¿Recuerdan aquellos tiempos en que la derecha se esforzaba en maquillar sus verdaderas intenciones? Bueno, al parecer, José María Aznar ha decidido que eso de la sutileza es para los débiles, y ha optado por mover sus hilos a plena luz del día. Y pobre de Feijóo, que se convierte en el pelele favorito de Aznar. ¿Cómo se puede ser tan manipulable, Alberto? ¿Te mandan a pasearte por las calles y vas como un corderito obediente? Que la política te haya despojado de columna vertebral no te da derecho a que te den tantas patadas.

Que Aznar trate de galvanizar a las masas para que se manifiesten contra el fantasma de los indultos (aunque podría ser ETA o Venezuela, o los impuestos, o el precio del aceite, o…) ya era ridículo de por sí. Pero que lo haga justo cuando Feijóo intenta mostrar su “liderazgo” es, cuanto menos, un ejercicio de saña desmedida. Es como si el expresidente estuviera gritando: “Hey, mira lo fácil que es desviar la atención de tu inminente fracaso”.

Pero lo más gracioso del asunto es que Feijóo parece disfrutar de su papel de marioneta, se siente cómodo, se presta a ello. Es como esas personas que se quejan de su mala suerte, pero que en realidad se regodean en ella. Me da que Feijóo, en el fondo, anhela esos golpes de Aznar. Quizá le hagan sentir relevante de nuevo. Sentir algo, al menos.

Que la Sociedad Civil Catalana ya tuviera planeado hacer su show es un elemento más en este circo. Y por supuesto, la reina de la fiesta, Isabel Díaz Ayuso, ya había confirmado su presencia. ¡Vaya! ¿Habrá recibido el memo de Aznar? ¿Habrá pleito en el corral del PP?

Lo más hilarante de la Sociedad Civil Catalana es su misterioso premio del Parlamento Europeo. ¿Premio a qué? Porque, a ver, si hablamos de promover agendas neofascistas, ¡buen trabajo! Pero si estamos hablando de contribuciones significativas a la sociedad… es para reírse o llorar, según se mire dependiendo de cómo tengas el día.

Y aquí tenemos a Feijóo, en medio de este culebrón, que no sabe si se tendrá que esconder mucho para no salir en una foto con Abascal. O si quizás se parapetará en su despacho, evitando cualquier reflejo en un espejo que le muestre su verdadero yo: un político perdido, jugueteado por las manos de Aznar.

Mientras tanto, aquí estaremos, observando cómo la derecha se devora a sí misma. Si no fuera por el hecho de que juegan con el destino de un país, casi sería entretenido. Pero esto ya dejó de ser un juego. La suerte está echada. Ahora, esperemos y veamos cómo Feijóo decide moverse… o cómo Aznar decide moverlo.

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