Venimos de: Manuel Piñeiro Losada: el arte de la conspiración revolucionaria (I)
7. Gran sagacidad y capacidad de evaluar[1]
Jorge, Papito, Serguera*
*Combatiente de la Sierra, coincidió con Manuel Piñeiro en el II Frente. Obtuvo el grado de Comandante. Cumplió misión internacionalista. Fue presidente del ICRT.
Barbarroja es un personaje inolvidable, único, por sus características personales y por las funciones que desempeñó. Primero no era fácil. Su carácter, su temperamento más real, no fingido constituía una cáscara que envolvía a un revolucionario que no podemos medir. Un humor permanente, capaz de dialogar con Jesús y con el Diablo, sin que nadie pudiera descubrir su fin último: la defensa de la Revolución y la lealtad a Fidel Castro.
Conocí a Barbarroja en el Segundo Frente a finales de marzo de 1958, una figura atípica que si no habla, uno cree que esta frente a un nórdico, un vikingo en un barco loco que las corrientes marinas llevaron al Caribe; es un navegante histórico que se convierte en un hombre legendario.
El Piñeiro que recuerdo es el Piñeiro del humor que encubría una cualidad mucho más profunda: su sagacidad y su capacidad de evaluar a un hombre, penetrar en su conciencia, a través de la jovialidad y la sonrisa. Y lo raro de todo ello es que no es ni dogmático ni esquemático.
8. De Piñeiro lo fundamental era la identificación con Fidel y su labor antiimperialista
Armando Campos Ginestá*
*Combatiente de la clandestinidad en Santiago; apoyó el alzamiento de 30 de noviembre de 1956, integró columna 10 del III Frente Mario Muñoz del Ejército Rebelde, oficial del MININT, Vicejefe primero del Departamento América.
El carácter jovial y ocurrente y la forma de ser de Piñeiro eran especiales, pero debemos tener cuidado pues eso no es lo fundamental. Debemos tomar eso en todo su valor pero a su vez evitar consumirnos en lo anecdótico. Lo fundamental de Piñeiro no era eso, sino su visión, su identificación con lo más profundo del pensamiento de Fidel, su capacidad de aglutinar al colectivo de trabajo y se trazar el rumbo con optimismo y con realismo, su estatura política.
Para mí lo esencial y realmente meritorio es haber podido formar parte del equipo de compañeros que bajo la dirección del comandante Piñeiro nos convertíamos en brazo ejecutor de la línea internacionalista trazada por Fidel Castro con el fin de contribuir a quebrar el dominio imperialista en el continente.
Por supuesto hay muchas cosas que son parte del contenido interno del trabajo que poco se conocen. Aunque nadie puede negar que los logros de nuestra actividad fueron posibles por la plena confianza que el Comandante en Jefe depositaba en Piñeiro, y en la ejecución a través de él de las más delicadas tareas. El respaldo que el Comandante en Jefe nos daba era notable y obviamente consideraba necesaria nuestra labor, pues mucha de nuestra actividad tuvo lugar en momentos de cambio en América Latina, de avance de las ideas progresistas, cuando nuevas fuerzas y sectores se movilizaban y ganaban conciencia de la necesidad de contrarrestar la influencia de Estados Unidos y del papel entreguista de las oligarquías. En muchos casos el gobierno estadounidense levantaba un dedo y todos esos se doblegaban.
Se ampliaba el campo de trabajo para nosotros con toda esa diversidad y hasta la propia mano de Fidel llegaba para abrir vínculos y relacionarnos con sectores tales como la democracia cristiana, denominaciones religiosas y otros y nosotros teníamos que ver con eso y con el desarrollo de nuestro trabajo. Era un privilegio haber formado parte de estas tareas que dirigía el comandante Piñeiro.
Nuestro papel era ese de contribuir al avance de las fuerzas progresistas, de la unidad entre los revolucionarios y finalmente contribuir a quebrar el dominio yanqui. No hay nada oculto en esto. La línea y las orientaciones de Fidel siempre estuvieron claras. Y estaban en la misma línea que había planteado Martí, de impedir a tiempo el dominio imperial, por lo cual Fidel se planteó contribuir a revertir esa dominación.
Y obviamente era un privilegio nuestro trabajar con esos fines. Es esencial evitar que eso se diluya con lo anecdótico.
9. Necesitados estamos en Cuba de que se multipliquen personas con un talante similar al Gallego[2]
Monseñor Carlos Manuel de Céspedes*
* Sacerdote católico cubano. Bisnieto de Carlos Manuel de Céspedes, primer presidente de la República en Armas. Intelectual destacado.
No conocí a Manolo en mi primera juventud. Aunque los recuerdos de aquellos años se me diluyen y confunden con realidades de años posteriores, estoy casi seguro de que supe de él y de sus actividades, de que escuché su nombre en boca de amigos matanceros de la Universidad, en los años en que la mayoría de los jóvenes de Cuba nos unía el deseo del punto final del gobierno de Fulgencio Batista.
En los primeros años de Gobierno Revolucionario […] mi imagen de él era ambigua. Por una parte, lo relacionaba con responsabilidades, con modos de proceder, con los que yo no estaba de acuerdo, el modus operandi del Ministerio del Interior, primero; la presencia de Cuba en los movimientos guerrilleros y en otras formas de violencia revolucionaria en África o en América Latina. Por otra, amigos comunes, que sí compartían era tareas y ese estilo de ser revolucionario, me hablaban de él con enorme simpatía y admiración, se referían a su calor humano, a su capacidad de comprensión y de diálogo, a sus discrepancias con el talante soviético del marxismo, a su fidelidad con los amigos… y todo eso me gustaba mucho…
[…]
En la funeraria y posteriormente en el cementerio, en la tarde su entierro, cuando miraba en derredor a tantas personas de diversa procedencia, con el dolor y hasta la lágrima en el rostro, nacidos del cariño herido por aquella muerte tan inesperada como absurda, me ratificaba, me ratificaba cuán congregante había sido Manolo y cuánto he agradecido su cercanía en los últimos años.
Necesitados estamos en Cuba, en todas las «zonas» de nuestro pueblo –incluyendo la Iglesia– de que se multipliquen personas con un talante similar; hombres y mujeres positivos ante la existencia, de los que no se derrumban ante los contratiempos; que se los sienten pero que no se dejan aplastar y saben renacer a la alegría y la confianza; que no condicionen el respeto, la relación, y la amistad a la uniformidad imposible; capaces del diálogo auténtico; que vivan con serenidad realista y con apertura de corazón y de entendimiento el — a Dios gracias — inevitable pluralismo, fuente irrenunciable de riqueza para todos los pueblos y grupos humanos.
Un mundo interior muy rico y para muchos desconocido en sus entresijos, sembrado de misterios luminosos, tiene que haber animado a Manolo para que haya sido como fue.
10. Descubriendo a Barbarroja
Ricardo Alarcón de Quesada*
*Luchador de la clandestinidad, integrante del M-26–7; dirigente de la FEU y luego del PCC e íntegro del Buró Político, fue ministro de Relaciones Exteriores, embajador ante las Naciones Unidas, presidente de la Asamblea Nacional de Cuba.
Conocí personalmente a Manuel Piñeiro Losada poco tiempo después del triunfo revolucionario en 1959. Me encontré con él y otros dirigentes del M-26–7 en Santiago de Cuba que éramos parte de lo que entonces se conocía como la «izquierda del 26» y tratábamos de coordinar nuestras acciones en lo que era una intensa batalla ideológica al interior del Movimiento.
Coincidimos después en la casa de Raúl Castro ubicada dentro de lo que fue la jefatura del cuartel militar de Columbia (hoy Ciudad Libertad).
Nuestra relación se intensificó luego que yo fui enviado a dirigir la delegación cubana ante la ONU y él ocupó importantes responsabilidades en el MININT y luego al frente del Departamento América del Partido. Nos reunimos, sin excepción, cada vez que yo venía a La Habana por cualquier motivo.
Nos veíamos en su casa, de noche y no pocas veces bien entrada la madrugada. Fue así como descubrí una característica de Manolo que probablemente pocos conocen; vivía en permanente vigilia, trabajaba, incluso, cuando parecía dormir.
Me sucedió en casi todos nuestros encuentros. Estábamos siempre los dos solos y mientras yo hablaba él escuchaba atentamente, hacía algún comentario o preguntaba cualquier cosa. De pronto lo veía cabecear, con los ojos cerrados, hundiéndose en lo que parecía un profundo sueño. Entonces yo callaba y dejaba que pasaran algunos minutos.
Cada vez que esto sucedía fue él quien interrumpió el silencio. Sin incorporarse en su asiento, sin abrir los ojos, retomaba mis palabras exactamente en el punto en que yo me había callado. Me acostumbré a esta invariable característica de nuestras reuniones. Debe quedar claro que cualquier conclusión o seguimiento de estas conversaciones se cumplía rigurosamente. No teníamos testigos pero los dos estábamos despiertos.
Hay algo que ilustra sobre la personalidad de Piñeiro y su inmensa capacidad de amar. A mediados de la década de los setenta él llamó a mi esposa, le explicó que iba a divorciarse de Lorna Burdsall, su cónyuge de dos décadas y le pedía a Margarita que se ocupase de ella y la ayudase en ese trance.
Él se casó dos años después con Marta Hanecker y todos formaron una gran familia como señala la propia Lorna en su excelente autobiografía que, por cierto, ofrece una visión muy rica de la vida y la personalidad de Piñeiro que explican el final feliz de esta historia.
11. Manuel Piñeiro: héroe anónimo de la patria
José Antonio, Tony López Rodríguez*
*Integrante del Ejército Rebelde que había participado en las luchas estudiantiles, funcionario de la UJC, miembro del MININT y funcionario del Departamento América del CC, que cumplió misiones en varios países.
«La primera vez que vi a Piñeiro fue en los primeros meses de 1959. Yo hacía posta desde un balcón, con un fusil ametralladora de origen dominicano, San Cristóbal, en la que había sido residencia de Fulgencio Batista, en la antigua fortaleza militar de Columbia, rebautizada como Ciudad Libertad. Su larga barba roja y su abundante cabellera llamaron mi atención, y desde abajo me dijo burlándose: “Oye Mau Mau, apunta con eso para otra parte, no vaya a ser que si no me jodieron en la guerra me maten en la victoria”. No me imaginé ese día yo, que dos años más tarde ese Comandante marcaría mi vida revolucionaria para siempre…»[3]
La noticia de que asumiría el trabajo político con Colombia fue de enorme satisfacción, un país apasionante donde el libertador Simón Bolívar libró numerosas y heroicas batallas entre ellas la de Boyacá que dio lugar a su independencia y a él me entregué en cuerpo y alma.
La tarea era enorme, pero tuve el gran apoyo de mi histórico jefe, me refiero al comandante Manuel Piñeiro Losada, de él y de su ejemplar vida aprendí cómo enfrentar tal empeño.
Piñeiro era el dirigente revolucionario ejemplar que había dedicado su vida a la solidaridad y al internacionalismo, fue un fiel intérprete de esa política preconizada y practicada por Fidel y el Che.
Él supo imprimirle la organización y el dinamismo de la época desde el Departamento M, del Ministerio de Interior, donde se desempeñaba como Viceministro Primero hasta 1970. En ese año se crea el Viceministerio Técnico y la Dirección General de Liberación Nacional, (DGLN), bajo su jefatura.
Unos años más tarde, en 1974, a propuesta del Comandante en Jefe, la DGLN se transformó en el Departamento América, como órgano político auxiliar del Comité Central del Partido, y todo lo relativo a las funciones operativas que tenía la DGLN, se mantuvieron en el Ministerio del Interior. Fidel fue quien sugirió el nombre, pues inicialmente se proponía Departamento Latinoamericano, el Comandante dijo no, se llamará Departamento América, este es un departamento que debe incluir el trabajo político con todos los países de la región, Estados Unidos, Canadá y el Caribe.
El Departamento América trabajó para fortalecer las relaciones con los partidos y movimientos políticos de la región y Piñeiro y su equipo de trabajo le inyectaron el necesario dinamismo y apego solidario a todas las fuerzas revolucionarias, progresistas y democráticas en toda esta zona territorial.
La entrega de Piñeiro a la causa de los pueblos latinoamericanos, norteamericanos y caribeños lo convertía no solo en un profundo conocedor de la política y los entretelones de los partidos y organizaciones políticas y sociales de cada uno de nuestros países, también en un eficiente asesor para fortalecer las relaciones con sus gobiernos y movimientos sociales, como fue el trabajo que él abrió hacia los movimientos religiosos, militares, sociales que en ese período de las década de 60–70 tomaban fuerza.
Piñeiro era un hombre escuchado y admirado por líderes y dirigentes políticos, religiosos, militares, revolucionarios y progresistas de la región. También odiado por el enemigo, especialmente los servicios estadounidenses.
Del educador Barbarroja, como cariñosamente le decíamos, aprendí que la política era el arte de sumar, que había que escuchar a todo el mundo, que no podíamos casarnos con ninguna posición política de los Partidos y organizaciones con los que nos relacionábamos; era sin dudas un convencido de sus ideas revolucionarias, antidogmático, aborrecía a los sectarios, era la antítesis del burócrata, del formalismo y de los tecnócratas, para él nada era absoluto.
Era orgánico, audaz, valiente, con métodos dinámicos y a su manera ordenado en su trabajo. Solo basta decir que de cada información o mensaje recibido Piñeiro anotaba cada detalle al margen de la hoja y dejaba un plan de trabajo, con fecha de cumplimiento, que era controlado por él, a través de su eficiente y leal jefa de despacho Vidalina Valledor. Su menuda letra era inconfundible y para la mayoría a veces indescifrable, solo Vidalina era la que los descifraba y nos ponía a ejecutar lo que orientaba.
Se caracterizó por su humildad y una insuperable condición humana demostrada en el trato y atención a sus subordinados, a los cuales no solo le exigía resultados en su trabajo, se preocupaba de los problemas personales de cada uno y se convertía no solo en un buen jefe, también en un sincero amigo, su conducta le ganó la admiración, el cariño, fidelidad y respeto de todos los que trabajamos con él. Siempre trasmitió a los hombres bajo su mando su ilimitada lealtad a la Revolución cubana y a la obra y pensamiento político de Fidel Castro.
Dedicó horas a hablarme de la heroica lucha del pueblo colombiano, de las virtudes, la valentía, entrega y nobleza de sus mujeres y hombres. De los comandantes y combatientes guerrilleros que él había conocido no solo de las FARC, el ELN, el EPL y el M-19, también de los dirigentes y líderes políticos liberales y conservadores, de la importancia de conocer sus opiniones, sus puntos de vistas políticos, sus programas y planes.
Del Partido Comunista Colombiano y de su dirección, de las coincidencias y diferencias que existían entre diferentes organizaciones guerrilleras, las sostenidas por el Partido Comunista en torno a la política de practicar la combinación de todas las formas de lucha, también el uso político electoral de la lucha armada o formas de autodefensa, las diferencias de estos con otros sectores de izquierda y el respeto con el cual teníamos que tratar estos temas para que no se interpretara que hacíamos una injerencia en los asuntos internos de los países, los partidos y organizaciones políticas y sociales, con los cuales nos relacionábamos. Una enseñanza permanente que recibíamos de Fidel, y que como siempre Piñeiro nos subrayaba.
El tema de la unidad y de la no injerencia en los asuntos internos de otros países ha sido y es un principio que Cuba ha defendido y defiende, no solo en su política interna, también en sus relaciones internacionales, muy especialmente con el movimiento revolucionario, progresista y democrático de América Latina, siempre hemos sostenido que la unidad es la única forma de vencer a las clases dominantes y que cada país y sus organizaciones políticas y sociales son exclusivamente las llamadas a darse el sistema político que consideren.
Por lo demás siempre me llamó la atención, que, ante las más difíciles situaciones, donde tenían que tomarse decisiones delicadas, él mostraba una impresionante serenidad. Le molestaban los aduladores y admiraba a los frenteros, así como despreciaba a los traidores, pero siempre con ese carácter jovial y dicharachero,
Fuerte en el contenido de la crítica, pero suave en las formas, o espontáneo en trasmitir lo que llamaba «un mangazo». Su sonrisa y ese carácter que te daba confianza, que siempre lo acompañó y lo percibí con gran fuerza cuando me llamó a Buenos Aires, Argentina, para decirme que ya no continuaría al frente del Departamento y pedirme el apoyo total a la decisión que había tomado la Dirección del Partido, y para el compañero Arbesú que lo reemplazaría.
12. Piñeiro tenía las cosas en perspectiva y la necesidad de no encerrarnos[4]
Vidalina Valledor*
*Jefa de despacho y secretaria del Comandante Manuel Piñeiro durante 30 años.
[Rememora que conoció a Manuel Piñeiro en julio de 1961 mientras trabajaban en la preparación de los documentos que llevaría el comandante Ernesto Guevara a la Conferencia de Cancilleres, en Punta del Este, y permaneció junto a él como secretaria y jefa de despacho durante treinta y un años.]
Una vez concluida esta tarea, organizó el trabajo de la Inteligencia; no solo por las distintas secciones que debían definirse, sino porque debíamos trasladarnos a otro lugar más amplio y que garantizara la compartimentación de la documentación que allí se manejaba. Piñeiro se dio a la tarea de buscar una vivienda con todas las condiciones para los compañeros que iban a ingresar en la Escuela de Inteligencia.
Ya en esos momentos estaban definidas las secciones de América del Norte, Central y Sur, además estaban creadas la sección de la Técnica, incipiente aún; la oficina de Personal y la de Administración.
Se creó la Escuela de Inteligencia, ya que después de la invasión de Girón, Piñeiro tenía bien definida la idea de que había que preparar a los cuadros que fueran capaces de desarrollar este trabajo. Eran compañeros con un nivel cultural adecuado y podían pasar el curso. Se preparó la escuela de Sabanilla. Allí daban clases distintos compañeros, incluso, hasta de la contrainteligencia del Ministerio.
Después de que concluían el curso, pasaban a las distintas secciones. Posteriormente hubo otro curso para un grupo de ellos, los cuales recibieron una preparación más fuerte, ya que trabajarían en los centros instalados en las embajadas que, en esos momentos, teníamos en el exterior, sobre todo en México. Fueron años de suma actividad: los enfrentamientos con el enemigo, el Che en el Congo, el Che en Bolivia.
Con el decursar, se impuso la necesidad de recibir información desde el exterior; solo la recibíamos desde México, y no podíamos seguir bloqueados. Es cuando se crea la sección de Enlaces, esta mantenía relaciones con funcionarios de diferentes organismos que viajaban al exterior: Comercio Exterior, INDER, Salud Pública…
De esos funcionarios se hacía un análisis para ver si había alguno con condiciones y rápidamente prepararlo para que buscara la información que se necesitaba de ese lugar o, de lo contrario, se incluía en esa delegación a un funcionario nuestro. Es decir, lo que Piñeiro veía era la necesidad de no encerrarnos, sino analizar cómo, sin tener relaciones con estos países, legalmente, podíamos obtener la información y, además, mantener relaciones con los distintos partidos, organizaciones y personalidades en el exterior.
También se creó la oficina de Inspección, así como el buró de Europa y Asia, y la sección MOE (M-Operaciones Especiales), en la cual estaba el compañero Orlando Pantoja (Olo, quien posteriormente cayó en Bolivia junto al Che). Surgió la escuela de Punto Cero de Guanabo y la Escuela de Petty, en Pinar del Río, donde se preparaban los distintos dirigentes y militantes de diferentes organizaciones que venían clandestinamente a Cuba. Entre oficiales y trabajadores de la Inteligencia se incrementó la cifra en estos primeros años.
Otra característica de Piñeiro era que, independientemente de que tenía vicejefes, jefes de sesiones y oficiales, cuando él citaba a las reuniones tenía que encontrarse presente el oficial o el funcionario que atendía el país en cuestión o el tema que iba a ser objeto de discusión; es decir, no concebía reuniones con los jefes, si no estaba presente el funcionario.
Y qué preocupación mostró siempre por los informes que se trasladaban a la máxima dirección del país, fundamentalmente al Comandante en Jefe. Piñeiro sentía una gran admiración y respeto por las cuestiones que se trataban con Fidel.
Piñeiro era exigente y tenía que serlo por necesidad. Era exigente pero no autoritario… pedía las cosas por favor. Debía ser muy riguroso y preciso con los informes que elevaba a la Dirección del país. Como parte de ello y de la formación de su equipo, nos devolvía los informes llenos de marcas, anotaciones, preguntas…
Todo pasaba por mis manos y a él le preocupaba mucho el silencio y la discreción. Un día me preguntó, muy en serio, ¡si yo hablaba dormida!
Se preocupaba por la familia de los compañeros… A veces dormía solo tres horas. Trabajaba largas horas; apenas descansaba; Poco importaba que fueran horas de la madrugada… Cuando se presentaba algo urgente, a la noche y debía estar listo el informe para la mañana siguiente, yo lo pasaba a máquina, pero él se quedaba durmiendo en el sofá porque le daba pena dejarme sola, y luego me enviaba a mi casa con su chofer.
La información que se enviaba al Comandante tenía que ser bien comprobada y con todos los detalles necesarios. Mientras no estuviera así, él revisaba, exigía y verificaba. Muchas veces, en cuestiones sumamente delicadas, decía que había que tener todos los elementos y detalles. Fue un fiel velador por la compartimentación de la información, algunos temas solo se manejaban por él y la persona responsabilizada. Piñeiro se preocupaba mucho por el funcionamiento del archivo y que los tuviéramos actualizados y bien organizados para una fácil localización.
Independientemente de que existía el cifrado con todas las embajadas y que se partía de la base de que era difícil de detectar por el enemigo, Piñeiro instrumentó el sobrecifrado. Él decía que había que garantizar la vida de los que estaban involucrados en una información que uno trasladaba. Si la información se enviaba por cable, estaba sobrecifrada.
Esa fue la educación que Piñeiro le dio a sus subordinados; en eso fue siempre meticuloso y no existía nadie que no tuviera un seudónimo.
Vidalina se jubila pocos meses después que su jefe sale del cargo, en abril de 1992. Dice que «todavía tengo guardada la notita que me entregó» en la actividad de despedida,
«con esa letra inolvidable en un papel de no más de cuatro centímetros cuadrados, y dice: Vida, siempre nos estaremos viendo. Cuídate la salud. Todavía nos queda mucho por hacer, por Fidel y por la Revolución. Abrazos, Piñeiro».
13. Lo extraño tanto… cuánto quisiera volver a hablar con Piñeiro[5]
Armando Hart Dávalos*
*Fundador y miembro de la dirección nacional del Movimiento 26 de Julio, miembro del Buró Político del PCC y Ministro de Cultura.
[A Piñeiro] lo conocí en el Instituto de segunda enseñanza de Matanzas […] pero lo conozco mucho mejor después del triunfo de la Revolución cuando él estaba en los trabajos de inteligencia, en el apoyo a las guerrillas, con relación a las actividades del Che, y todavía más estrechamente cuando estuve en labores partidarias, desde 1965.
[…]
Piñeiro, para mí, es un personaje inolvidable. De esos de aquella revista norteamericana The Reader Digest. Cualquiera que fuera la relación con él, afecta o desafecta, sería una persona inolvidable. Tenía un pensamiento radical, pero no era extremista, y por ello podía relacionarse con todo el mundo. Era un conspirador, pero un conspirador a la luz pública, con una concepción muy clara de la flexibilidad con que hay que tratar a las ideas. Era un guerrillero en el campo de las ideas y, relacionándose con guerrilleros clandestinos, asimismo se relacionaba con todos los sectores, con una gran amplitud de matices.
Hay que reconocer que buscaba sus cuadros en la Universidad. Muchas veces cierto radicalismo tiende a rechazar a los intelectuales, pero él tenía un pensamiento cultural elevado.
Nunca vi a Piñeiro enconado o, cono decimos en Cuba, «explotado». Su fidelidad a Fidel, a Raúl, a la Revolución, fue impresionante. Le gustaba estar informado de todos los vericuetos del debate de ideas en el mundo, y siempre con una afilada intención antiimperialista. No es simple encontrar a alguien tan profunda y radicalmente fidelista. Siguió el ritmo de Fidel, de su programa, de sus ideas, y creo que él pensaba que estaba haciendo lo mismo, idéntico.
Por otra parte, cuando salió de sus cargos nunca lo vi limitado o cohibido. Formó muchos cuadros que respetaron su disciplina, su exigencia y que le guardan gran afecto y una gran admiración, principalmente por su lealtad a la Revolución.
¡Qué falta siento que me hacen hombres como Piñeiro o como Jorge Enrique Mendoza! Con él se podía hablar de las cosas más profundas, más íntimas de la Revolución. […] Lo digo con todo sentimiento y con toda responsabilidad, siempre que tengo un problema complicado necesito a Piñeiro. Por eso muchas veces lo extraño tanto, tan profundamente, y me digo a mí mismo, cuánto quisiera volver a hablar con Piñeiro.
14. Siempre estuvo en línea directa con el pensamiento y la acción de Fidel[6]
Jesus Montané Oropesa*
*Miembro del Movimiento 26 de Julio, asaltante del Cuartel Moncada, miembro del buró político del PCC.
Señaló que con Piñeiro tenía una amistad fraternal y polémica a la vez y agrega que admiraba su estilo de trabajo «algo que yo no pude imitar nunca y que me pesa no haber podido imitar, un estilo de trabajo muy claro, no dogmático, que creo ayudó extraordinariamente a fortalecer nuestras relaciones con América Latina y con el Tercer Mundo. Jugó un papel muy importante en las relaciones, por su forma de tratar a los dirigentes y personalidades que venían del extranjero».
Añade Montané que para él «había sido un privilegio haber sido su amigo, su compañero, con el que podía hablar, discutir y analizar lo humano y lo divino».
«El conocía muy claramente el pensamiento político-ideológico de Fidel. No era un hombre que debía estar buscando constantemente orientaciones, solicitando que le dieran el visto bueno; sabía cuál era la línea táctica y estratégica, y sobre esa base trabajaba. Siempre estuvo en línea directa con el pensamiento y la acción de Fidel».
15. Su capacidad de comunicación facilitó la de los revolucionarios del mundo con Fidel[7]
Faure Chomón*
*Asaltante a Palacio Presidencial el 13 de marzo de 1957. Máximo dirigente del Directorio Revolucionario 13 de Marzo, destacado combatiente y comandante guerrillero.
La última ocasión con Piñeiro fue el 31 de julio de 1997. Ese día se efectuaba la presentación de la revista Tricontinental, en homenaje al Che, a la cual Piñeiro me había invitado. Estaba rodeado por sus más cercanos colaboradores de las distintas campañas del internacionalismo revolucionario. El homenaje al Che fue la señal de la revelación de Piñeiro. Comenzaban así a ser expuestas las cualidades de Manuel Piñeiro, y la historia secreta de la lucha revolucionaria.
Su capacidad de comunicación había facilitado la de los revolucionarios del mundo con Fidel. Para esa misión contábamos con Piñeiro.
Esa tarde del Pabellón Cuba me dejó una nota de su puño y letra, en un ejemplar de la revista: «el deseo de que vivamos muchos años en infinita rebeldía y vocación internacionalista».
16. Vació sin reparo y sin tasa, en bien de los demás, su vida[8]
Francisco Calzadilla Núñez*
*Mayor (r) de las FAR, miembro de la escolta del Comandante en Jefe; fue delegado del Poder Popular en el municipio Playa, en La Habana.
Barbarroja es un hombre sobre el cual otro hombre puede hablar sin sonrojarse. Lo conocí en 1959 cuando me desempeñaba como jefe de grupo (primer teniente) de la escolta de seguridad personal del Comandante en Jefe. Meses después comencé a trabajar a sus órdenes. Lo recordaré siempre con respeto y veneración.
Era un hombre superior, que cumplía el deber y altas responsabilidades más bien en silencio, sin alardes ni ostentación alguna. La primera vez que hablamos me impresionó su carismática personalidad. La simpatía era su forma natural. Su rostro siempre estaba iluminado con una espléndida sonrisa. Era de aquellos seres que con solo mirarlos, le alegran a uno el alma y nos entran deseos irresistibles de imitarlos. No dejó nunca desamparado a un compañero en desgracia. Sus palabras y consejos eran garantía de consuelo que bastaban para levantar al caído.
El legendario Comandante vació sin reparo y sin tasa, en bien de los demás, su vida y fuimos muchos los que tenemos algo que agradecerle. Por ello, y por muchas otras cosas, continúa viviendo en todos. Fue un hombre ejemplar de su tiempo, instrumento del deber cumplido, aficionado a pensar en los dolores ajenos más que en los propios. Porque tenía mucho adentro y poco afuera.
El deber patrio lo obligó a trabajar en silencio, como aconsejara Martí, casi anónimamente, y pasará todavía un tiempo tal vez largo para que pueda divulgarse plenamente el desinterés y la importancia de su entrega, las dificultades y verdadera dimensión de sus responsabilidades, cumplidas con aquella lealtad y pureza que la Revolución le exigió.
En su bregar diario prefirió la acción a la inacción, lo que el enemigo imperialista conoce tan bien como nosotros.
17. Comandante Manuel Piñeiro Losada
Fabián Escalante*
*General de División ® de los órganos de Seguridad del Estado.
Lo conocí una mañana de agosto de 1960 en ocasión de una reunión en la jefatura de la División de Inteligencia Militar G-2, a la cual había citado a un numeroso grupo de compañeros que en esa dependencia trabajábamos. Para entonces era el 2do. jefe de esa Entidad, bajo el mando del Comandante Ramiro Valdés.
Era un joven de 19 años y me impresionó profundamente su personalidad y capacidad de empatía, modestia y sencillez. La persona que con nosotros conversaba, enfundado en su uniforme verde olivo y sus grados de comandante, nos cautivó a todos con suaves palabras, que no excluían la firmeza de las mismas. La misión encomendada era desmantelar un aparato para-policial paralelo, creado probablemente por las circunstancias del momento y que realizaba desmanes, contrarios a los principios y preceptos promulgados desde siempre por el líder de la Revolución Fidel Castro.
Cada cual con su misión marchó en pos de su cumplimiento y no supe del Comandante de las rojizas barbas hasta octubre de ese año, cuando me orientaron en la Jefatura del G-2 encontrarlo a la entrada del edificio que ocupaba el Ministerio de Relaciones Exteriores en la calle Calzada del Vedado.
Al llegar al lugar indicado, Piñeiro se hallaba de pie, en medio de la escalinata de entrada al lugar, leyendo un manojo de papeles y luego al levantar la mirada para contestar mi saludo, me esbozó una sonrisa, aquella con la cual «encantaba» a sus compañeros, franca, alegre y sincera, expresando a continuación: «flaco, es necesario que te llegues a Costa Rica a contactar con un capitán de la guardia Tica que dice tener informaciones importantes sobre las agresiones que Estados Unidos prepara contra Cuba desde Centroamérica». Así de sencillo, ¡como si fuera tan fácil!
Acto seguido, me entregó un cartucho, agregando que el mismo contenía dinero para los gastos y que en la oficina de la secretaria del Ministro me aguardaba el compañero Tomás para darme detalles de la misión y proporcionarme la documentación que utilizaría.
A mi regreso, cumplida la misión, me encontró en la Jefatura y me dijo: «te la comiste Tigre, muy útil las informaciones que lograron reunir allá», que desde mi juventud e inexperiencia, dicho sea de paso, no tuve entonces la capacidad de valorar en aquella dimensión. Acto seguido me invitó a sentarme y comenzó un interrogatorio detallado de todos los contactos y entrevistas realizadas. Piñeiro era un hombre de inteligencia nata, y con conocimiento, que sabía qué y cómo preguntar, y después, evaluar.
Mantuve contactos y relaciones con él siempre, aun desempeñándome en otra esfera de la seguridad. No sé por qué razón me sentí privilegiado con su afecto. En varias ocasiones, solicitó a mi mando, utilizarme en misiones relacionadas con su actividad. Siempre cariñoso y firme me aconsejaba cada vez que nos encontrábamos: «flaco eres muy desesperado, tienes que tener paciencia» y no sé cuántas cosas más.
Su lealtad a Fidel y los principios de la Revolución devino en conceptos que nos inculcó a todos los que tuvimos la suerte de disfrutar de sus consejos o apreciar sus certeros análisis políticos y operativos.
La última vez que nos encontramos fue en su casa, poco antes de su muerte y ya jubilado. Sabía de mis estrechas relaciones con los sandinistas y ese fue el objeto de la conversación que se prolongó -en la cocina de la casa- por más de una hora.
Quedamos en encontrarnos nuevamente, solo que la vida no lo quiso.
Pienso que fue uno de los más inteligentes y cultos, carismáticos y afectuosos Jefes que tuvimos. Atesoro su amistad y consejos como uno de los logros más importantes de mi transitar revolucionario, político y humano.
Piñeiro no murió, anda por ahí con su sonrisa y la mirada pícara, observando todo lo que hacemos, para, en su momento, rectificarnos o tirarnos el brazo por sobre los hombros y decirnos: «la cagaste caballo» o «te la comiste Tigre».
Gracias hermano COMANDANTE.
18. Memoria sobre el Comandante, Manuel Piñeiro Losada, en el 23 aniversario de su fallecimiento.
Alfredo, Arana, García Almeida*
*Ex oficial del MININT y luego funcionario del Comité Central quien trabajó junto a Piñeiro desde los primeros años de la Revolución.
Lo más atípico en las relaciones jefe-subordinado con Piñeiro, eran sus despachos sobre un asunto urgente. Lo mismo podía ser a altas horas de la madrugada, mientras se movía en su auto de un lugar a otro. Se comportaba con naturalidad sin formalidades de ningún tipo, sin distinciones jerárquicas, como si estuviera en un escenario guerrillero en la montaña.
Si durante el despacho de trabajo la naturaleza del tema nos ponía tensos, Piñeiro siempre encontraba un comentario chistoso para relajarnos. Su don de psicólogo empírico para medir hasta dónde éramos capaces de llegar en nuestras responsabilidades, delegando sin paternalismo tareas que lo comprometían ante Fidel, era contundente prueba de su calidad humana y capacidad como líder, acudiendo a su instinto hacia las características personales de sus subordinados.
Combinando con sabiduría la exigencia revolucionaria y la sensibilidad humana, el comandante Piñeiro nos obligaba a crecer por encima de nuestras posibilidades. Y pocas veces se equivocó.
Su método de trabajo era poco convencional. Aunque la estructura y organización del Departamento contemplaba una cadena de mando, muchas veces era conscientemente ignorada por Piñeiro, ante urgencias operativas o de compartimentación, dando instrucciones o recabando información del subordinado más cercano a la tarea de su interés, aun cuando violaba los niveles jerárquicos establecidos.
Su horario de trabajo que incluía toda la noche, coincidía con el de Fidel. No dormía mientras Fidel estuviese despierto. El tiempo para el sueño eran pocas horas en la mañana. Nunca conocimos de vacaciones y los fines de semana no se diferenciaban en intensidad del resto de los días de trabajo. Muchas veces recibíamos llamadas telefónicas en la madrugada para conocer o transmitir alguna información. Generalmente comenzaba preguntando: ¿Qué estás haciendo?, medio dormidos respondíamos: Jefe durmiendo. Seguidamente Piñeiro comenzaba a hacer preguntas o recabar información en un código verbal de su invención, para supuestamente desinformar cualquier escucha interesada o accidental, que no siempre podíamos descifrar porque algunos términos o seudónimos eran inventados por él en el momento de la conversación.
En su código más familiarizado con nosotros, así como para agilizar y proteger su comunicación con nuestros funcionarios en el exterior, Piñeiro utilizaba seudónimos con los que enmascaraba el diálogo. Se los tenía asignados a dirigentes y figuras políticas de la región y también con el ánimo de proteger a sus amigos y dirigentes cubanos. Identificaba a Fidel: como el 1, a Raúl, como el 2, Celia: la tía. Si alguien era destituido, «Cayó como penca de coco»; un problema inesperado: «Se apareció un muerto con espejuelos»; la crisis de los misiles: «Estamos a nivel de hongo»; un asunto que no sale bien: «Hay pitirre en el alambre», para alertar sobre una picardía: «Le vende un tranvía a un ciego», el mayor elogio: «La partiste», la peor crítica: «La cagaste», eran algunas de las expresiones de su lenguaje codificado.
Algunos meses antes del accidente automovilístico que le costó la vida, Piñeiro nos habló de un proyecto que tenía autorizado por Fidel para escribir las memorias sobre la ayuda internacionalista de la Revolución cubana al movimiento revolucionario y de liberación nacional de América Latina y África. Pidió a sus más antiguos subordinados, que comenzaran a escribir sus memorias de las relaciones con los partidos y organizaciones revolucionarias que habían atendido desde la década de los 60.
Desafortunadamente, su inesperada muerte impidió consumar el plan llevando a la tumba valiosas vivencias y secretos, pues solo Piñeiro conocía de conjunto la historia y entretelones de esas cuatro décadas de solidaridad a petición del movimiento revolucionario, muchos de los cuales por su delicadeza nunca fueron registrados en archivos. Sin embargo, los que tuvimos el privilegio de participar en esa épica jornada internacionalista, quedamos con la deuda de transmitir esa histórica memoria a las generaciones futuras.
Admirado por unos, odiado por otros, respetado por todos, el comandante Piñeiro no solo dejó su histórica impronta como mambí del siglo XX y auténtico difusor de las ideas de Fidel y el Che, sino que marcó a sus subordinados con su ejemplo ético y político durante más de cuatro décadas, así como a dirigentes revolucionarios y personalidades de todas las ideologías y regiones del mundo, con los cuales compartió su experiencia como jefe guerrillero y dirigente político.
19. Tenemos que escribir porque ya «La Parca» está cerca[9]
Renán Montero*
*Combatiente internacionalista; participó en el aseguramiento de la llegada del Che a Bolivia, combatió junto al FSLN en Nicaragua donde fungió como subjefe de seguridad del Estado entre 1979 y 1990.
Alrededor de dos meses antes de su muerte me encontré con Piñeiro. Fue la última vez que lo vi vivo. El caminaba con dos o tres personas, ente ellos Jorge Timossi y Tony López, funcionario del Departamento América. Llegó hasta el local de la editorial San Luis, del Ministerio del Interior donde estábamos tres o cuatro compañeros. Sonriendo, su saludo fue este:
«Tenemos que escribir porque ya la Parca está cerca». Usó la palabra parca y no muerte. Y además sentenció: «tenemos que hacerlo pronto, no nos queda mucho tiempo”. Yo ya conocía ese criterio suyo, pues meses antes me llamó para que yo le contara y escribiera sobre mi experiencia guerrillera en los años 59 y 60 cuando combatimos contra la Guardia Nacional de la dictadura de los Somoza. Tuve dos entrevistas con él con este fin y durante ellas expresó lo mismo: «Ya estamos medio viejos y podemos morir en cualquier momento. Puede que no haya tiempo y escribir sobre esas luchas es, y será, útil para esta y otras generaciones de cubanos y pueblos del Tercer Mundo».
Lamentablemente, pocas semanas después fallecía, cuando apenas comenzaba a hacer algo en este sentido.
20. Tenía un talento natural para el trabajo conspirativo
Luis Hernández Ojeda*
*Funcionario que trabajo bajo la dirección de Piñeiro desde comienzos de los años sesenta y en sus distintas dependencias, donde cumplió infinidad de tareas. Fue jefe de sección y Embajador de Cuba en Colombia y Nicaragua.
Mi primer encuentro con Piñeiro fue en 1962, a raíz de que fuimos incluidos en la primera delegación de la juventud cubana que visitaría Vietnam y China después de la Crisis de los Misiles. Me dijo: «Es tu primera misión, mira a ver cómo te comportas». Estaba convaleciente de una operación y sus consejos, más que instrucciones, serían los primeros de ese tipo que recibimos a lo largo de los años, cuando cumplíamos diversas tareas.
Piñeiro, sin dudarlo ni un minuto, fue para mí y para el resto de los funcionarios que trabajamos bajo sus órdenes, un padre al que podíamos confiar hasta nuestros problemas personales. Se generaba una confianza y una disciplina avalada por una identificación absoluta en lo político y en lo ideológico.
Barbarroja siempre fue un ejemplo de modestia, sencillez y con una autoridad que emanaba de su carácter criollo. Sin concesiones, pero fundamentalmente basada en los valores de los que han combatido y trabajan por la liberación de nuestros pueblos de América.
Su identificación con el Comandante en Jefe y su fidelidad a la Revolución eran principios que guiaban su conducta, su actuación, y la de todos nosotros, quienes teníamos el privilegio de participar, incluso en los encuentros del Comandante en Jefe con dirigentes y personalidades políticas diversas. Tales encuentros nos enriquecían y se convertían también en directivas de trabajo.
Al comandante Piñeiro no lo influyó el poder ni sobrevaloró su inteligencia.
Te obligaba a pensar todo el día… y en cualquier momento se aparecía con la gran sorpresa.
Según él, un informe tenía necesariamente que llevar una valoración, una opinión, lo que obligaba a pensar. Producía un entrecruzamiento de información y de análisis que, sin romper la compartimentación, mantenía a todo el equipo en vilo e informado. Recogía opiniones en todos los escalones, se movía hacia abajo y hacia arriba, y tenía un talento natural para el trabajo conspirativo.
A su vez, Piñeiro se guiaba por el principio y la motivación de apoyar todas las causas justas y la unidad latinoamericana y para ello se desarrollaba un trabajo muy amplio, hacia todos quienes no fueran definitivamente el enemigo. Ante la agresividad estadounidense en su dominio en la región, nuestro jefe, siguiendo a Fidel o a su semejanza, tenía la noción y la predisposición de responder a las acciones del imperio y tratar de darle duro allí donde le dolía.
Hay anécdotas que tienen un carácter educativo y de orientación. Recuerdo muchas de sus frases típicas. En una ocasión en que debía recibir y conversar con un personaje extranjero de posiciones políticas complejas y hasta de un carácter difícil, me hizo la siguiente recomendación: «Sonrisa Colgate con el tipo todo el tiempo».
El Comandante en Jefe le tenía gran aprecio y trabajaban juntos muchas situaciones. Lo pude palpar personalmente en muchas circunstancias. Incluso después del fallecimiento de Barbarroja, lo escuché de labios de una persona que trabajaba en el círculo íntimo de Fidel, cuando nos dijo:
«Ustedes no tienen ni idea de lo que Fidel extraña a Piñeiro y de cómo a ratos se manifiesta acerca de la falta que le hace».
21. Barbarroja y su pensamiento guevariano
Víctor E. Dreke Cruz*
*Combatiente en la Sierra e internacionalista, Coronel de la Reserva del MINFAR, Licenciado en Derecho y en Ciencias Políticas
Manuel Piñeiro Losada, más conocido como Barbarroja por las características de su barba, fue nombrado así, desde la lucha en la Sierra Maestra. Nació en Matanzas el 14 de marzo de 1933. Desde 1953 se destaca como revolucionario participando en protestas estudiantiles contra el golpe de estado del 10 de marzo de 1952.
Por estos motivos, la familia lo envía al exterior con el fin de alejarlo de las actividades revolucionarias y afirma Piñeiro que se hizo más revolucionario en la Universidad de Columbia, Nueva York. Estudiaba y trabajaba y sus inquietudes políticas se consolidaron al ver tanta discriminación y desigualdad en la propia Universidad.
En 1955 regresa a Cuba y participa en la fundación del Movimiento 26 de
Julio en Matanzas. Se destaca en la participación primero de actividades clandestinas en La Habana y después se incorpora en la Sierra Maestra a la columna de Fidel. En correspondencia con los méritos alcanzados es asignado por Fidel y acompaña a Raúl a la fundación del II Frente Frank País.
Al triunfo de la Revolución, tuvo diversas responsabilidades hasta que
tempranamente, pasa a dirigir el Viceministerio Técnico de la Dirección General de Inteligencia, de la Dirección Nacional de Liberación Nacional, del Ministerio del Interior, de aquí su vínculo con Fidel y el Che.
Tuvo la oportunidad de dirigir todo lo relativo al apoyo solidario a los Movimientos de Liberación en América Latina, pero también África, como yo lo pude palpar de manera personal cuando formé parte de los combatientes que acompañamos al Che en el Congo. El equipo de Piñeiro fue parte importante para nuestros preparativos de esa misión del Che, las coordinaciones, la logística del traslado y mucho más.
Unido al Che trabajó en esta línea internacionalista y sus frecuentes encuentros estuvieron encaminados a estudiar con profundidad los Movimientos existentes y estructurar como apoyarlos a partir de sus necesidades.
En el №137 de la revista Tricontinental destaca en su «modesto homenaje al Che», como él expresó, la labor internacionalista realizada por este líder y su relación de trabajo en esta línea con el Comandante Fidel Castro.
Menciona con detalle las entrevistas y relaciones de trabajo que tuvieron Fidel y el Che con los dirigentes latinoamericanos que tenían como pensamiento estratégico la lucha de liberación de sus pueblos. El 31 de julio de 1997, en el Pabellón Cuba, se celebró la Jornada por el XIV Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, donde se destacó el papel de la juventud en la Lucha de Liberación de sus pueblos y comentó la actitud ejemplarizante del Che.
La personalidad y carácter de Barbarroja, iba muy a tono con su trabajo específico, gustaba de hacer bromas para reducir las tensiones, gozaba de un humor oportuno que facilitaba las relaciones entre los compañeros y daba confianza para encaminar los objetivos tal cual eran previstos.
Fue un amigo fiel de la revolución, de Fidel, Raúl y el Che y un enemigo mortal del imperialismo, convencido como dijo el Che que «al imperialismo ni un tantico así»
22. La chispa y la memoria de Piñeiro
Jorge Luis Joa Campos*
*Combatiente de clandestinidad en Santiago, integro la Columna 9 del Ejército Rebelde; fue Jefe de sección a las órdenes de Piñeiro tanto en el Viceministerio Técnico del MININT como en el Departamento América del Partido Comunista de Cuba.
Fue debido a la chispa y la memoria de Barbarroja, y no solo a sus orientaciones, que se me propició un exitoso comienzo de mi trabajo, y un marco para el mismo, cuando se me asignó la misión de representante de nuestro Partido en México, hace ya bastante tiempo.
Cuando fui designado como Consejero Político de la embajada de Cuba en ese país, Piñeiro le sugiere a Fidel que le mande una nota de saludo al Secretario de Estado (Ministro del Interior) Fernando Gutiérrez Barrios, quien consideraba contar con la amistad de nuestro Comandante a lo cual Fidel había asentido.
Piñeiro se acordó del importante «detalle» de que ese personaje había sido jefe de las entidades que habían arrestado en México a finales de 1955 o a comienzos de 1956 a Fidel Castro y a parte de los compañeros que se preparaban entonces para la expedición del yate Granma. Gutiérrez Barrios habría quedado entonces muy favorablemente impactado por la personalidad y las conversaciones que sostuviera entonces con Fidel.
Por supuesto, Piñeiro obtuvo la nota de Fidel de la que fui portador y me orientó que en el encuentro con Gutiérrez Barrios le explicara, como así hice, los objetivos de mi labor como parte de la embajada y le di seguridades que no nos inmiscuiríamos en asuntos internos de México, sino en relacionarnos y atender a parte de los muchos exiliados centroamericanos y a otras personalidades de paso por la capital mexicana. En Ciudad México radicaba buena parte del exilio latinoamericano en una etapa en que imperaban los regímenes golpistas y militares en la región.
Esto posibilitó nuestras relaciones directas con el Ministro mexicano y nuestro posterior contacto con el Presidente del PRI (Partido de Gobierno) Sansores Pérez, el Canciller Jorge Castañeda (de nefasta recordación), el Presidente del Congreso Mexicano y algunos asesores del Presidente Andrés López Portillo.
Desde Ciudad México contribuimos al trabajo de influencia que siempre realizó nuestro departamento, en este caso fundamentalmente con fuerzas políticas de los países de la región y otras personalidades radicadas o de paso por el país azteca.
Directamente o través de sus otros subordinados, Piñeiro fue un importante factor para el logro de la unificación de las tres tendencias del sandinismo, un importante suceso que garantizó el triunfo de la Revolución Sandinista en 1979 con el apoyo, también, de varios gobiernos del área.
Las sugerencias de Piñeiro lograron que nuestro departamento tuviera representantes permanentes en los principales países de América Latina con sus gobiernos y distintos partidos políticos de disimiles tendencias creándose las condiciones para el paulatino establecimiento de relaciones oficiales con los mismos.
Otro logro de las estructuras creadas y dirigidas por Barbarroja fue la relación inicial establecida con el Comandante Hugo Chávez Frías, aunque aquel no alcanzó a ver el triunfo de la Revolución bolivariana.
Estando yo a cargo de la coordinación del trabajo para el triángulo de la Gran Colombia –esto es nuestro trabajo hacia Ecuador, Colombia y Venezuela– fue cuando el representante de nuestro departamento Carlos Antelo estableció contacto con Hugo Chávez, recién salido de prisión, donde estuvo encarcelado dos años luego del alzamiento que había encabezado el 4 de febrero de 1992. Y por esa vía se propició su primera visita a Cuba en diciembre de1994, que cobró mayor connotación luego que el gobierno venezolano encabezado por Caldera se prestara a congraciarse con los contrarrevolucionarios cubanos radicados en Estados Unidos
En apariencia no iba a ser, ni podía ser, una visita oficial. Fue a Fidel a quien se le ocurrió que la invitación fuera extendida por Eusebio Leal, director de la Oficina del Historiador de la Ciudad, para que dictara una conferencia acerca del Libertador, la cual, cuando tuvo lugar, contó con la presencia de Piñeiro y del Comandante en Jefe.
Previamente, estando en Caracas, Chávez había preguntado repetidamente y planteó con insistencia su interés en saludar o ser recibido por Fidel. Con delicadeza se le dijo que ello podría ocurrir pero no se lo podíamos garantizar.
En definitiva, Fidel fue a recibirlo al aeropuerto. Yo estaba en la pista y se me indicó que subiera a la aeronave a saludarlo dentro del avión. Allí Chávez me preguntó de nuevo si vería a Fidel. Antes de bajar por la escalerilla extendí el brazo y le dije al visitante: «Mire hacia la pista», y se maravilló cuando vio que allí estaba esperándolo el Comandante en Jefe.
Después de una cena íntima con el Comandante en Jefe esa noche, por indicaciones de este, hicimos gestiones con el Embajador de Venezuela en La Habana y se logró, para bajar tensiones y neutralizar una reacción adversa de ese gobierno ante la visita, que la primera actividad pública aunque reducida se efectuara esa misma noche nada menos que en la sede de esa Embajada.
[CONTINUARÁ]
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Notas:
[1] Tomado de Jorge Timossi: Los Cuentos de Barbarroja. Comandante Manuel Piñeiro Losada, Ediciones Colihue, Buenos Aires, 1999, p. 45.
[2] Tomado de Jorge Timossi: Los Cuentos de Barbarroja. Comandante Manuel Piñeiro Losada, Ediciones Colihue, Buenos Aires, 1999, p. 156–159
[3] Tomado de Jorge Timossi: Los Cuentos de Barbarroja. Comandante Manuel Piñeiro Losada, Ediciones Colihue, Buenos Aires, 1999, p. 84.
[4] Tomado de Jorge Timossi: Los Cuentos de Barbarroja. Comandante Manuel Piñeiro Losada, Ediciones Colihue, Buenos Aires, 1999, pp. 78–79.
[5] Tomado de Jorge Timossi: Los Cuentos de Barbarroja. Comandante Manuel Piñeiro Losada, Ediciones Colihue, Buenos Aires, 1999, pp. 177–179.
[6] Tomado de Jorge Timossi: Los Cuentos de Barbarroja. Comandante Manuel Piñeiro Losada, Ediciones Colihue, Buenos Aires, 1999, pp. 180–183.
[7] Tomado de Jorge Timossi: Los Cuentos de Barbarroja. Comandante Manuel Piñeiro Losada, Ediciones Colihue, Buenos Aires, 1999, pp. 175–176.
[8] Tomado de Jorge Timossi: Los Cuentos de Barbarroja. Comandante Manuel Piñeiro Losada, Ediciones Colihue, Buenos Aires, 1999, pp. 110–111.
[9] Tomado de Jorge Timossi: Los Cuentos de Barbarroja. Comandante Manuel Piñeiro Losada, Ediciones Colihue, Buenos Aires, 1999, pp. 160–162.
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