Antes y tras el estallido del puerto de Beirut, la capital libanesa, donde hubo decenas de muertos y cientos de heridos, el silencio más absoluto ensordece la realidad latente en el Líbano, que va más allá de ese día.
Para tratar la situación del país en general y, más en concreto, el contexto en el que si inmiscuye un hecho desconocido, la de los refugiados, hemos hablado con Pablo Sánchez, Cofundador y coordinador de equipo de The Health Impact, una organización afincada en las entrañas del Líbano, a pesar de que, ahora, se encuentran en España buscando financiación.
Pablo, además, es politólogo, quien en la medida de lo posible ha dado a conocer, a través de fotografías y artículos, la situación que observa y con la que ha convivido.
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¿Cuál es la situación actual en el Líbano que, como decía vas más allá del estallido en el puerto de Beirut y más ahora si cabe en medio de una pandemia?
Para ponerlo en contexto, el hartazgo de la población libanesa ya era notorio desde el comienzo de las protestas en octubre del 2019. Las barricadas cortaban la mayoría de las carreteras del país y la gente salió, masivamente, a protestar contra un gobierno ahogado por la corrupción que, además respondió con pólvora en muchas de las movilizaciones.
Meses más tarde, con la llegada de la COVID-19 acabaron relegadas a un segundo plano, dónde las muertes y los contagios, alternados con los confinamientos, acabaron por ser la mayor preocupación; especialmente para los cientos de miles de refugiados que residen en el país.
Una vez pasada la primera ola, las protestas se reavivaron. El pueblo libanés, harto y cansado de los abusos del poder, volvió a tomar las calles. Hubo sectores que descargaron su rabia y xenofobia contra los refugiados, culpando de una recesión económica que se remonta a mucho antes del comienzo de las protestas al más de millón y medio de personas que tuvieron que huir de sus casas. Todo parece desmoronarse con la explosión del cuatro de agosto en el puerto que deja a 204 personas sin vida, fruto de la dejadez y una continua negligencia del gobierno libanés que acaba dimitiendo en bloque tras las masivas protestas que se suceden de forma inmediata tras la tragedia.
Ahora, mientras se celebra esta entrevista, Líbano se encuentra sumido en un restrictivo confinamiento que centra su esfuerzo en combatir los contagios y evitar más muertes. Pero la crisis actual por la que pasan los libaneses está presente desde antes del comienzo de las protestas.
El país tiene el recuerdo de la guerra demasiado reciente, aunque eso no impide que haya quien la mencione. Respondiendo a la pregunta inicial: la situación es trágica. Líbano necesita ayuda; ya no sólo por el millón y medio de personas que (mal)viven por haber escapado de una guerra que el imperialismo estadounidense ha provocado, sino porque son demasiados los frentes abiertos y muy pocas esperanzas puestas en sus soluciones.
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En esta situación como contexto hay otra situación silenciada y es que el Líbano es el país con más refugiados per cápita del mundo, ¿por qué? ¿de dónde vienen y que rol juega el Líbano?
El 25% de la población que reside en Líbano es refugiada. Tampoco hemos de olvidar que es en este país dónde se encuentran parte de los refugiados más antiguos del mundo: los palestinos. Israel lleva desde los años cincuenta masacrando y condenando a varias generaciones al exilio. Líbano ha soportado las consecuencias del genocidio israelí desde mitad del siglo pasado y los campos de refugiados han ido creciendo y asentándose.
Cuando la guerra en Siria estalla, miles huyen al país vecino, el cual ya tiene una sobrada experiencia en cuanto a personas refugiadas se refiere. Los datos aportados por el gobierno libanés cifran en un millón y medio las personas refugiadas sirias residentes en Líbano; eso es como si toda la población de Castilla la Mancha, Castilla y León y la Comunidad de Madrid fuera refugiada en España.
Las personas huyeron de Siria para evitar morir, tal y como haría cualquier persona al huir de la guerra. Pero ahora, en tiempos en los que la xenofobia y el racismo son considerados una opinión más, libre y merecedora de respeto, parece que hay que volver atrás y enseñar la importancia del respeto hacia los DDHH.
A Líbano, con los números que presenta, no se le puede culpar de manera única por las condiciones en las que la mayoría de las personas refugiadas viven. El papel que trata de jugar el país respecto a los refugiados es ciertamente temporal, con leyes que restringen el acceso al trabajo de las personas refugiadas o la edificación para un asentamiento más duradero en el tiempo que pretenden forzar la vuelta de los refugiados sirios al país. También, y esto es más importante, si hay tanta gente viviendo en estas condiciones es porque la UE así lo impone.
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¿Cómo y en qué situación viven estas personas refugiadas en el Líbano?
La mayoría de los asentamientos de refugiados en Líbano se encuentran en el Valle de la Becá, estando estos en grandes explanadas de barro en las cuales las casas se sitúan a ambos lados y donde las estructuras de cemento y la construcción son ilegales por lo que comentábamos antes. La prohibición de la creación de campos fuerza a los refugiados a establecerse en tierras privadas por las que han de pagar una renta.
Principalmente, la calidad de vida de un asentamiento depende de la acción humanitaria, autogestión y empleo de quiénes viven ahí. La mayoría lo hacen en “tiendas”, cuya estructura es de madera y por encima tienen varias lonas con el logo de ACNUR. Estas, durante el verano alcanzan altas temperaturas, pero en épocas de frío y lluvias no sólo se inundan, sino que además también dejan pasar el frío. Son completamente inhumanas, especialmente para los miles de niños que llevan años viviendo en estas condiciones y sobre los que pesan, además de las nefastas condiciones de la “vivienda”, muchos otros factores.
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¿Cómo se está actuando contra el coronavirus en estos campos de refugiados?
Poco se puede hacer. Cuando tres de cada cuatro personas se saltan alguna comida por falta de dinero, los refugiados si no mueren por culpa del COVID-19, lo harán de hambre. Principalmente dependen, para la lucha contra el COVID-19, de la ayuda recibida por las organizaciones humanitarias.
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¿Qué papel estáis llevando o desarrollaréis a cabo desde The Health Impact, porque ahora mismo estáis en España?
Mientras tratamos de buscar financiación para iniciar el proyecto, el cual implementamos en Líbano en julio de este año, la visibilización a través de nuestro podcast y la recogida de materiales para su envío a Grecia ocupan la mayoría de nuestro tiempo. De poco sirve ir a trabajar para revertir las injusticias si no se apunta a quienes las provocan, las mantienen y las legitiman. Una vez allí, implementaremos nuestro proyecto de educación en materia sanitaria, con el cual queremos prever problemas de salud principalmente ocasionados por las condiciones en las que viven. También queremos conectar a las familias refugiadas con los (escasos) servicios a los que tienen derecho pero que desconocen por falta de información. Además, luchar por una mayor visibilización de la vulneración de los derechos de las personas refugiadas que tanto se dan en el país es clave en nuestro trabajo.
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¿Cómo podría atajarse el problema para con los refugiados? Existe el punto de vista de que es obvia la necesidad de solidaridad inmediata, pero aluden a que esto no resuelve la raíz del embrollo.
Depende de a qué actores nos refiramos como “solucionadores” del problema. El marco socioeconómico capitalista en el que nos encontramos es, sin duda, el que lo provoca, pero decir esto es muy general y poco revelador. Samir Naïr tiene planteamientos interesantes, pero no concibe un cambio estructural de tal calado que permita a un solo país hacer frente a una crisis migratoria de este calibre y pueda salir airoso.
Comentábamos antes que la propia UE tiene capacidad absoluta para acabar con la situación en la que se encuentran, es evidente. Pero pequeños parches como el acuerdo de reasentamiento de 2015 que fuerzan a los países miembros a acoger a tan solo ciento sesenta mil personas (recordemos que la población total de la UE es superior a los cuatrocientos millones) son, además de insultantes y cumplir la función de lavar la cara al organismo, ineficaces.
Por su parte, la UE y el gasto en fronteras se ha visto superado por la propia realidad: son ineficaces. Lo único que provocan es que, aparte de generar cuantiosas cantidades para determinadas empresas, los migrantes se vean forzados a buscar nuevas rutas más largas y, desde luego, más mortíferas.
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¿Con la perdida de la hegemonía mundial de Estados Unidos se reducirán estos conflictos o los intereses “externos” son intrínsecos al sistema capitalista?
La búsqueda del máximo beneficio económico, incluso a costa de la invadir países o crear guerras, es intrínseco al sistema capitalista. Las dinámicas de los diferentes actores internacionales seguirán siendo las mismas pues las reglas del juego no cambian. Si además de permitir, incita y recompensa a quienes siguen estas prácticas que provocan las consecuencias aquí expuestas, desde luego queda demostrado sumamente inhumano. La hegemonía capitalista es tal que se concibe cualquier escenario antes que un cambio de sistema que no permita lucrarse con prácticas que tratan a las personas migrantes y refugiadas como números, como objetos, como esclavos y, en definitiva, como a cualquier cosa antes que a seres humanos.