Estamos indignados porque los líderes europeos ignoran y se despreocupan de los cuerpos que flotan en el mar”, afirmaba en Marsella David Beversluis, uno de los miembros de Médicos sin Fronteras a bordo del Aquarius.

Lo único en lo que parecen haberse puesto de acuerdo en el Consejo Europeo es en dejar en los umbrales del territorio de la UE a miles de personas sin importarles cuán vulnerables son, ni de qué terribles crisis huyen. Solo hay dos opciones para estas personas: permanecer atrapadas en Libia o morir en el mar. Más que una elección, es una condena.

La ciega obsesión de los Gobiernos europeos por mantener lejos de sus costas a migrantes, refugiados y solicitantes de asilo convierte a estas personas en meras mercancías, cuando lo prioritario ahora es cumplir con el derecho internacional y evitar que sigan ahogándose en el mar.

La cifra de víctimas mortales en 2018 supera el millar por quinto año consecutivo y junio, coincidiendo con los cierres de los puertos italianos, ha sido el mes más letal de lo que llevamos de año. Desde el último rescate del Aquarius, el 8 de junio, más de 500 personas han perdido la vida en el Mediterráneo central.

Estos últimos naufragios coinciden con otra deriva dramática: las embarcaciones de las ONG han sido excluidas de las operaciones de rescate. La actuación de Italia, con el cierre de sus puertos a las organizaciones de ayuda, y la complicidad de la UE están eliminando capacidades de salvamento allí donde son más necesarias y expulsando de facto a testigos incómodos de las aguas internacionales frente a Libia.

La UE está caminando en dirección contraria a lo que dictarían la lógica y la humanidad: el incremento de las operaciones de búsqueda y rescate en el Mediterráneo central. Las autoridades europeas deben poner las vidas humanas en primer lugar y asumir una responsabilidad compartida para fortalecer la capacidad de salvar vidas. Y deben hacerlo tal y como establece una legislación internacional, que obliga a que las personas rescatadas sean llevadas al puerto seguro más cercano. Y, hoy por hoy, Libia no es un lugar seguro.

 

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