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Las personas con diversidad funcional merecen una vida digna

A veces, parece que ser persona no es suficiente. El dolor que causa un rechazo constante sólo lo conocen aquellos que lo sufren a diario, así como sus familias en la mayoría de ocasiones. Hablo, en este caso, de quienes han de lidiar una discriminación permanente: miradas, risas, mofas continuas, bullying y un sinfín de atropellos contra los que luchan por, tan sólo, tener capacidades diferentes frente a un mundo y una sociedad incapacitante.

Las barreras que no se deciden quitar para incluir a, repito, personas en la sociedad que les permita tener un correcto desarrollo como individuos están ahí por la misma inacción que en muchas ocasiones se juega con la permisividad para la discriminación de otros colectivos. Las personas con diversidad funcional son invisibilizadas continuamente y la inclusión, así como las leyes que las apoyan y promueven, son escasas e incluso inexistentes en muchos casos. La forma que tiene la sociedad de entender el marco en el que se desarrollan estas personas es el problema que, en este caso, se plantea. Si bien es cierto, ha sufrido una evolución considerable, especialmente cuando hablamos de países Occidentales, pero todavía está lejos de respetar sus derechos. De hecho, que el nivel de renta sea lo que en mayor medida determina tu calidad de vida y no los servicios públicos estatales es un indicador de la situación a la que miles de familias se ven obligadas a hacer frente.

Las estadísticas ponen de manifiesto la necesidad de un sistema capaz de cubrir las necesidades básicas

En España, según el INE y la última encuesta realizada, hay 85,5 personas por cada 1.000 habitantes con alguna diversidad funcional donde la mayoría se sitúan en la cúspide de la pirámide de población puesto que la edad es también un factor determinante. Asimismo, encontramos también que el género es un factor clave y la gran mayoría de las personas con alguna diversidad funcional son mujeres.

Las limitaciones de las que aquí hablamos y que tanto se imponen en el día a día de las personas que padecen los resultados de unas políticas y una falta de voluntad que en numerosas ocasione impide una vida digna, son, principalmente, de movilidad. Con la crisis del 2008 veíamos también como los derechos de las personas se reducían con los recortes en la ley de dependencia y que afectaban a miles de familias, las cuales muchas veían como sus familiares acababan muriendo sin ver la prestación que previamente les era reconocida. A principios del presente año, nos encontramos con que la lista de espera de personas que no han recibido ninguna prestación llegaba a las 211.000. Una lista que se iba engrosando con el paso del tiempo desde que el PP formaba gobierno y que alcanzaba las 355.000 personas en 2016, coincidiendo con la supuesta recuperación económica a la que el gobierno de entonces hacía referencia. Si bien es cierto, aunque el número ha disminuido considerablemente, no sigue siendo, ni mucho menos, suficiente como para garantizar una vida digna a las personas con diversidad funcional y a sus familias que llevan todo el peso de los cuidados donde, también, hay una gran brecha de género.

El gobierno de coalición celebra la reducción de las listas de espera y pretende continuar con ello hasta acabar con quienes todavía permanecen sin que se resuelva su situación. Todo esto sin entrar en si dichas ayudas son suficientes como para cubrir las necesidades de estas personas y si, además de la ayuda económica, las facilidades para encontrar un trabajo digno, asistencia o cualquier carencia están también solventadas.

Aquí encontramos como los gobiernos que tienen una inclinación hacia la izquierda, por muy leve que sea y con el marco neoliberal en el que se desarrollan y aceptan, procuran una mejora en la población civil a la que dicen defender. No obstante, las mejorías son mínimas y varios gobiernos del PSOE, tanto en coalición como en solitario, no han sido capaces de procurar las necesidades básicas de quien, hasta ahora, siempre se han visto desatendidos, bien parcial o totalmente. Mientras, el resto, no podemos olvidar la lucha por hacer cumplir los reclamos de las personas con diversidad funcional, ignoradas y desatendidas desde hace demasiado. Dentro de los propósitos de la lucha debe estar también que las medidas vayan más allá de la utilidad política y sirvan única y exclusivamente para periodos electorales. La lucha va mucho más allá y apunta a que el mundo deje de incapacitar a quienes llevan años siendo invisibilizados.

Pablo Sánchez

Politólogo. Cofundador y coordinador de equipo de The Health Impact.

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