La República Democrática del Congo vive envuelto en tensión a causa de los conflictos internos que se extienden desde hace años, y a la que se suman los enfrentamientos fronterizos con la vecina Rwanda, que cada tanto dejan un lamentable saldo de decenas de muertos y víctimas. Esta situación ha llevado a miles de civiles a tener que escoger entre huir o morir.
En la provincia de Tanganika, al sureste del país, buscan protección en sitios precarios y superpoblados alrededor de la ciudad de Kalemie, donde la arena es un material de construcción común que se vende a muy bajo precio.
Allí, después de toda su corta vida huyendo de la guerra, niños y niñas hacen lo que pueden para sobrevivir. Esta es la realidad de muchos de estos menores se han convertido en mano de obra barata en la República Democrática del Congo y en la única opción de subsistencia para miles de familias. Han tenido que abandonar la escuela y aceptar cantidades ínfimas de dinero para mantener a sus familias.
Indican desde ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados que “cada día se levantan a las 4:30 de la mañana para transportar sacos y sacos de arena“. “Un ejército de niños –continúa ACNUR– pulula por las calles vacías en las afueras de Kalemie. Algunos, apenas llegan a cumplir los 5 años. En un buen día, pueden ganar 30 céntimos por cada 25 kilos de arena“,
Indican desde la agencia que “su jornada, de tres horas y media por la mañana, y otras tres a última hora de la noche apenas le dejará unos cuántos céntimos. Pero sus padres no tienen otra opción. Prefieren que sus pequeños tengan que transportar arena durante horas a no tener nada que darles de comer“.
“Todos los que estamos aquí solíamos estar en la escuela; ahora trabajamos para ganar dinero y poder comer”, cuenta Françoise a ACNUR mientras se quita arena del cabello. “Todos nos quejamos porque la arena pesa y nos cansamos. Me siento mal, me duelen las piernas y tengo dolor de cabeza todo el tiempo”, se queja la pequeña.
ACNUR ha prestado asistencia a las personas desplazadas en Kalemie, distribuyendo materiales para construir albergues y suministros básicos. Pero la falta de fondos hace imposible satisfacer las necesidades más básicas de familias como la de Françoise, que luchan por sobrevivir
Que horror!!!!! Pobrecitos, que injusticia tan grande