Este sábado 14 de junio, Estados Unidos no celebrará únicamente el 250 aniversario de su Ejército ni el 79 cumpleaños de su presidente. Celebrará —o intentará hacerlo— la apoteosis de un régimen en deriva autoritaria, donde un desfile militar de 6.600 soldados, 150 vehículos y 50 helicópteros recorrerá Washington como grotesca postal de un país que se desangra por dentro.
Mientras millones de personas luchan por mantener su asistencia sanitaria, su derecho a una educación pública decente y sus pensiones, Donald Trump gasta 100 millones de dólares del erario público en convertir la capital en un plató de propaganda militar (ABC7 News).
Ante esta obscenidad, más de 1.800 protestas se preparan en todo el país bajo un lema claro: No Kings. Porque Trump no es un monarca. Y Estados Unidos no es —o no debería ser— su cortijo. La coalición No Kings, que agrupa a más de 190 organizaciones de todo el territorio, convoca estas movilizaciones para plantar cara a un presidente que confunde el poder ejecutivo con una corona.
En la Bahía de San Francisco habrá más de 80 protestas locales, en ciudades como San Francisco, Oakland, San José, Napa, Sonoma o Monterey. Pero también en decenas de pequeñas localidades, demostrando que la resistencia no es patrimonio de las grandes urbes: el pulso al trumpismo se juega en cada barrio, en cada calle, en cada espacio público que aún no ha sido colonizado por la narrativa del miedo.
Desde que Trump recuperó el poder en enero, las protestas semanales se han convertido en la nueva normalidad. La calle es hoy el último bastión frente a un régimen que utiliza el aparato judicial para blindarse, el ejército como espectáculo y la represión policial como norma.
El desfile de Washington no es una celebración: es un aviso. Es el lenguaje de los caudillos, no de los presidentes democráticos. Y es, además, un insulto a millones de estadounidenses que escuchan cada día que “no hay dinero” para sus derechos básicos mientras sí lo hay para blindar el ego presidencial.
Pero no habrá silencio. El lema No Kings es más que un grito: es una llamada a la desobediencia civil frente a un proyecto autoritario que sueña con suprimir la separación de poderes, laminar el periodismo crítico y criminalizar toda oposición.
Como señala la propia coalición convocante: “No se puede financiar el culto al líder mientras se condena a la pobreza a millones de personas”. Y como recuerda la historia, cuando un presidente necesita rodearse de tanques para gobernar, es porque ya ha perdido el apoyo del pueblo.
Este sábado, la calle hablará. Y lo hará sin pedir permiso.
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