Al igual que no es lo mismo viajar en Ferri de Algeciras a Marruecos, no lo es tener que desplazarse a través de varios países por África para poder salir en una embarcación de dudosa calidad que, con un poco de suerte, no acabará hundida en el Mediterráneo. Aunque las consecuencias de la externalización van más allá de las muertes producidas y depende mucho de la ruta por la que los migrantes se desplacen, siempre acaban beneficiando a unos pocos a costa de la erosión de los derechos de quien raramente los tuvo alguna vez.
Tal y como hace Europa con sus fronteras y política migratoria, los países que actúan como brazos ejecutores del organismo también emplean sus mecanismos al tener que justificar el gasto en fronteras o represión en zonas fronterizas. En eso consiste la externalización de fronteras europeas, en ingresar dinero a los países externos para que vulneren los derechos de las personas en movimiento y no tenga que hacerlo la UE directamente. Como comentaba Ernesto G. Maleno, de Caminando Fronteras, la rotura que poco a poco se fragua en el continente africano a raíz de la presencia europea en el establecimiento de políticas represivas contra los migrantes tiene un efecto directo entre los habitantes de la misma zona, todos ellos víctimas del racismo al llegar a Europa.
Al comenzar el viaje hacia el viejo continente, desde donde sea que vengan, las personas que se ven obligadas a emprender su marcha, además de gastarse una gran cantidad de dinero en el viaje, han de atravesar un duelo del que no siempre se recuperan. Dejar a la familia, amigos, barrio, comida, olores y cualquier esencia de la vivencia en el país repercute psicológicamente en quien anhela su tierra y no puede volver a ella. El aspecto psicológico es el gran olvidado dentro de las migraciones, forzosas o no, y en el que no se ahonda lo suficiente porque, por morbo, los medios acaban centrándose en los números de desplazados, muertos…
Entre las consecuencias de la externalización encontramos la limitación de movimiento, y son devastadoras tanto para quien lleva años en el mismo sitio sin poder moverse, como puede pasar en Grecia, como para aquellos que recorren distintos países en busca de una posible salida hacia su destino. No sólo por la ausencia de aquellos elementos que recuerden al país de origen, sino por los existentes durante el camino que, desde luego, no lo hacen más fácil.
Es importante mencionar que quienes viajan en un primer momento suelen ser hombres de mediana edad no tan susceptibles de caer en las manos de la trata, mafia o ser víctimas de abusos, aunque no están exentos de ello. Viajan primero para conseguir el dinero suficiente en Europa y poder traer a sus familias más tarde, pero también migran mujeres y niños solos. Si hay actores maliciosos que proliferan con tanta facilidad en las rutas hacia Europa es porque la externalización produce que, efectivamente, se alargue la ruta a lo largo de diferentes continentes. Eso y que Europa también tiene dentro de sus fronteras a quien precisamente las abre para los que consideran mercancía a los más vulnerables.
Externalización en forma de tragedia
Los efectos de la externalización la población los ve más explícitamente en las noticias en forma de tragedia: «otros 130 migrantes mueren ahogados en el Mediterráneo central sin que nadie les rescate» entre miles de titulares que acumula la violencia y política migratoria europea. Porque, aunque se ha demostrado que la externalización no impide el movimiento, sí que provoca mayores desgracias. Al tratar de evitar los controles en playas y mares, muchas de las embarcaciones tienen que desplazar su salida a incluso diferentes países para no ser vistos por la guardia costera y demás cuerpos y fuerzas de seguridad que devolverán la embarcación a tierra y puede que deporten a sus ocupantes a sus países de origen. A fin de cuentas, lo que se pone en riesgo para tratar de llegar al destino e impedir mayores gastos de dinero es la vida. Como resultado vemos que sólo un pequeño porcentaje de los cuerpos ahogados son rescatados, haciendo más complicado el duelo de las familias. Esto también se observa en diferentes escenarios en el camino hacia el mar o después de llegar a tierra. Fronteras que suponen un obstáculo para quien desea traspasarlas, a veces a costa de su futuro.
Lo que está en juego en estas prácticas y lo que se está vulnerando de forma constante son los derechos de las personas migrantes. Que no suceda en territorio europeo o no salga en los medios tradicionales no significa que no pase.