La gran huelga minera de 1890 es considerada el inicio del movimiento obrero vizcaíno y la consolidación del Partido Socialista como partido de masas entre los trabajadores de la cuenca del Nervión. El escenario clave para estas protestas ese fue La Arboleda, el poblado minero de Gallarta.

Para finales del siglo XIX, el 10% de la producción mundial de minerales se extraía de estas minas vizcaínas. En estos lugares trabajaban cantidad de personas de toda España e incluso hubo incluso pueblos enteros de Andalucía que se trasladaron hasta Gallarta para trabajar en las minas.

Muchos de los hombres que se trasladaban hasta las minas a trabajar lo hacían cuando no tenían como subsistir en su lugar de origen. Su trabajo era como “una cárcel y una esclavitud” ya que tenían jornadas de más de 12 horas, tal y como señala la presidenta de la fundación Museo de la Minería del País Vasco, Ameli Ortiz.

«Los trataban como si fuera ganado y además les obligaban a consumir en la cantina y a comprar en la tienda del capataz. A veces tenían tanta deuda, que cuando pagan en la cantina se quedaban sin nada. Era una situación perversa. Los patronos de la minería han sido, sin duda, los más crueles”, añade Ortiz.

Los hombres que se desplazaban hasta La Arboleda lo hacían solos, sin sus familias y siendo muy jóvenes. Ante el aluvión tan grande de hombres que llegaban, las mujeres se vieron obligadas a acogerlos en sus casas. Tenían a tres o cuatro mineros en casa y les lavaban la ropa, les preparaban la comida… y para ellas era una manera de ingresar dinero en el hogar, por lo que la mitad de la economía revertía en estas mujeres.

La gran huelga general de 1890

Pero el panorama social, económico y laboral termina reventando y desemboca en la gran huelga general de 1890. El PSOE planteó una jornada reivindicativa para el 1 de mayo de ese año con el objetivo de exigir la reducción legal a ocho horas de trabajo diarias y reclamar una legislación obrera protectora.

Y mientras los anarquistas convocaron una huelga “indefinida”, la jornada reivindicativa de los socialistas era carácter pacífico, e incluso la retrasaron hasta el domingo día 4 para evitar problemas derivados de la paralización laboral en un día entre semana.

El 4 de mayo acabó sin incidentes, pero algo muy importante había cambiado: por primera vez se había producido un amplísima movilización obrera. Sin embargo, la “gran huelga” aún estaba por llegar y la causa que la provocó fue el despido de cinco miembros del comité de La Arboleda que habían participado en la organización del 4 de mayo.

Rápidamente se pide al patrón la readmisión de los despedidos, pero ante su negativa, el 13 de mayo unos 200 mineros de la Compañía Orconera se declararon en huelga, yendo de mina en mina llamando a la huelga a sus compañeros, los cuales se unían a la protesta por su propia voluntad o forzados a pedradas. Al final de la jornada del día 13 la zona minera había quedado paralizada por completo.

Esto despertó el miedo de la oligarquía que llamó a las fuerzas policiales para que los protegieran. Tras días de huelga, entra en juego la clase política. El general Loma, que tiene el mando del ejército en aquel momento, ve la situación y amenaza a los patronos con retirar al ejército si no mejoran la situación de estos trabajadores.

Esta huelga supuso una reunión de mineros y obreros de ferrocarriles, siderurgia… para exigir mejoras en sus condiciones de trabajo. Para los mineros, a pesar de habérseles reconocido la razón de la mayoría de sus demandas, en la práctica los cambios se llevaron a regañadientes y dilatando el proceso, de tal manera que en alguna protesta posterior aún se reclamaban esas cuestiones.

Y aunque sus condiciones laborales fueron mejorando paulatinamente, esta huelga supuso el punto de partida para que el movimiento obrero comenzase a agruparse en torno a  sindicatos y organizaciones obreras de una forma más extensa y profunda, “una mejor organización y coordinación a la hora de hacer sus reclamaciones”, según señala el geólogo de la fundación Museo Minero, Jesús Esteban.

Una organización que Ameli Ortiz asegura que se mantiene a día de hoy en la zona. “El movimiento asociacionista en nuestro pueblo es increíble y conservamos esa gran capacidad de organizaciones. Creo que somos uno de los municipios con más organizaciones de todo tipo, tendremos unas 40 o 50 en un lugar con menos de 10.000 habitantes. Esa es la herencia que nos ha quedado”.

Fuente: Crónica Vasca

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