Ana García de la Torre
Secretaria Confederal de Salud Laboral y Medioambiente de UGT
Poco a poco la sociedad va interiorizando la separación de residuos en los hogares. Cada vez más familias tenemos en casa los diferentes contenedores y realizamos la tarea de clasificar los residuos que generamos, a la que vez somos conscientes de la importancia de este gesto, que es el inicio del proceso de recuperación y reciclaje de los materiales. Aunque separar en casa no es suficiente, debemos tener la misma mentalidad en los puestos de trabajo.
Desde la Unión General de Trabajadores estamos comprometidos con la protección del medio ambiente, la gestión de residuos es una de nuestras prioridades. En este sentido, abogamos por la prevención y las buenas prácticas dentro de los centros de trabajo en relación con la reducción en la generación, la reutilización, la recogida selectiva y el reciclaje de los residuos.
Por ello, recientemente hemos vuelto a firmar el convenio de colaboración con Ecoembes para proporcionar información y concienciar a la sociedad y, en particular, a las trabajadoras y trabajadores sobre la importancia de reciclar los residuos de envases, así como prevenir los impactos ambientales en todo el ciclo de vida de los mismos. Gracias a este convenio impulsamos una campaña de Centros de Trabajo Sostenible (CTS) para promover un consumo responsable y sostenible, así como la correcta separación de los residuos de envases tanto en los centros de trabajo y los hogares.
Esta campaña consiste en realizar talleres de formación a trabajadoras y trabajadores en diferentes Comunidades Autónomas, así como facilitar un enlace web en el que cualquier empresa puede solicitar un diagnóstico. Una vez solicitado, se analiza la situación de la empresa, detectando el número de papeleras necesarias y facilitando además, material de sensibilización.
El objetivo final es trasladar esa conciencia que tenemos de separar en nuestros hogares a los lugares de trabajo. Pero tenemos que ir más allá. Es necesario hacer del consumo responsable y de la reducción en la generación de residuos, su correcta separación y el reciclaje una nueva forma de vida, interiorizando estas acciones en todos los ámbitos de nuestro día a día.
Una grave problemática que se sucede verano tras verano y que demuestra que aún falta mucha sensibilización y concienciación al respecto, son las colillas que acaban tiradas en las playas.
En España se consumen cerca de 90 millones de cigarrillos al día, lo que representa más de 32.800 millones de filtros al año, un residuo que tarda entre 7 y 12 años en degradarse (hay estudios que afirman que incluso 25 años) y del que un 15% termina en nuestras playas.
Esto conlleva que, de toda la basura que acaba en los mares y océanos, este residuo sea el más común, superando incluso a los plásticos.
La mayoría de los filtros de las colillas están hechos de acetato de celulosa, un tipo de plástico que se funde a altas temperaturas para poder moldearlo, y pueden contener sustancias tóxicas como hidrocarburos aromáticos, nicotina, arsénico, cadmio y otros metales pesados. Cuando estas sustancias entran en contacto con el agua, se liberan en el medio, teniendo efectos catastróficos en la naturaleza.
De este modo, la calidad del agua se ve amenazada, lo que afecta a muchas especies marinas como moluscos, peces, reptiles y aves, que pueden resultar envenenados por la bioacumulación de las diferentes sustancias tóxicas o al ingerir directamente las colillas. Y, siguiendo la cadena trófica, esta contaminación termina afectando a la salud humana, al estar presente en los seres vivos de los que nos alimentamos.
Además, este problema tiene un importante impacto económico porque su recogida supone un elevado coste que supone. Al ser un residuo de pequeño tamaño y que en las playas se encuentra mezclado con la arena, la tarea de extracción resulta especialmente complicada. Por ello, los actuales sistemas y equipos de limpieza, ya sea de manera manual o a través de máquinas que filtran la arena, no consiguen eliminar todas las colillas.
Pero las colillas no son solo peligrosas para el medio ambiente por su toxicidad, también pueden ser detonantes de incendios forestales. Colillas lanzadas por la ventanilla de un coche o abandonadas en el monte provocan cada año multitud de incendios y conatos de incendios en nuestro país. Actos que, sumados a los impactos que provoca el cambio climático en los ecosistemas forestales, tienen un potencial de peligro aún mayor.
Debido a la gran problemática ambiental que generan es necesario buscar alternativas menos contaminantes. Hay que analizar posibles soluciones que vayan encaminadas a reducir los componentes tóxicos de las colillas y a sustituir los actuales filtros de acetato de celulosa por otros que sean biodegradables. También es necesario fomentar su recogida y reciclaje, promoviendo su depósito en lugares especialmente indicados para ello o el uso de ceniceros portátiles.
Pero lo verdaderamente fundamental es educar, concienciar y sensibilizar a la sociedad. Hay muchas personas que no se han parado a pensar en la gravedad y los efectos de un gesto tan habitual, a la vez que incívico, como tirar una colilla en la playa o en el suelo.
Se necesita una campaña mediática, acompañada de medidas legales y de compromiso político similar a la que se ha realizado con los plásticos. Estamos concienciados de que tenemos que cambiar nuestros hábitos de consumo para poder reducir la contaminación de los plásticos, especialmente el de un solo uso, que supone el 50% de los plásticos que consumimos. Cada año 8 millones de toneladas de plástico acaban en los océanos, destruyendo los ecosistemas naturales y amenazando la vida de las especies marinas.
Pero junto a este gran problema, está el de las colillas, primera fuente de basura mundial y el residuo más común encontrado en los océanos. Una amenaza desconocida e infravalorada en la que hay que poner el foco, porque lo que no se conoce no se previene.