Su gestión durante la DANA es un reflejo de un modelo político que normaliza la negligencia y abandona a las comunidades más vulnerables.

Carlos Mazón, presidente de la Generalitat Valenciana, intenta salvar su imagen tras la tragedia provocada por la DANA del 29 de octubre. Con más de 200 víctimas y daños incalculables, el líder autonómico ha optado por el negacionismo. Una llamada a las 18:28 con el alcalde de Cullera, Jordi Mayor, ha sido su único argumento para justificar que estaba al tanto de la emergencia, pero la evidencia lo desmiente.

Mayor, representante del PSPV-PSOE, desarmó públicamente la versión del presidente. Según sus palabras, la conversación telefónica en cuestión no trató la emergencia climática. “La llamada no fue para informarme de nada que tuviera que ver con la DANA”, afirmó Mayor, evidenciando el intento de Mazón de manipular la narrativa. Este desmentido no solo pone en entredicho la veracidad del discurso del presidente, sino que subraya la gravedad de su inacción: ausente durante horas críticas mientras el caos se extendía.

Mientras Mazón cenaba despreocupadamente, el Centro de Coordinación Operativa Integrada (CECOPI) y los equipos de emergencias lanzaban alertas que, según el presidente, “no eran concluyentes”. Aemet y la UME alertaron con antelación sobre el riesgo extremo, incluyendo posibles roturas de presas. Sin embargo, Mazón optó por desviar la atención, acusando al Gobierno central de no haber tomado el mando. La estrategia de culpar a terceros no oculta la negligencia autonómica.

Los protocolos de actuación ante emergencias climáticas no dejan espacio para excusas. La alerta roja exige una respuesta inmediata y coordinada, algo que, según todos los indicios, brilló por su ausencia. En lugar de liderar, Mazón eligió minimizar los hechos, priorizando una comida de cinco horas sobre la vida y seguridad de miles de valencianos y valencianas.

LA POLÍTICA DE LAS EXCUSAS: MENTIRAS Y DESVÍOS

La actuación de Mazón tras la DANA revela un patrón preocupante: una política basada en mezclar verdades a medias con mentiras descaradas para eludir responsabilidades. En su discurso, ha cuestionado la actuación del Gobierno central, insinuando que debería haber asumido el control ante el riesgo de colapso de infraestructuras críticas. Esta acusación, no respaldada por hechos, busca desviar la atención de su propia incompetencia.

El alcalde Mayor no ha sido el único en señalar las incongruencias de Mazón. Desde diferentes sectores se ha señalado que el presidente tuvo acceso a la información necesaria para activar una respuesta adecuada. Sin embargo, mientras la presa de Forata estaba bajo riesgo y los pueblos cercanos sufrían inundaciones, la Generalitat se encontraba desconectada, liderada por un presidente más preocupado por limpiar su imagen que por salvar vidas.

Es importante recordar que la emergencia climática no es un evento aislado, sino parte de una crisis global agravada por las políticas irresponsables y la falta de previsión. Mazón, representante de una agenda política que prioriza el beneficio económico sobre la sostenibilidad, no es ajeno a estas dinámicas. Su gestión durante la DANA es un reflejo de un modelo político que normaliza la negligencia y abandona a las comunidades más vulnerables.

La catástrofe dejó al descubierto las carencias de un sistema diseñado para proteger intereses privados antes que a las personas. Las y los profesionales de emergencias hicieron lo posible con recursos insuficientes, mientras las autoridades políticas brillaban por su ausencia. Este abandono no es casual; es el resultado directo de políticas que desmantelan lo público en favor de lo privado.

En lugar de asumir responsabilidades, Mazón opta por victimizarse, calificando las críticas como “bulos”. Pero las y los valencianos no necesitan excusas ni narrativas manipuladas. Necesitan líderes que prioricen sus vidas por encima de su agenda personal o política.

Cuando los protocolos de alerta se convierten en papel mojado, las consecuencias las paga siempre la ciudadanía.

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