Todas las encuestas con vistas a las elecciones anticipadas del 7 de julio en Grecia apuntan al regreso del histórico partido conservador Nueva Democracia (ND). Aunque la situación económica ha mejorado, queda la duda de si en un país tan atado por los compromisos con sus acreedores, hay gran diferencia entre un Gobierno conservador y uno “de izquierda radical”.
Los comicios europeos y locales celebrados en mayo pasaron factura al Gobierno izquierdista de Alexis Tsipras menos de un año después de la salida oficial del tercer programa de rescate. Habiendo tenido poco tiempo para convencer a la población de que aún tenía una agenda social y progresista que implementar, los griegos le retiraron su confianza.
Desgastado por las dolorosas medidas aplicadas a instancias de fuerzas forasteras, las promesas incumplidas y su incapacidad para proteger al pueblo que creyó que este Ejecutivo sería el mal menor, el discurso de la oposición en los últimos años ha dado sus frutos: en las europeas ND superó a Syriza por casi diez puntos.
El líder de Nueva Democracia, Kyriakos Mitsotakis, de 51 años, parte de una gran dinastía política – hijo del ex primer ministro Konstantinos Mitsotakis, hermano de la que fue primera mujer alcalde de Atenas, Dora Bakoyannis, y tío del actual alcalde de la capital, Kostas Bakoyannis -, se ha erigido como el probable primer ministro al prometer que mejorará la economía y levantará la losa de impuestos que ahoga a la población.
Mitsotakis ha tildado de populista a Tsipras, aunque su forma de hacer política podría calificarse también así.
Sus promesas electorales orbitan en torno a una reducción considerable de la mayoría de impuestos para impulsar un modelo neoliberal que podría ir en detrimento de la maltrecha sanidad, educación y administración públicas helenas.
Estas promesas, que no el modelo, chocan de frente con el muro hecho de objetivos y exigencias que ha frenado a Tsipras desde que llegó a primer ministro. Construido por los acreedores, será un obstáculo muy difícil de sortear para el próximo Gobierno.
Un ejemplo: Mitsotakis ha insistido en su intención de renegociar los compromisos con los acreedores, como el de mantener un superávit primario (excluye el pago de deuda e intereses) del 3,5 % de su producto interior bruto (PIB) hasta 2022 y después del 2,2 % de media hasta 2060.
Si Grecia pretende seguir cumpliendo este ambicioso objetivo, es improbable que pueda permitirse endeudarse o realizar un gasto mayor que el que ha hecho hasta ahora el ejecutivo de Tsipras. Aún más reducida es la posibilidad de que los acreedores acepten renegociar estas cifras o plazos.
Aunque las medidas implementadas por el Gobierno de Tsipras distaban mucho de las que aparecían en su programa, gracias a ellas se han cumplido los requisitos y objetivos de los acreedores, se ha reducido la deuda y el desempleo, la economía crece después de una década en recesión y los programas de rescate se han cerrado.
La etiqueta de antisistema e izquierdista radical que ocupa el lugar de la corbata ausente de Tsipras se mantiene en muchos discursos aunque, de facto, el primer ministro en funciones se ha convertido en estos años en el alumno ejemplar de la troika, el ojito derecho de la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker.
Aunque en materia ideológica Tsipras y Mitsotakis son muy diferentes, el sistema de supervisión reforzada establecido tras el rescate para garantizar que Grecia complete las medidas acordadas deja un margen mínimo para el cambio.
El programa electoral de Syriza se centra en el crecimiento de la economía, la creación de medio millón de empleos de calidad con mejores salarios, recortes y reparto de la carga impositiva para aliviar a las clases medias y medidas sociales como la digitalización completa de la administración pública o la legalización del matrimonio entre parejas homosexuales.
Algunas medidas presentadas por Syriza y las propuestas de Nueva Democracia coinciden, como la reducción del IVA al 11 % o de los impuestos a la propiedad.
El partido de Mitsotakis basa su programa en la reforma de la política fiscal, recortes en el gasto público y las ayudas sociales, el refuerzo de la seguridad y el orden público, y en un mayor crecimiento económico gracias a una serie de cambios en la administración pública y la legislación que en teoría facilitarán la inversión.
De hecho, uno de los primeros proyectos de ley que Mitsotakis ha anunciado que presentará si llega a primer ministro es la reducción de impuestos y la creación de incentivos para atraer inversores y animar al emprendimiento, una estrategia que Tsipras ya empezó durante la legislatura que termina.
Solo queda esperar a los resultados del 7 de julio para ver quién tendrá la oportunidad de liderar la primera legislatura posrescates y si este prefijo se traducirá en la libertad para ejecutar su proyecto político o si, por el contrario, la rigidez de los acreedores seguirá controlando el rumbo de Grecia.