La comunidad musulmana en Christchurch, arropada por vecinos y amigos, volverá “a rezar de la misma manera que antes del día de la masacre”, aseguró a Efe uno de sus líderes, mientras se comienza a conocer las identidades de las víctimas.
“Lo que pasó en ese acto de violencia terrorista será visible y todos esperan que el sermón lo subraye. Llevará un tiempo sanar, particularmente en Christchurch”, dijo Anwar Sahib, representante del Centro de Información Islámica de Nueva Zelanda.
Pero la herida aún es fresca y duele, especialmente a medida que se conocen los nombres de algunas de las víctimas como Mucad Ibrahim, de apenas 3 años, o Sayyad Milne, de 14, entre otros.
“Hoy es un mal día. Mi hermano ha muerto'”: así evita las preguntas de Efe Mohammed Ashif, sin aclarar si se trata de su hermano de sangre o una expresión coloquial.
En su primera declaración pública, el imam de la mezquita de Al Noor, Gamal Fouda, recordó como el asaltante, del australiano Brenton Tarrant, se mostraba “calmado” mientras iba “disparando y disparando y disparando”.
“Aun no me puedo creer que esté vivo. Iba disparando a la gente y los que estábamos ahí (escondidos) apenas podíamos respirar con el humo y las balas volando por todas partes”, dijo Fouda en una entrevista al New Zeland Herald.
En las calles alrededor de la mezquita, donde hubo 42 de los 50 muertos, el dolor es extremo y visible.
Una mujer con nicab grita su llanto y llora en el hombro de otra, de aspecto anglosajón, que intenta tranquilizarla y solloza con ella mientras recorren, a paso lento, la residencial avenida Deans en la que se encuentra el centro de culto.
Ese punto se ha convertido en un altar improvisado para colocar ofrendas florales, derramar lágrimas en silencio o para que los maoríes canten y hagan danzas tradicionales como el “haka” para honrar a las víctimas.
En el boscoso parque frente a la mezquita, un joven tendido en el suelo es consolado por varios jóvenes isleños, mientras otros cantan a su alrededor canciones de amor y esperanza, y lanzan proclamas en las que aseguran que “Christchurch es una ciudad de paz”.
La venganza islamófoba de Tarrant “nos ha unido con más fuerza. Nosotros vivimos en paz y armonía en este país”, dijo Sahib sobre la comunidad islámica de Nueva Zelanda, presente en el país desde el siglo XIX.
Las oleadas migratorias de fiyianos indios a mediados del siglo XX y las de refugiados de Oriente Medio, sobretodo los últimos años con los procedentes de Siria, conformaron esta comunidad que representa poco más del 1 por ciento de los 4,25 millones de habitantes del país.
“La mayoría de nosotros vivimos en Auckland (Isla Norte), aunque también en las otras ciudades importantes como Wellington (capital), Christchurch, Dunedin o Hamilton”, precisó Sahib que subrayó la contribución de este colectivo a la economía y a la sociedad.
“Hay muchos doctores o otros que trabajan en enfermería, hombres y mujeres, que representan el dos o tres por ciento de estos profesionales, más de lo que representan en el conjunto de la población”, remarcó.
En Christchurch, los musulmanes conviven con otras minorías como sijs, chinos, judíos, isleños del Pacífico y una pequeña comunidad latina que utiliza su página de Facebook para ayudar a las víctimas.
“El ataque del viernes ha afectado a varios amigos de mi familia. Uno de ellos, Abdul, un compañero de trabajo de mi esposo, perdió a su esposa y quiere llevarla de regreso a India. Cualquier donación es apreciada”, dice Dani Cancino Mendieta en ese grupo virtual.
“Nueva Zelanda es una ciudad pacífica y agradable y con el tiempo nos recuperaremos”, dijo a Efe el presidente del Consejo Multicultural de Christchurch, Surinder Tandon, de origen indio, que fue acompañado del pastor metodista, Andrew Donaldson, a un al altar improvisado cerca de Al Noor.
“No somos particularmente una sociedad religiosa, pocos de nosotros practicamos activamente nuestra religión (…) pero la compasión es clave para nosotros”, dijo el pastor Donaldson.
La Policía neozelandesa levantó hoy la alerta impuesta a las mezquitas tras los ataques, aunque permanecerán fuertemente resguardadas durante las horas de oraciones.