Una campaña contra el hambre, que afecta a 15,5 % de la población de Brasil, busca movilizar nuevamente la sociedad en busca de soluciones urgentes, inspirado en un movimiento masivo que entusiasmó al país en 1993.

“Ahora es más difícil, el hambre se diseminó por todo el país, en ciudades donde no había, se profundizó”, evaluó Rodrigo Afonso, director ejecutivo de Acción de la Ciudadanía,  una de las organizaciones sociales que encabezan la campaña.

“Además la sociedad está anestesiada con tantas tragedias, agotada tras dos años de pandemia de covid-19, muchas pérdidas”, se lamentó en una entrevista con IPS.

Y no se puede contar con el gobierno actual, que además de desactivar políticas que venían ampliando la seguridad alimentaria, adoptó medidas negativas, acotó el activista, por ahora mirando a la sociedad civil y las empresas.

Brasil alimenta 1000 millones de personas en el mundo, proveemos la seguridad alimentaria de un sexto de la población mundial”, exageró el presidente Jair Bolsonaro en su discurso en la Cumbre de las Américas, el 10 de junio en la ciudad estadounidense de Los Angeles. La cifra estaría más cerca de una octava parte que de una sexta.

Asimismo serían 800 millones de seres humanos para los investigadores agrícolas brasileños que hicieron un simple cálculo basado en la creciente producción de granos del país y generaron ese cuento.

“Ahora es más difícil, el hambre se diseminó por todo el país, en ciudades donde no había, se profundizó… Además la sociedad está anestesiada con tantas tragedias, agotada tras dos años de pandemia de covid-19, muchas pérdidas”: Rodrigo Afonso.

Si Brasil responde por 10 % de la producción mundial de granos, cerca de 270 millones de toneladas este año, según el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Abastecimiento, entonces alimentaría 10 % de la humanidad.

El país es de hecho el mayor productor mundial de soja, café y azúcar, además de mayor exportador de carnes.

Alimentación para fuera, carencias dentro

Pero la producción de que se ufanan los líderes políticos y grandes agricultores se destina básicamente a la exportación y a la alimentación ganadera. Los brasileños consumen solo una pequeña parte del maíz y una porción menor aún de la soja, productos más volcados a la exportación y a los animales.

Por otro lado, Brasil es importador neto de trigo y frijoles, esos sí productos determinantes en la dieta de los habitantes del país, tal como el arroz cuya producción alcanza justo para la demanda interna.

En realidad, Bolsonaro y su gobierno de extrema derecha, estrechamente aliado con la agricultura de exportación, tratan de defender un sector que enfrenta críticas internacionales, debido a su asociación con la deforestación amazónica, el asedio a los indígenas y el abuso de agroquímicos.

El hambre de 33,1 millones o 15,5 % de los brasileños, desvelado por la no gubernamental Red Brasileña de Investigación en Soberanía y Seguridad Alimentaria y Nutricional –Penssan, enturbia más aún la imagen de gran productor de alimentos.

Esa red encabezada por investigadores de universidades y otras instituciones públicas, pero abierta a todos los interesados, divulgó el 8 de junio su segunda Encuesta Nacional sobre Inseguridad Alimentaria en el Contexto de la Pandemia de covid-19.

El estudio hecho con datos recogidos entre noviembre de 2021 y abril de 2022 apuntó a un aumento de 73 % sobre los 19,1 millones de hambrientos registrados en la primera edición, de fines de 2020.

Es decir, en poco más de un año de pandemia, se sumaron 14 millones de personas a la situación de inseguridad alimentaria grave, o la privación frecuente de comida. El aumento fue de 9 % a 15,5 % de la población brasileña, hoy estimada en 214 millones de habitantes.

La crisis afecta más a las poblaciones del Norte y Nordeste, las regiones con más pobreza, a los negros, las familias encabezadas por mujeres y que tienen hijos menores de 10 años, la población rural y locales donde también impera la inseguridad hídrica. Las desigualdades se intensificaron.

Reviviendo movimiento contra el hambre

Para enfrentar ese nuevo cuadro de emergencia, Acción de la Ciudadanía llamó al Encuentro Nacional contra el Hambre, que reunió representantes de movimientos sociales, organizaciones no gubernamentales y consejos de seguridad alimentaria existentes en los estados brasileños, del 20 al 23 de junio en Río de Janeiro.

El encuentro aprobó una carta dirigida a la sociedad con la propuesta de diez medidas prioritarias, que comprenden desde aumento del salario mínimo nacional a una reforma tributaria justa, reanudación de la reforma agraria y de la demarcación de tierras indígenas, interrumpidas en el actual gobierno, y la restauración de las políticas de seguridad alimentaria también abolidas en la gestión actual.

Esos reclamos servirán de base a la nueva campaña contra el hambre que será oficialmente inaugurada en las próximas semanas, anunció Afonso.

Ese cuadro actual se debe a la crisis económica que sufre Brasil desde 2015 y a la pandemia, agravado como “producto de las decisiones gubernamentales recientes, que desmontaron políticas de seguridad alimentaria e impusieron nuevas medidas contrarias”, resumió el director ejecutivo de Acción de la Ciudadanía a IPS.

El actual gobierno mantiene el salario mínimo, por ejemplo, sin aumento, solo corregido cada año por la inflación oficial. La inflación actual de 11,73 % acumulado en 12 meses hasta mayo reduce su poder adquisitivo cada mes.

Su valor fijado en 1212 reales (233 dólares) para este año ya no logra comprar la canasta básica de alimentos y productos de higiene necesarios a una familia de cuatro personas en la sureña ciudad de São Paulo, que cuesta 1226 reales actualmente, según el Departamento Intersindical de Estadística y Estudios Socioeconómicos.

Bolsonaro sustituyó la Bolsa Familia por el Auxilio Brasil, una ayuda de 400 reales (77 dólares), el doble de la suma anterior, a 18 millones de familias, en un intento por conquistar votos entre los pobres, sector en que sufre altos índices de rechazo según las encuestas para las elecciones presidenciales de octubre.

Pero hay “casi tres millones de familias” muy pobres aún excluidas del programa y siguen sujetas al hambre, destacó Afonso.

Acción de la Ciudadanía es la organización no gubernamental heredera del masivo movimiento desatado en 1993 por el sociólogo Herbert de Souza, conocido como Betinho, que despertó el país para el drama del hambre y movilizó la solidaridad de millones de personas en comités municipales, de fábricas, de escuelas, de barrios y todo tipo de comunidad.

La campaña, bautizada de Acción de la Ciudadanía contra el Hambre y la Miseria y por la Vida, desató un proceso que culminó en la creación de un sistema nacional de seguridad alimentaria, gubernamental pero con amplia participación de la sociedad en consejos a nivel nacional, de los estados y municipales.

“Seguimos con comités regionales y locales en todos los 26 estados brasileños” buscando recolectar donaciones de alimentos y movilizar la población por la prioridad en el combate al hambre, sostuvo Afonso.

Muchas empresas apoyan la campaña que también intentará movilizar el mundo político, entregando la carta aprobada en el Encuentro contra el Hambre a todos los candidatos a la presidencia en las elecciones de octubre, anunció el activista, confiado en un nuevo despertar de la sociedad para el problema, pese al momento adverso.

IPS – Mario Osava, desde Río de Janeiro

1 Comentario

  1. Cada día nos llegan nuevas noticias sobre el aumento del hambre en el mundo. Ayer supimos que en el llamado Cuerno de África ( Etiopía, Somalia y Kenia) hay una hambruna que afecta a 14 millones y medio de personas, sin que la famosa Comunidad Internacional mueva un dedo. Y hoy nos enteramos de la situación en Brasil, donde una iniciativa popular- Acción de la Ciudadanía brasileña- han de saludar como ejemplar todos los hambrientos del mundo, que no cesan de aumentar a un ritmo acelerado desde el 2008 para acá, y con especial velocidad desde el inicio de la Plandemia en los países del Sur Global y del Norte empobrecido, como es el caso de España. Nuestro país, con sus más de ocho millones de familias pobres y no sé cuántos miles de trabajadores que no consiguen alimentar a los suyos, uno siente vergüenza, asco y rechazo a tanta injusticia en estos países ricos como Brasil o España. Vergonzosas resultan aquí las colas del hambre, los bancos de alimentos y la presencia de Caritas mientras el Consejo de Ministros de hoy, 5 de Julio de 2022, decide ampliar el gasto militar en mil millones y desembolsar el 2 por ciento de la riqueza nacional ( PIB) a más inversiones militares, a la vez que hace la vista gorda a tanta evasión fiscal de los ricos y se resiste a aumentarles los impuestos. Este enorme desprecio a los trabajadores y a los jóvenes y marginados sociales resulta bochornoso para una conciencia medianamente sana, pero no para los gobiernos, ni de España ni de Brasil, ni de ninguna parte, porque ni la conocen. Así que, como siempre, o el pueblo salva al pueblo, o el pueblo perece. En casos extremos – y siempre con fines electoralistas- los administradores públicos de la miseria nacional aflojan el saco y dejan caer algunas miguitas más de la mesa de Epulón, que cuelgan de un hilo que permite al político de turno volverlas a recoger antes de que sean consumidas. En España, para acallar las protestas, el Gobierno promete mejorar la situación de los trabajadores de la Sanidad. Y ahí se queda, mientras anuncia que habrá más inflación, recesión y más pobreza y desempleo. En estas circunstancias, o el pueblo se moviliza para salvarse a sí mismo, o el futuro pinta que ni peor.

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