Por Javier Cortines
¿Fue Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870) el poeta místico del romanticismo que nos retrata la historia oficial? ¿El hombre que, desde la “anemia”, la pobreza y la tuberculosis, exaltaba el amor platónico y jamás rompía un plato? La respuesta es “NO”: fue un reconocido periodista, dirigió varios diarios y, además, desempeñó el cargo de censor de novelas, el mismo que ostentó Camilo José Cela durante el franquismo.
La mayoría de los estudiosos de la vida y obra de Bécquer cree que padeció sífilis (no tuberculosis, lo que se ocultó para no manchar su imagen con una enfermedad venérea) y que él y su hermano, el pintor Valeriano Domínguez Bécquer, fueron las dos primeras espadas del SEM (DE SEMEN), seudónimo de un grupo de autores que dibujaron y comentaron 89 acuarelas satíricas (con tintes pornográficos) sobre la festiva corte española de Isabel II, donde altos representantes de la Iglesia, incluido el Papa, el Ejército y la nobleza, aparecen como sátiros depravados de insaciable apetito sexual.
“Dichas viñetas”, ácido testimonio de la burla y sarcasmo de los hermanos Bécquer, así como de su espíritu “antimonárquico y anticlerical”, demuestran que el SEM estaba muy adelantado a su época y que, por aquel entonces en España había mucha más libertad de expresión que ahora. Habría que esperar más de un siglo para que surgiesen, concretamente en Francia y España, semanarios satíricos como Charlie Ebdo y El Jueves, que no llegan ni a los talones (en atrevimiento y crítica a los poderes fácticos) a las chocantes caricaturas de los integrantes de “SEMEN”.
Para que las acuarelas de los Bécquer y del SEM no quedasen enterradas en los mohosos baúles de los guardianes de la ortodoxia y la castidad, “algunos aventureros” han ido publicando, a lo largo del siglo XXI, su obra crítica. Es de destacar el trabajo de Ediciones Olifante Ibérico: “Los Borbones en pelota” (2014), de cuidada elaboración. (No se dice Los Borbones “en pelotas”, se dice en “pelota”, término que alude a la prenda interior que se usaba en los siglos XVI y XVII).
Con estas líneas no pretendo restar importancia al inmortal y universal Gustavo Adolfo Bécquer, a quien admiré profundamente en mi juventud y todavía lo sigo haciendo. Sólo quiero recalcar que no era un angelito, como se nos intenta hacer creer, y que los seres humanos no estamos hechos de un bloque monolítico, cual estatuas de la Isla de Pascua, sino que somos más complejos, y que en muchos de nosotros y nosotras se “manifiesta, a lo largo de las mutaciones de la vida, una personalidad múltiple”.
En España –debido a nuestro pasado religioso, la Santa Inquisición, la losa del franquismo y los cangrejos que pueblan las instituciones del Estado-, se ha ido archivando nuestra historia siguiendo el modelo de restauración del Ecce Homo de Borja (Zaragoza), lo que reporta pingües beneficios. Aconsejo a los que quieran saber algo sobre nuestro país, que lean a los hispanistas extranjeros. Es un ejercicio sanísimo.
En su ensayo Las Tres Caras de Clío, el filósofo alemán F. Nietzsche nos habla de tres tipos de Historia:
La Historia Fenomenal: Es aquella que se basa en hechos gloriosos, en las gestas de los héroes y los reyes. Es la historia oficial que se hace desde arriba, es impuesta por las clases dominantes y muy pocas veces recoge el sentir del pueblo, que queda reducido a una masa que sólo es importante a la hora de recaudar impuestos y reclutar soldados en tiempos de guerra
La Historia Anticuaria: Es aquella que se deleita exagerando los logros del pasado y muestra un excesivo apego a las verdades indiscutibles. Asimismo, rebosa fascinación por los restos arqueológicos y los museos. Esto último ha fomentado la euforia del consumismo y la plaga del turismo enfermizo. Sin los ingresos de este último rubro, la economía española –basada en la especulación-comisión-campanazo-, se vendría abajo como un castillo de naipes.
La Historia Crítica: Es la más revolucionaria y necesaria de todas. Es aquella que trata de ajustar cuentas con el pasado y poner cada cosa en su lugar. Defiende la enseñanza de nuevos valores y tiene en cuenta la opinión no oficial de los ciudadanos. Ahora la practica un grupo de exiliados intelectuales que no tiene cabida en el mercantilismo académico.
Y vuelve a cantar Quiquiriquí el Noble Gallo Beneventano para aconsejaros leer en estas fiestas: “Cómo manejar a tus esclavos” de Jerry Toner. (Ed. La esfera de los libros, 2016), que trata de la vida de un romano de noble cuna, Marco Sidonio Falco (el último apellido significa Garra). El autor subraya al comienzo de la obra: “Los romanos ricos consideraban que los esclavos eran necesarios para vivir con dignidad