Sandra Iriarte
Secretaria de Relaciones Internacionales de la CGT
Habrá que comenzar recordándoles a los que se autodenominan defensores de la legitimidad de la ley, de la patria y de todo el cuento de la pipa repipa, que la Educación es un derecho humano, y por lo tanto está recogido en la Declaración Universal de Derechos Humanos (1948). De los primeros, en su artículo 26 dice: “Artículo 26: punto 1: Toda persona tiene derecho a la educación. La educación debe ser gratuita, al menos en lo concerniente a la instrucción elemental y fundamental. La instrucción elemental será obligatoria. La instrucción técnica y profesional habrá de ser generalizada; el acceso a los estudios superiores será igual para todos, en función de los méritos respectivos. Punto 2: La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales; favorecerá la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos los grupos étnicos o religiosos, y promoverá el desarrollo de las actividades de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz. Punto 3. Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos”. Y punto.
Dejando a un lado el uso sexista del lenguaje, que menciona únicamente a los hijos como sujetos humanos y a sus progenitores varones como preferentes en elegir el tipo de educación que desean que reciban sus hijos, nótese que el tercer epígrafe que defienden únicamente “los ilustrados del PIN”, no se puede utilizar torticeramente para PONer en suspenso los dos puntos precedentes. Como dando por supuesto que hubiera una posible contradicción “natural” en los artículos de la Declaración de derechos universales que se elaboró por consenso para evitar nuevas masacres como la que el nazismo, con la connivencia europea del fascismo más rancio, ejecutó a decenas de miles de personas bajo criterios ideológicos: católicos, nacionalistas, de género, lgtbiq+fóbicos, genetistas… ¿Les va sonando algo?
Ahora pensemos en la infancia (con sus penes, micropenes, sus vaginas o con el cuerpo que tengan, pero también sus emociones, ideas y deseos propios). Se tardaron 11 años más en reconocer que el género humano incluía a la infancia, a las niñas y niños sin derecho a votar y por lo tanto, según la lógica de la democracia representativa, sin derecho a elegir a las y los gobernantes para que tomen decisiones por ellas. Pues bien, este nuevo documento de consenso que representa la Declaración Universal de Derechos del Niño, establece en su punto 7: “El niño tiene derecho a recibir educación, que será gratuita y obligatoria por lo menos en las etapas elementales. Se le dará una educación que favorezca su cultura general y le permita, en condiciones de igualdad de oportunidades, desarrollar sus aptitudes y su juicio individual, su sentido de responsabilidad moral y social, y llegar a ser un miembro útil de la sociedad. El interés superior del niño debe ser el principio rector de quienes tienen la responsabilidad de su educación y orientación; dicha responsabilidad incumbe en primer término a los padres. El niño debe disfrutar plenamente de juegos y recreaciones, los cuales deberán estar orientados hacia los fines perseguidos por la educación; la sociedad y las autoridades públicas se esforzarán por promover el goce de este derecho”.
Estos textos se reproducen en acuerdos y leyes de rango inferior, precisamente por eso, porque los países que las suscribieron adquirieron el compromiso de garantizar estos derechos a todas las personas que habitaran sus territorios.
En el Estado español, textos como la Constitución a la que tanto aluden los Reyes del PIN y PON, recoge en su “Título 1. De los derechos y deberes fundamentales, capítulo segundo: Derechos y libertades, Sección 1ª De los derechos fundamentales y de las libertades públicas, artículo 27: Todos tienen derecho a la educación. Se reconoce la libertad de la enseñanza. La Educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales”…
Obviamente, no solo el derecho a la educación dista mucho de estar completamente desarrollado, ocurre lo mismo con la Ley sobre Igualdad efectiva entre mujeres y hombres 3/2007, la Ley de Dependencia y muchas otras. Pero esto no justifica que haya familias o personas que de forma consciente y militante, desafíen el poco consenso social que hay en cuanto a la justicia social para todas las personas y decidan infringir las leyes, cuales delincuentes. Menos aún, si lo hacen por cuestiones ideológicas en un Estado aconfesional, supuestamente democrático y cívico. Menos opcional es entre las personas públicas que debieran, como mínimo, defender las leyes, las mismas, que les financian la vida a costa del bolsillo del y de la contribuyente.
Y aterrizando sobre la Educación sexual, en la campaña “Educación Integral en Sexualidad, una base para la vida y el amor”, la UNESCO acordó que “La educación integral en sexualidad (CSE por sus siglas en inglés) es indispensable para la salud y el bienestar. Una educación en sexualidad de calidad incluye una educación sobre los derechos humanos, la sexualidad humana, la igualdad de género, la pubertad, las relaciones sexuales y la salud reproductiva. La educación integral en sexualidad (CSE por sus siglas en inglés) es esencial para que los jóvenes sean capaces de protegerse de un embarazo no deseado, del VIH y de las infecciones de transmisión sexual (ITS), así como para promover los valores de tolerancia, de respeto mutuo y de no violencia en las relaciones y, de ese modo, garantizar una transición sana hacia la edad adulta”.
El hecho sexual humano forma parte de la vida en todo su abanico de opciones y expresiones, y por lo tanto, así la educación sexual como la salud sexual, deben formar parte la vida. La Organización Mundial de la Salud lo define así: “La salud sexual es un estado de bienestar físico, mental y social en relación con la sexualidad. Requiere un enfoque positivo y respetuoso de la sexualidad y de las relaciones sexuales, así como la posibilidad de tener experiencias sexuales placenteras y seguras, libres de toda coacción, discriminación y violencia”.
¿Desde qué ideología, partido o ciudadanía cabría en pleno siglo XXI renunciar a éstos mínimos principios? No miremos ni al siglo pasado ni más allá de nuestras fronteras, en nuestros barrios, entre nuestras y nuestros vecinos, se está sintiendo cómoda la lógica totalitaria que pone al mismo nivel los principios integristas, anticonstitucionales, antidemocráticos, racistas, machistas, lgtbiq+fóbicos, xenófobos y demás discriminaciones, como si tuvieran la misma legitimidad que cualquier consenso social de mínimos que defienda la justicia, la igualdad de oportunidades y la vida, al fin y al cabo. Más allá, estos progenitores tratan de supeditar derechos fundamentales y el interés superior del menor a su opción totalitaria. Ya lo han demostrado penalizando el aborto, defienden que sus hijos les pertenecen, los embriones en los úteros de las mujeres también: “Lo mío es mío, y lo tuyo, también es mío y decido yo”.
Las actividades extraescolares que se desarrollan en la Enseñanza Obligatoria FORMAN PARTE DEL CURRÍCULUM acordado en las Leyes Educativas, entre otras, para desarrollar la educación en valores, no son un capricho del que se pueda prescindir al antojo. Por lo tanto, objetar a ellas significa objetar al derecho a la educación integral de las y los menores. Y pretender hacerlo en la educación pública o subvencionada con fondos públicos es pretender financiar con el dinero público opciones ideológicas al margen de las leyes educativas, de los acuerdos sociales y de los derechos universales.
No es mi intención hacer una defensa a ultranza de las leyes, ni mucho menos. Si las leyes son acuerdos comunes, deben ser instrumentos vivos que analizar críticamente y proponer mejoras para la convivencia y garantizar los derechos humanos más básicos, la justicia social. Y desde un punto de vista práctico, resolver problemas como los asesinatos machistas que asesinan cada año en el Estado español a decenas de niñas y niños, como la pobreza infantil, la desnutrición, los miles de personas que mueren cada año en nuestras costas y… sorpresa, lo que viene señalando el Informe PISA desde hace más de 18 años: “España obtiene sus peores resultados en ciencias y se estanca en matemáticas” y siempre por debajo de la media de la Unión Europea. “España está entre os 13 países de 79 que no ha experimentado cambios relevantes”. Aulas saturadas, insuficientes recursos públicos, la privatización de la Educación Pública, los malos resultados en comprensión lectora, comprensión científica o matemáticas no les interesa un mínimo a los defensores del PIN parental. Es más, PONen en juego los presupuestos generales de 2019-2020 que podrían mejorar la educación de nuestras hijas e hijos si no se les permite PINIPONEAR a su antojo. Como si la Educación de la Infancia, sus derechos y su futuro fueran un juego.
Desde otras opciones, como la crianza respetuosa, la pedagogía libertaria, defendemos la el bienestar y la libertad desde el inicio de la vida. Educando en la responsabilidad personal de las opciones elegidas aprendemos que lo que no quiero para mí, tampoco lo quiero para nadie que no lo desee, que lo que me duele a mí, no deseo que le duela a nadie, que tengo derecho a cambiar de opinión sobre mi vida igual que el o la otra, sobre mis opciones sexuales, individuales y colectivas, y que el mundo no es dicotómico. No solo existen niñas con vagina ni niños con pene, las personas tienen derecho a expresarse como decidan en cada momento sin imponerlas al resto, y si esto no encaja en las categorías que el pensamiento dominante ha prescrito, pues quizás, esas categorías no sirven para todas las personas, ni todos los tiempos, ni sean “naturales”, no significa nada más ni nada menos que eso.
Además, estas discrepancias de opinión y acción, deben poder expresarse de forma pacífica y respetuosa con el y la otra para tratar de alcanzar acuerdos que nos valgan para todas las personas.
En concreto, la Confederación General del Trabajo, en el Congreso de Valencia, en 2018, acordó defender “LA SOBERANÍA SOBRE NUESTROS CUERPOS Y NUESTRAS VIDAS: Defendiendo el derecho de las personas a decidir sobre su cuerpo y su futuro, si desean o no una maternidad o paternidad consciente. Es por ello que se comprometieron en incluir en todas las campañas, movilizaciones y materiales elaborados por lo público, lo sanitario, lo educativo, lo jurídico y social:
– El derecho a la salud sexual, considerando la sexualidad como parte inherente de nuestras vidas y por lo tanto de nuestra salud. Asumimos que la CGT defienda desde las campañas acordadas por lo público todos los servicios sanitarios correspondientes para garantizar la salud sexual. Y que se solicite incluir en las revisiones de empresa las revisiones ginecológicas y urológicas preventivas correspondientes a cada tramo de edad e incluyendo todas las sexualidades LGTBIQ+.
– El derecho a la educación sexual en la educación pública, desde la infancia y en especial durante toda la escolaridad obligatoria, transversal, promoviendo un modelo de coeducación.
Personalmente, me parece importante señalar que la vulneración de acuerdos internacionales, de minimísimos, como las Declaraciones Universales de los Derechos Humanos o de la Infancia, que se vienen materializando en las Leyes Constitucionales, Orgánicas… vigentes y actuales, no es una opción respetable ya que no respeta al resto de la humanidad. No defiendo con ello la inmutabilidad de las leyes, muy al contrario, pero sí al menos que sirvan para definir al que promueve violarlas sin un debate social, sin un acuerdo y consenso social, como tal, un violador.
Pero más importante aún me parece que no perdamos el principio del interés superior del menor, ni de la menor. Que tú, padre o madre, pienses o sientas de una determinada manera y decidas pasarte al lado oscuro del totalitarismo, no te da derecho a decidir sobre la vida de tus hijos, hijas, hijoas, hijes… Por favor, ¡deja de machacar y maltratar a tus hijxs! Tus hijxs tienen derecho a la educación, a la educación sexual, a ser libres y decidir sobre sus vidas sin que nadie les imponga dogmas ideológicos. Porque ¡lo natural es ser diversas, diversos, diversxs!