Nuria Menéndez de Llano-Rodríguez
Abogada y directora del Observatorio Justicia y Defensa Animal
Investigadora predoctoral sobre el Estatuto Jurídico de los Animales (UAB)
Associate Fellow Oxford Centre for Animal Ethics
El pasado mes de septiembre, en el St. Edmund´s College, de la Universidad de Cambridge, tuvo lugar la primera Conferencia Europea de Derecho Animal. Organizada por el Centre for Animal Rights Law de esta prestigiosa universidad, la conferencia reunió, por espacio de dos días, a académicos y juristas expertos en Derecho Animal de diversos países como España, Bélgica, Suiza, Reino Unido, Holanda, Finlandia, Irlanda, Estados Unidos, Polonia o Irlanda.
Los ponentes presentaron temas muy interesantes en el ámbito teórico-académico, y también práctico, del Derecho Animal. Entre algunos de los asuntos tratados, cabe destacar los siguientes: el reconocimiento de derechos fundamentales básicos para los animales no humanos; los procedimientos de habeas corpus para defender a animales no humanos; las mejoras y reformas legales llevadas a cabo en diversos países, o la personalidad jurídica de los animales y su alcance en los sistemas legales actuales.
Personalmente, tuve el honor de ser una de los quince ponentes invitados a exponer temas de interés en esta conferencia. En mi caso, en mi disertación traté una cuestión que, desde una perspectiva ética, social, política y jurídica, conforma uno de los principales problemas que España padece sobre el trato que se da a los animales no humanos: los festejos populares crueles con los animales.
Con independencia de que en el futuro mi ponencia sea objeto de una publicación académica, más extensa y detallada, esta me parece una buena ocasión para adelantar, en el presente artículo, algunas de las principales tesis abordadas en mi exposición.
En primer lugar, y partiendo de los antecedentes, se explicó cómo, a lo largo de la Historia, el ser humano ha sentido un gran deleite al contemplar espectáculos crueles: desde las conocidas luchas de gladiadores de los circos romanos hasta las quemas de herejes o las ejecuciones públicas. De hecho, gran parte de nuestro pasado común está vinculado, en toda Europa, a la concentración de grandes masas para asistir a espectáculos violentos con los seres humanos, y también con los animales. Así, y durante muchos siglos, en el Viejo Continente fueron muy populares las peleas de osos contra perros, de toros contra perros, de gallos, etc.
Con el desarrollo ético y social, así como con la paulatina implantación de la Ilustración, estas bárbaras costumbres se fueron abandonando en toda Europa. Sin embargo, en nuestro país, lejos de progresar y abandonar el gusto grosero y violento por estos espectáculos, ha habido mucho interés en perpetuarlos hasta nuestros días.
Cabe preguntarnos, entonces, cuáles son las causas que han sostenido el mantenimiento de la violencia festiva hacia los animales en nuestro país. Adelanto que la cuestión es sumamente compleja y multifactorial.
En lo que se refiere a los festejos crueles con animales, la realidad no puede ser más lamentable en nuestro país. De norte a sur, y especialmente cada verano, las fiestas patronales tiñen de crueldad y barbarie nuestra geografía. Patos, cerdos, burros, caballos, ratas y toros, sobre todo toros, son las principales víctimas de estos sanguinarios divertimentos patrios.
La primera cuestión que debemos tener en consideración es que, a diferencia de la mayoría de los países europeos, la Ilustración tuvo muy poca influencia en nuestro país. Eso sí, los grandes ilustrados que tuvimos, como el padre Feijoo o Jovellanos, se opusieron abiertamente a la crueldad animal y a la tauromaquia. De igual modo, durante los reinados de Carlos III y Carlos IV, los festejos taurinos fueron prohibidos.
En segundo lugar, otro aspecto que debe reseñarse es que, más recientemente, nuestro país estuvo aislado sociopolíticamente durante 40 años por una dictadura militar que apoyó abiertamente la tauromaquia y que quiso imponerla —y de hecho la impuso— como una seña de identidad nacional.
En tercer lugar, y al contrario que en otros países, cabe señalar que en España la mayor parte de los monarcas, especialmente los más recientes, han sido y son aficionados taurinos que, saltándose el deber de neutralidad institucional a la torera —nunca mejor dicho—, se pasean más por los ruedos y los cosos que por las bibliotecas.
En cuarto lugar, también hay que destacar que la mayoría de estos festejos populares crueles con animales se llevan a cabo en el seno de fiestas patronales, para honrar a santos o a vírgenes, sin embargo, la Iglesia Católica española, no se ha opuesto a ellos y, tolera su celebración cómplice sin un ápice de crítica o compasión.
En quinto lugar, otro aspecto muy grave —consecuencia directa de todo lo anterior y que también debe ser tenido en cuenta en este análisis— es que el hecho de que los festejos crueles con animales sean tan variados y numerosos en nuestro país ha generado una normalización de la violencia y de la cosificación hacia los animales que será muy difícil de revertir. No olvidemos que la cosificación de los animales en nuestro país no es sólo una realidad fáctica sino que sigue siendo también una realidad jurídica que se espera sea reformada en la próxima legislatura, tal y como estamos solicitando desde 2015 en el Observatorio Justicia y Defensa Animal, cuya campaña #AnimalesNOsonCosas cuenta con el respaldo de más de 400.000 firmas y que, en la inacaba tramitación parlamentaria, contó con el apoyo unánime del pleno del Congreso de los Diputados.
En sexto lugar se plantea la necesidad de sopesar que el nuestro es un Estado territorialmente complejo. Y a esa complejidad político-territorial se le añade la jurídica. Así, y en relación con los festejos populares, en nuestro país son de aplicación un total de 17 leyes de protección animal autonómicas, a las que hay que sumar la legislación nacional y autonómica sobre espectáculos públicos y actividades recreativas, así como la legislación sobre seguridad ciudadana. Este solapamiento de materias, unido al reparto competencial existente entre el Estado y las Comunidades autónomas en asuntos relacionados con los festejos populares con animales, hacen que la aplicación de la legislación vigente no resulte tarea sencilla. Además, a esta dificultad se debe añadir el hecho de que en España aún no se estudia en las Facultades de Derecho el Derecho Animal, y las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado no reciben, salvo honrosas excepciones, formación jurídica en esta materia, a pesar de que están legalmente compelidas a hacerla cumplir. Afortunadamente, en la Universidad Autónoma de Barcelona se imparte un máster propio, pionero en Derecho Animal y Sociedad, que está permitiendo a muchos profesionales obtener una completa formación en la materia.
En último lugar, otro de los factores determinantes en la penosa situación que sufre nuestro país, que tanto nos abochorna y que internacionalmente nos señala como nación bárbara por la forma en que tratamos a los animales, es que, en muchos municipios y provincias españolas, se siguen aplicando las políticas del pan y toros, término que se utiliza, como versión española del Panem et circenses, para hacer alusión a la estrategia política caciquil consistente en abotargar al pueblo con entretenimientos brutales y violentos para distraerlo de los asuntos políticos y económicos más relevantes.
Parece que, en la próxima legislatura, nuestros representantes públicos tendrán que ponerse las pilas para dar una vuelta política y jurídica a esta vergonzosa situación a la que nos han abocado, y así podamos poner fin, de una vez por todas y sin complejos, a la violencia festiva que asola nuestro país año tras año. No hay tiempo que perder. Merecemos ser una nación culta y empática también con los demás animales. El mensaje ha de ser claro: dejen de usar el dinero público, nuestro dinero, para sostener esas “fiestas” de tortura y maltrato animal. Dejen de hacerlo cuanto antes. La mayor parte de la sociedad española no soporta ni quiere mantener más violencia y crueldad festiva. Existen alternativas éticas al ocio lúdico y festivo que no impliquen el uso de animales. Sentémonos a trabajar y a buscar consensos. Escuchen a la sociedad civil.