Miles de familias en España llevan años luchando por recuperar a sus familiares, hombres y mujeres que fueron detenidos por su ideología; por el mero hecho de estar en contra del régimen que impuso Franco en 1939; por pensar diferente. Había terminado ya la guerra que asoló el país durante tres años. Sufrieron torturas, fueron encarcelados y en la prisión continuaron recibiendo torturas y tratos vejatorios. Finalmente fueron fusilados y arrojados a fosas comunes o cunetas.
Todos ellos, decenas de miles, son víctimas de la represión franquista. Sus familiares no buscan venganza. Tampoco guardan rencor. Únicamente pretenden recuperar sus restos para enterrarlos donde consideren, ya sea en un nicho familiar o en la misma fosa, donde ya estuvieron, para que se les recuerde. Solo buscan un entierro digno para estas personas, como se le concede a cualquier otra persona cuando llega su hora.
Los represaliados franquistas todavía no gozan de las garantías constitucionales de reparación y de dignidad que merecen. Se procura su condena al olvido, que sus familiares abandonen su lucha por evitarlo: no se les ha conferido una adecuada reparación histórica. Los familiares de miles de personas no pueden cerrar sus heridas porque el franquismo y el fascismo que caracterizó a este régimen siguen muy vigentes.
España presenta una anomalía democrática en términos de memoria, como podemos comprobar teniendo en cuenta las acciones llevadas a cabo frente a dictaduras fascistas en otros países cercanos. La exaltación del fascismo o de su simbología en Alemania implica una multa y una pena de cárcel. Tanto el país germano como Italia anularon las sentencias dictadas a los presos durante los períodos de exaltación de los mandatos de sus dictadores, Hitler y Mussolini. No obstante, en España aún no se ha anulado ninguna de las sentencias dictadas por tribunales franquistas.
Juicios a civiles que se llevaron a cabo por tribunales militares, sin ninguna garantía constitucional, continúan vigentes en España a día de hoy. En ellos se les acusaba de delitos que no cometieron, de crímenes que dichos tribunales falsearon o inventaron para condenar a los detenidos por sus ideologías. Fueron juicios sumarísimos sin garantías procesales y mediante los que acusaron a muchos de “adhesión a la rebelión” ya que no se daba el caso de haberse presentado acusaciones fehacientes. Este era su recurso más común para penar a las personas acusadas con la muerte. Es por ello justo y de dignidad que se anulen dichas sentencias, tal y como ocurrió en Alemania y en Italia. Sus familiares cargan con décadas de una lucha infructífera.
No es de extrañar que el elogio del franquismo y del fascismo sean habituales en España. Por este mismo motivo no se ha tratado de llevar a cabo una reparación. Tampoco se procuró una transición democrática como debe hacerse cuando termina un período de 40 años de dictadura fascista. No se contempló una transición modélica: simplemente se intentó encubrir el pasado para que la sociedad pasara a vivir bajo un nuevo régimen sin dar los pasos adecuados.
No debemos olvidar que en España aún tenemos el bar franquista Casa Pepe, donde se hace exaltación del franquismo y de toda su simbología. Hasta se le ha concedido el nombre de una calle, algo impensable en lugares como en Alemania, donde la apología del fascismo o la mera negación del Holocausto conlleva penas de cárcel. Aquí, en España, no solamente no conlleva penas de prisión sino que se permite a los ciudadanos abrir establecimientos dedicados al dictador, crear una fundación que enaltece su figura o hacer apología de su régimen dictatorial.
Otro ejemplo de la ausencia de reparación es el torturador conocido como Billy El Niño, que murió recientemente con sus medallas, otorgadas por sus servicios durante el franquismo, y sin ser juzgado por todos los asesinatos o las torturas que provocó o que él mismo causó. En España no se ha juzgado aún a los asesinos ni a los torturadores franquistas, un claro ejemplo de que aquí todavía no se está haciendo reparación ni justicia.
Las naciones que han sufrido los estragos del fascismo se enfrentaron a él, lo condenaron y legislaron añadiendo matices claramente antifascistas. Sin embargo, el Estado español no solo permite la exaltación del franquismo sino que también ha dejado desamparadas a las víctimas y a sus familiares durante décadas, permitiendo que los sumarísimos sigan vigentes, que no se anulen las sentencias y que no se repare a las familias.
Debemos recordar al expresidente Rajoy, cuando dijo que el presupuesto para la memoria histórica “ha sido cero, de media cero porque fue cero todos los años”. Otros políticos han llamado recientemente “buscadores de huesos” a los familiares de las víctimas del franquismo y otros les han dicho “que se jodan”. Estas actitudes despectivas no corresponden con una democracia consciente de la necesidad de la reparación. Las miles de familias que perdieron a familiares simplemente por pensar diferente al régimen en el poder no las merecen.
La memoria histórica es esencial para conocer lo que ocurrió en el pasado, para evitar así que se repita en el futuro. Se debe conocer el fascismo en profundidad, enfrentarse a él y reflexionar sobre la historia. La memoria histórica es importante porque sin su trabajo las democracias se encuentran en un grave peligro: no puede haber una democracia sana si no se condena el fascismo. Una democracia tiene que ser siempre antifascista.
La ausencia de referencias a la dictadura y retirar los símbolos referentes al franquismo no es suficiente porque de serlo la sociedad estaría llevando a cabo un acto de negacionismo. Tampoco se debe blanquear las biografías de los dirigentes franquistas. Es necesario crear un espacio físico, como un museo, para que la gente vaya y conozca las torturas, el hambre y el daño que causó el franquismo: hay que enseñar lo que pasó para que podamos evitar como sociedad que vuelva a pasar. No hay que hacer un negacionismo y que desaparezca el franquismo: hay que estudiarlo y enseñarlo para que pueda ser entendido y condenado.
La Constitución Española debería estipular la prohibición de la exaltación del franquismo, una condena explícita contra la dictadura franquista en la norma que rige nuestros derechos como españoles. Este sería un paso muy importante para que nuestra historia deje de perseguirnos y poder solucionar ciertos problemas del pasado que están repercutiendo en el presente, como vemos en comparación con otras naciones.
Quien crea que el franquismo no supone un peligro actualmente debería recordar las palabras de un diputado de VOX, afirmando que “condenar el franquismo no tiene ningún sentido puesto que” son “herederos” del régimen fascista. Hablar sobre ese período de la historia, analizar la figura de Franco, el franquismo y su ideología es clave para evitar otra posible situación similar, y esa es la función principal de la memoria histórica.
Un aspecto trascendental de la memoria histórica es la recogida de testimonios orales que se utilizan posteriormente para conocer parte de nuestra historia. Los testimonios orales emplean como objeto de estudio, favorecen el análisis de los hechos para que no se puedan perder, modificar ni tratar de olvidarse o tergiversarse lo que ocurrió.
Los relatos orales provienen de la experiencia, de las vivencias propias de las personas, y constituyen una narración muy diversa que ayuda a comprender las experiencias vividas y las represiones sufridas, a la vez que amplían nuestro conocimiento, nuestra historia y el contexto en el que vivieron dichas personas.
Debemos superar siempre el pacto del olvido para evitar que haya una desmemoria: si se olvida el pasado puede tener lugar un negacionismo o dificultarse el intento de recuperar la memoria. Para que la democracia española alcance el grado de madurez que le corresponde y aborde el objetivo de no negar la historia se debe trabajar en los testimonios orales. Recuperar la historia, darla a conocer y que las familias recuperen a sus familiares es la forma más viable de que poco a poco se cierren unas heridas que han permanecido demasiado tiempo abiertas. Esta es la vía más directa de que la sociedad conozca la verdad y de que el proceso de borrado no pueda existir, ya que estos testimonios van a perdurar.
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Saludos revolucionarios de paz y bendiciones desde México. Así como en España la Memoria Histórica es responsabilidad de la sociedad, también en Colombia, Ecuador, Perú, México, Cuba, Venezuela Bolivariana, Haití, Panamá, Uruguay, toda Nuestra América y el Mundo es necesario que los pueblos y las sociedades conozcamos nuestra historia y a partir de allí empecemos a trabajar por un Mundo Mejor donde las mujeres y los hombres podamos Vivir con Dignidad. Disfrutar de la vida como Hermanos y nunca más como Oprimidos ni como Opresores. ¡Hasta la Victoria Siempre!, Fernando Acosta Riveros, Lector incómodo desde tierras jaliscienses.
Estos temas debieron ser resueltos al principio de la transición; vamos con retraso y no parece que haya mucho interés en solucionar este asunto desde las altas instancias del estado y de la justicia. Probablemente, por miedo a los de siempre, o porque esperan que pase el tiempo para que las nuevas generaciones se olviden y pasen página; pero de ser así a buen seguro que se equivocan, como vemos a menudo con en el tema de los indígenas americanos que no olvidan ni perdonan. No, la historia no perdona, porque el dolor de las masacres perdura durante generaciones. Esto hay que solucionarlo cuándo antes, sacando a la gente de las cunetas, sin parches, sin predilecciones, de un bando o de otros, los muertos han de volver a los cementerios, y a sus familias. O este conflicto no acabará nunca...