Rosa Pineda
Secretaria de comunicación CNT Córdoba


Aún resonando en mis oídos las consignas y lemas “Que viva la lucha de las mujeres”, “Arriba el feminismo que va a vencer, abajo el patriarcado que va a caer”, aún grabadas en las pupilas esos grandes titulares “La lucha de la mujer hace historia”, aún sintiendo el estrés de las últimas horas con la deseada llegada de las 00h del gran día El 8M.

Es entonces cuando explotan la incertidumbre, los nervios, la alegría, toda esa amalgama de emociones que a fuego lento se fueron cocinando en los últimos meses junto con innumerables horas de reuniones, de trabajos colectivos e infinitas horas delante del ordenador…, y experimento reflexiones que me hacen pensar que algo no encaja preguntándome, ¿Hubo movilización, actos, talleres.. en el pequeño pueblo donde vecino con apenas 2000 habitantes?, ¿Que ha pasado en las zonas rurales este 8M?

Las zonas rurales que no han salido en los titulares, zonas apenas mencionadas en las movilizaciones, aquellas que para verlas hay que realizar una búsqueda exhaustiva en las redes (gracias a una de estas búsquedas siento una gran alegría al toparme con un vídeo de la lectura del manifiesto de Teruel, visibilizando la lucha de las mujeres rurales). Estas mujeres apenas han estado representadas en las grandes movilizaciones, y no podemos caer en el olvido que son estas las mujeres que cuidan de las ciudades, las mujeres que alimentan a las grandes urbes, las mujeres que velan, se ocupan y mantienen la tierra, los animales y las semilla, todas ellas apenas han tenido un minuto de gloria en los medios de comunicación y en las masivas movilizaciones.

Por todas las ciudades se ha escuchado el cántico “abajo el patriarcado que va caer”, ese patriarcado que como sistema nos oprime, nos discrimina y justifica la violencia que vive la humanidad y la naturaleza.

Así considero que para la defensa y cuidado de la naturaleza es necesario que el feminismo haga suya esta lucha, que el ecofeminismo sea un sentimiento global de lucha de las mujeres.

Es importante que la mirada tambiénse dirijan a las mujeres que han sido y son doblemente explotadas, por ser mujer y por ser de campo. A nuestras abuelas, madres y hermanas que cuidan del hogar, del rebaño y de la huerta, que cuidan de nuestras familias al cuidar de la tierra y de los alimentos, que pertenecen a una tierra cada día más abandonada por la sociedad y reprimida por el sistema capitalista y que sin embargo se mantienen ancladas a su tierra, fuertes como las raíces de la encinas que bajo la tierra sostienen el tronco y alimentan a las hojas.

Todas aquellas mujeres que no pudieron o no quisieron desplazarse a las grandes ciudades,,como es el caso de Loureiro, localidad habitada por unas 60 personas en Ourense, donde se realizo una marcha y las mujeres portaban pancartas tales como “As mulleres do rural, tamén poden ir ao bar”  todas y cada una de las mujeres de cada rincón también son feministas, las mujeres que aportan y comparten su semilla, mujeres que trabajan por y para la sostenibilidad de la vida,  feministas que no hablan de los techos de cristal pero si de un suelo pegajoso que construimos entre todas y todos, y sin apenas notarlo silenciamos su voz, porque para las ciudades el mundo rural es el lugar a visitar en unas vacaciones, póngase por ejemplo las numerosas veces que he tenido que escuchar y leer en diferentes grupos “Estoy muy cansada, después de la huelga nos compramos unas gallinas y nos vamos al campo a vivir”, poniendo de manifiesto la idea bucólica que desde la ciudad se tiene los territorios rurales, viéndose como espacios de descanso y ocio, no como el cordón umbilical que alimenta y mantiene la vida en  la ciudad y que cuida de la biodiversidad.

En los grandes núcleos urbanos apenas se produce algo para la sostenibilidad de la vida, todo llega de los entornos rurales, que son clave para el sostén de una economía productiva, que mantienen una cultura popular de respeto a la naturaleza y se enfrentan con ahínco al despojo y la destrucción de las grandes multinacionales.

Durante generaciones las mujeres han sido guardianas de las semillas, las han conservado en sus alacenas y velado como si fueran sus hijas e hijos para volver a sembrarlas y verlas germinar al año siguiente.

La germinación de la semilla libre es esperanza, y esta esperanza está en los territorios rurales.

Porque la olla, tu cocina y nevera también son política, porque la verdadera revolución está en el cultivo de nuestros alimentos, en el trabajo y cuidado de la tierra y del ganado, en la conservación de las semillas, y sí porque otro mundo es posible y lo está siendo.

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