Carmen Zornoza Gallego
Ingeniera en Cartografía y Geodesia
Imaginarnos mirando al mar nos conduce a una sensación de calma, con la brisa fresca sobre nuestro rostro y, seguramente, con los pies metidos en la arena. Pocos lugares son tan atractivos para el ser humano como el litoral, consecuencia de ello es la presión urbanística que sufre.
La trasformación del ser humano sobre la zona se produce desde antiguo, ya que el clima y los recursos relacionados con la pesca y el cultivo favorecían los asentamientos. Con la revolución industrial comenzaron actuaciones de envergadura: desecación de humedales, ocupación de las llanuras de inundación costeras y deltas, puertos y urbanización. Pero es a partir del SXX cuando, con el fin de promocionar el turismo, comienza una intensa transformación que se extiende hasta nuestros días. La situación de artificialización de la zona costera en España difiere según zonas. Según el Observatorio de la Sostenibilidad, en 2011, los primeros 500 metros de costa tenían un 27% de uso artificial para el total del estado. Los casos más graves por provincias son: Málaga con 81%, Valencia con 67% y Barcelona con 64%. El influjo litoral se extiende más allá de estos primeros metros, pero se hace hincapié en esta zona porque es aquí donde todos los factores del sistema litoral confluyen con mayor intensidad.
En un sistema litoral se relacionan aspectos físicos, medioambientales, económicos, sociales y jurídicos, formando un sistema de compleja gestión. Pero la vertiente económica es tan fuerte que modela, o mejor dicho pretende modelar, los demás aspectos. Observamos cómo bajo el prisma del impacto positivo en la economía se cambia la fisonomía de los espacios litorales (residenciales, paseos marítimos, puertos, espigones…), cómo la presión humana derivada deteriora estas zonas con alto valor ecológico, cómo algunas de estas actividades mejoran la economía local o cómo el marco jurídico evoluciona disminuyendo la protección del área.
Pero la costa, por naturaleza, es un lugar fronterizo, frontera de tierra y mar, y como cualquier frontera, es un lugar inestable. Se trata de un lugar de transición donde el fuerte intercambio de materia y energía produce un espacio en constante evolución. El problema de la artificialización masiva del área litoral reside, no sólo la eliminación de la protección natural contra oleajes e inundaciones o en el impacto medioambiental, sino que además se han localizado aquí recursos de interés que quedan expuestos a estos elementos. Como ejemplo sencillo podemos ver la destrucción que lleva aparejado cualquier temporal. Es decir que, aunque sólo analizáramos términos económicos, también tiene implicaciones negativas.
Una lectura sesgada de la situación y con poca perspectiva temporal, nos lleva a actuaciones también sesgadas, ejemplos de las cuales pueden contarse por miles en nuestro territorio. Realizar una buena gestión integrada del área litoral es avanzar hacia su protección, no sólo ambiental, de todos los elementos que se dan en este espacio. Es importante trabajar por el equilibrio, porque en caso de desajuste en el sistema, este no es un buen campo de batalla para doblegar a la naturaleza. Caminemos hacia una nueva cultura territorial.
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