tata).

La reacción nacionalista no tiene un carácter uniforme, es ofensiva en Estados Unidos y defensiva en la Unión Europea, y aún más en los casos de los estados periféricos. Lo que tienen en común es su condición de reacción política preventiva frente a las manifestaciones de la crisis política. Las condiciones de existencia de las masas se han deteriorado fuertemente en el curso de la crisis. La crisis mundial ha acentuado el antagonismo de las masas con los gobiernos habituales, en el marco del sistema democrático. La base social de esta reacción nacionalista (nacionalismo reaccionario) es, por el momento, débil. En Europa del Este y Rusia, donde parecería más asentada, ha provocado movilizaciones de rechazo de diferente envergadura. Enfrenta la oposición de sectores de la burguesía fuertemente vinculados a las inversiones internacionales o a la tercerización internacional de su producción.

Proteccionismo: los medios y los fines. 

Mientras que el nacionalismo europeo plantea una defensa de los mercados nacionales o incluso de la zona euro, la ‘guerra comercial’ que impulsa Trump tiene por finalidad imponer la apertura de los mercados extranjeros al capital norteamericano, en especial en el caso de China. El imperialismo reclama la privatización o desmantelamiento de las empresas estatales de China, así como la apertura al capital extranjero de las Bolsas y de la negociación de la deuda pública.

China procura salir de la crisis de sobreproducción industrializando las materias prima insignia de sus exportaciones (acero y aluminio) lo que se conoce como aumentar la escala de valor. Tomando importancia en la industria de los semiconductores y chips, base de la tecnología moderna. Por esta razón Estados Unidos bloquea la adquisición de empresas tecnológicas con las cuales China pretende abreviar el tiempo de gestación de esta industria. Más que una tentativa de proteccionismo aduanero convencional, Trump representa la declaración de guerra contra el proteccionismo industrial y financiero de China que si bien lo la inició su mandato si vemos un claro repunte en él.

La ofensiva contra China no puede darse de forma conjunta entre EE.UU y Europa en base a su rivalidad entre países capitalistas, de ahí que EE.UU apueste por mejorar sus relaciones con Gran Bretaña tras el Brexit. Para desgracia de EE.UU la potencia asiática tiene en su poder la mayor parte de la deuda estadounidense que circula en el mercado, es su principal acreedor.

La solución real a la recesión actual sólo podrá hallarse si el sistema desaparece y es sustituido por una sociedad basada en la igualdad y la solidaridad, si la economía de esta sociedad está dirigida por un Estado que defienda los intereses de la mayoría de la gente, de quienes trabajan, a partir de una planificación relativamente centralizada. En otras palabras: el socialismo. Si este no es el camino hacia el que se dirige la humanidad, los resultados serán medidas tintas y soluciones que pueden mejorar temporalmente las consecuencias más trágicas de la recesión, pero que corren el riesgo de poner mayores dificultades. Es lo que sucede hoy en día: las políticas de competitividad que, posiblemente, permitirán que algunas  personas que las sigan puedan mejorar, pero a costa de los demás, lo que sólo puede aumentar las tensiones, contradicciones y, por tanto, las posibilidades  de conflictos.

 

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