Este martes, el presidente brasileño, Jair Bolsonaro, dejó claro que se resiste a aceptar la victoria de Lula da Silva, a través de una demanda presentada por su partido en la que pide invalidar parcialmente el resultado de los comicios.
El Partido Liberal (PL) ha puesto en duda los resultados de las urnas electrónicas de modelos más antiguos, que representan el 61% de las urnas electrónicas utilizadas en la segunda vuelta de las elecciones, celebrada el pasado 30 de octubre, porque las considera imposibles de auditar.
Una auditoría encargada por el PL apuntó que Bolsonaro fue el más votado en las urnas de modelo más nuevo, fabricadas a partir de 2020, con el 51,05% de los sufragios.
En una rueda de prensa convocada por el PL, el ingeniero Carlos Rocha, responsable por la auditoría, aseguró que el informe identificó “indicios muy fuertes de mal funcionamiento” de muchas de las urnas y que la intención ahora es que sea realizada una “una posible fiscalización, una verificación extraordinaria, frente a un hecho extraordinario”.
El abogado que representa al PL, agregó que si fuera constatado el mal funcionamiento, deberían ser aplicadas las medidas legales necesarias.
El presidente del Tribunal Superior Electoral (TSE) dijo en un comunicado que la demanda, referida a la segunda vuelta de las elecciones solo puede ser analizada si también se presentan dudas sobre la primera vuelta.
Según el resultado oficial, Lula se impuso en la segunda vuelta de las elecciones del pasado 30 de octubre con el 50,9% de los votos, frente al 49,1% que obtuvo Bolsonaro. Las urnas fueron inspeccionadas y avaladas por numerosos organismos oficiales, incluidas las Fuerzas Armadas, que no encontraron indicios de fraude, aunque tampoco descartaron la posibilidad que pudiera haber ocurrido.
En los últimos veinte días, a Bolsonaro no se le ha visto en público y ha desaparecido de sus redes sociales y, aunque no ha aceptado su derrota públicamente, ha dado inicio al proceso de transición con el equipo designado por Lula para ese fin.
Miles de activistas de la ultraderecha acampan, desde el día después de la elecciones, a las puertas de decenas de cuarteles en varias ciudades del país, exigiendo un golpe de Estado que impida la investidura de Lula el próximo 1 de enero, pero hasta ahora los militares han ignorado por completo ese movimiento.
El Partido de los Trabajadores (PT), liderado por el presidente electo de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, calificó de “artimaña” la petición presentada por el PL para que la Justicia anule las elecciones.
La presidenta del PT, Gleisi Hoffmann, aseguró en un mensaje publicado en Twitter: “El recurso de Bolsonaro ante el TSE es una artimaña que tiene que ser sancionada como litigio de mala fe. Basta de malicia, de irresponsabilidad y de insultos a las instituciones y a la democracia”.
“La elección fue decidida con el voto y Brasil necesita paz para construir un futuro mejor”, añadió.
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