Mario del Rosal
Profesor de Crítica de la economía política
Hace pocos días se dieron a conocer los llamados premios “Nobel” de Economía. En esta ocasión, han sido tres los economistas galardonados: Abhijit Banerjee, Esther Duflo y Michael Kremer. Según la organización, “por su enfoque experimental para aliviar la pobreza global”.
En esta breve nota querría destacar dos cuestiones simples acerca de estos premios: el error de considerarlos Nobel y su marcadísimo carácter ideológico.
En primer lugar, estos famosos premios “Nobel” de economía no se llaman así oficialmente porque no son premios concedidos por la Fundación Nobel, como el resto de galardones con ese nombre. Su verdadera denominación es “Premio de Ciencias Económicas del Banco Central de Suecia en memoria de Alfred Nobel” (Sveriges Riksbanks pris i ekonomisk vetenskap till Alfred Nobels minne). De hecho, fueron creados en 1968 para celebrar el 300º aniversario de la fundación de este Banco Central. Y, por supuesto, son financiados por esta institución.
Pero esta cuestión queda en un segundo plano ante lo más importante: el evidente sesgo ideológico de este premio. Como afirma, por ejemplo, Vicenç Navarro, los economistas galardonados siempre son quienes desarrollan y defienden teorías que “reproducen la ideología dominante próxima al capital”. Y es que, “en realidad los premios Nobel de economía son premios políticos en su mayoría, presentados como premios científicos”.
Es por esta razón que a nadie debería sorprender la abrumadora abundancia de autores ortodoxos en la nómina de afortunados. No sólo dominan los neoclásicos, sino también los monetaristas, los austriacos o los neokeynesianos. Y entre todos ellos, descuellan los representantes de la llamada Escuela de Chicago, entre los que se cuentan nada menos que trece premiados, más que los de ninguna otra universidad del mundo.
Dos ejemplos son especialmente significativos: Hayek y Friedman. Friedrich von Hayek, distinguido con este galardón en 1974, fue discípulo de Mises y Wieser, gran referente de la Escuela Austriaca, autor de Camino de servidumbre y furibundo enemigo del socialismo. El premio se le concedió a medias con el economista sueco Gunnar Myrdal, uno de los muy pocos economistas distinguidos con este galardón próximos a la izquierda socialdemócrata, quien diría en su momento que estos premios deberían ser abolidos, puesto que estaban siendo concedidos a “reaccionarios” como el propio Hayek.
Por su parte, Milton Friedman, que lo obtuvo en 1976, es conocido por ser el gran pope de la segunda generación de los Chicago boys y máximo representante del monetarismo, una variante del neoclasicismo que pretendía (sin éxito alguno) controlar la inflación a través de la gestión de la oferta monetaria. Sus continuos ataques al keynesianismo y su papel como asesor de las políticas de Thatcher, Reagan y compañía, así como su apoyo a las políticas neoliberales de Pinochet, lo convirtieron en el referente más conocido de la reacción conservadora de los años setenta y ochenta. Su invento más conocido es, probablemente, la famosa NAIRU, una especie de tasa de desempleo natural con la que trataba de justificar los ataques directos contra el salarios y la tolerancia de los gobiernos liberales ante el creciente desempleo.
Además de Hayek y Friedman, encontramos a otros muchos premiados procedentes de Chicago y con clara tendencia ultraliberal (aunque esto sea un pleonasmo). Entre ellos, George Stigler (alma gemela de Friedman), Ronald Coase (famoso por su teorema sobre los costes de transacción en las empresas), Gary Becker (gran divulgador del concepto de capital humano, tan útil para responsabilizar al trabajador individual de no tener un buen empleo o un salario digno), Robert Lucas (de quien se conoce bien la teoría de las expectativas racionales), Eugene Fama (autor de la hipótesis de la eficiencia de los mercados), etc, etc.
Estos premios son también polémicos por haber sido muchas veces concedidos a matemáticos y económetras cuyo mérito fundamental no ha consistido más que en formalizar teorías económicas ideadas por otros. Entre estos casos, destaca el de John Nash, enfermo mental beatíficamente tratado en la película Una mente maravillosa y enormemente controvertido por su no tan maravilloso antisemitismo.
A este sesgo ideológico se añade un carácter insólitamente machista que supera, con creces, el de todos los premios Nobel (que ya es marcado de por sí). En el caso del de Economía, en una lista total de 84 individuos premiados, solamente encontramos dos mujeres: Elinor Ostrom (2009) y Esther Duflo (2019). Esto es: un 2,4% del total de galardonados. En todas las demás categorías (Paz, Literatura, Física, Medicina, etc), el porcentaje conjunto de mujeres premiadas es del 6% (52 sobre 866). La discriminación es notoria en todos los casos, pero resulta indignante en el caso del premio de Economía.
Por último, es también significativa la abrumadora tendencia de este premio a favorecer a economistas estadounidenses y a ignorar, casi sistemáticamente, a autores de países periféricos. De los 84 ganadores, 47 son de Estados Unidos, es decir, el 56% del total. Y esta tendencia ha llegado en la actualidad a un punto surrealista, ya que, desde el año 2000, de los 30 premiados que se contabilizan, nada menos que 25 tenían esta nacionalidad; o sea, un 83% del total.
Por supuesto, este premio ha excluido y sigue excluyendo sistemáticamente a todo tipo de economistas de tendencias heterodoxas o críticas, como puedan ser marxistas, radicales, institucionalistas, poskeynesianos, etc. De ahí que sea posible construir una lista tan larga como impresionante de autores que jamás han sido ni serán “honrados” con esta distinción, como pueden ser (por orden alfabético y sin ningún ánimo de exhaustividad) Samir Amin, Samuel Bowles, Ha-Joon Chang, Suzanne de Brunhoff, Maurice Dobb, Theotonio dos Santos, Gérard Duménil, Arghiri Emmanuel, Duncan K. Foley, John Bellamy Foster, Nicholas Georgescu-Roegen, John K. Galbraith, André Gunder Frank, David Harvey, Michael Hudson, Michel Husson, Michał Kalecki, Andrew Kliman, Angus Maddison, Ernest Mandel, Paul Mattick, Hyman Minsky, Fred Moseley, Raúl Prébisch, Michael Roberts, Joan Robinson, Alfredo Saad-Filho, Piero Sraffa, Anwar Shaikh, Paul Sweezy, etc, etc, etc.
Tanto las escuelas de pensamiento económico como el género y la nacionalidad favoritas de estos premios “Nobel” muestran con total claridad que no se trata de ningún galardón de carácter científico, sino de una simple herramienta de propaganda ideológica. Una herramienta que supone la punta de lanza de todo un conglomerado de universidades, revistas, editoriales, think tanks y todo tipo de organismos que, con el beneplácito y la generosa financiación del capital, han convertido la economía en una nueva escolástica donde, para sobrevivir, hay que pasar por el aro de una inquisición pseudocientífica que ni siquiera se molesta ya en disimular su carácter dogmático y reaccionario.
Ojalá algún día podamos recuperar el carácter plural, abierto y científico de un disciplina que, cada vez más clara y dramáticamente, determina el destino de nuestras vidas.