Por primera vez en 70 años de historia, la OTAN abre las puertas a la creación artística en vivo. Y la invitada para plasmar las entrañas de esa institución militar es la española Bea Sarrias, quien tiene encomendada la misión de capturar el alma de la sede de la Alianza Atlántica a través de la luz.

«En principio, no afecta para nada que esté pintando un edificio militar. Yo me intereso por la arquitectura, por el espacio, por cómo la luz juega con los diferentes elementos. El uso importa, pero una vez que observo un espacio me lo apropio», comparte con Efe Sarrias (Barcelona, 1978).

La artista se explica en un estudio del barrio bruselense de Ixelles dominado por un ventanal delante del cual se extiende una tela de 2×6 metros por la que Sarrias se mueve descalza mientras dibuja, durante una semana, las líneas maestras de su trabajo.

A continuación, se trasladará durante otra semana a la sede de la OTAN, un icónico edificio junto al aeropuerto de Bruselas e inaugurado oficialmente en mayo de 2017, para transformar la luz del inmueble en pintura acrílica con el objetivo de finalizar el próximo 8 de marzo un lienzo mural que ha titulado «Inside» (dentro).

«La primera vez que visité la OTAN me llamó mucho la atención y me fijé en los elementos principales con los que está construido el edificio: el cristal, que para mí es transparencia, es luz; la madera, que es la parte cálida de los elementos, la parte más orgánica; y el metal, que es resistencia, es fuerza», resume.

Por fuera, el edificio «representa dos manos entrelazadas, un poco como de unión y diálogo, pero para mí también es un poco como de fuerza», agrega Sarrias.

La pequeña de siete hermanos, que coqueteó con estudiar arquitectura y terminó decantándose por las bellas artes, trabajará en el ágora, el centro neurálgico de un edificio de más de 254.000 metros cuadrados de superficie -con 72.000 m2 de cristal- diseñado por el despacho Skidmore, Owings & Merrill LLP (SOM) y ejecutado con un presupuesto de unos 1.170 millones de euros.

«No sé hasta qué punto se van a dar cuenta de que estoy o no porque es enorme y voy a ser como una hormiguita», dice Sarrias, que eligió el ágora porque fue concebida «como si fuera una plaza italiana, un lugar de encuentro, de paso» para los cerca de 4.000 civiles y militares que trabajan en la sede de la OTAN y otras 500 personas que la visitan de media cada día.

«Me gustó pensar que yo iba a estar ahí pensando y que todo el mundo, quiera o no, en algún momento se puede parar y observar la obra y que eso me influya en el proceso artístico», añade Sarrias.

Su tarea guarda ciertos paralelismos con otras intervenciones de artistas españoles en instituciones internacionales, como el tapiz de «El Guernica», de Picasso, colocado en la entrada del Consejo de Seguridad de la sede de Naciones Unidas en Nueva York y con la cúpula de la sala de los Derechos Humanos de la ONU, diseñada por Miquel Barceló, comparaciones que Sarria rechaza con sonrisa de modestia.

Tampoco quiere pensar cómo reaccionará el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, cuando vea el lienzo, teniendo en cuenta que cuando visitó por primera vez el edificio recriminó a los jefes de Estado y de Gobierno de los países de la Alianza ante las cámaras de televisión el no invertir suficiente en defensa.

«Prefiero no pensarlo mucho, a mí lo que me preocupa es el cuadro. Toda esta parte de la proyección que pueda llegar a tener mi obra, prefiero ni pensarla», dice.

Le inquieta más la acogida que tendrá su intervención entre los propios trabajadores de la OTAN, explica Morrosko, representante y pareja sentimental de Sarrias y encargado de plasmar con lenguaje audiovisual la historia que hay detrás de cada uno de los cuadros.

Ambos están intentado que la institución militar anfitriona supere sus reparos y les deje proyectar el vídeo del «making-of» en las pantallas internas del edificio como parte del impulso para que «la OTAN se vea con otros ojos» y amplíe «un poco el público que la conoce».

«Creo que ellos están testando un poco a ver qué tal funciona, porque es su primera actividad artística. Quieren hacer más, pero están muy preocupados, entre comillas, por ver cuál será la reacción interna, qué les parece a los 4.000 trabajadores de la OTAN», comenta Morrosko.

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