Repsol es la empresa líder en emisiones del Estado español, aumentándolas un 16% en 2022

Juan Teixeira

A pesar de invertir grandes cantidades de dinero en campañas de publicidad para hacernos creer que son sostenibles, las grandes compañías petrolíferas siguen haciendo negocio e invirtiendo en la quema de combustibles fósiles, la causa principal del cambio climático. Los datos no dejan lugar a dudas: solo el 0,3% del volumen energético de las 12 grandes petroleras mundiales es atribuible a su producción de electricidad renovable, mientras que el 99,7% lo es a su producción de petróleo y gas.

En Repsol apostamos por una transición energética justa hacia un futuro de bajas emisiones.​.. trabajamos para ofrecer productos y servicios energéticos asequibles, seguros y respetuosos con el medioambiente… Nuestra respuesta para mitigar el cambio climático se concreta en acciones medibles orientadas a una transición energética alineada con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas“.

Así vende Repsol en su web su idea de transición energética, así como también lo hace en numerosos artículos en medios de comunicación en los que invierte ingentes sumas de dinero en publicidad “verde”. El resultado es una imagen de cara al público de empresa sostenible y comprometida con el medio ambiente. La realidad es bien diferente: Repsol es la empresa líder en emisiones del Estado español, aumentando sus emisiones un 16% en 2022. Con 12,4 millones de toneladas de CO2 emitidas a la atmósfera durante ese año, la contribución de Repsol es una de las claves para que España incrementase un 9% sus emisiones totales. Tan solo el 0,82% de la producción de energía de la compañía fue de origen renovable, destinando el 82% de sus inversiones a su negocio de combustibles fósiles. Un caso evidente y sangrante de Greenwashing, con la única finalidad de poder seguir batiendo récords de beneficios como este año, con un 70% (4.251 millones de euros) respecto al año anterior.

Estos datos han sido extraídos de un informe demoledor publicado por Greenpeace, en el que dejan de manifiesto con datos inapelables la realidad de las 12 grandes empresas petroleras mundiales, entre las que se encuentra la española Repsol. A continuación resumimos algunas de las ideas principales:

El 7,3% de sus inversiones (6.570 millones de euros) pueden considerarse bajas en carbono, mientras que el 92,7% (81.520 millones de euros) siguen centrándose en extraer más petróleo.

La desorbitada subida de los precios del petróleo y el gas ha contribuido a un enorme incremento de sus beneficios en 2022. Beneficios que, en vez de utilizarse para cambiar el rumbo de sus negocios hacia prácticas más sostenibles, han aumentado los dividendos de sus accionistas y sus inversiones en combustibles fósiles.

La gran mayoría de las empresas petroleras tienen previsto afianzar o incluso aumentar su producción de petróleo y gas al menos hasta 2030.

Existe una enorme disparidad entre lo que afirman las empresas y la realidad. Esta disparidad se oculta en los informes de las empresas gracias a un lavado verde multifacético e imaginativo: los resultados se presentan de forma engañosa deliberadamente, se oculta información importante en notas a pie de página y la representación visual de las actividades de las empresas es casi cómica.

Es poco probable que las empresas internacionales petroleras lideren, o sean espectadoras neutrales, de la transición energética mundial y de la protección del clima.

Estas compañías siguen intentando engañar con promesas falsas de descarbonización, cuando la realidad muestra que no están cambiando su modelo de negocio.

Pedro Zorrilla, portavoz de la Campaña de Combustibles Fósiles y Cambio Climático de Greenpeace

Las principales compañías petroleras sabían desde los años 70 del siglo pasado que la quema de combustibles fósiles causaría un efecto invernadero en la atmósfera que provocaría un cambio climático global de impredecibles y letales consecuencias, y no hicieron nada. Es más, dedicaron sus esfuerzos a silenciar estos estudios y a todos aquellos que alzaron su voz para evitar los peores escenarios y así poder seguir generando beneficios. Y lo siguen haciendo.

Recientemente se ha publicado una revisión de 180 estudios científicos que convergen en que mil millones de personas perderán la vida de forma prematura durante el próximo siglo por el cambio climático asociado a la actividad humana, principalmente por la quema de combustibles fósiles. Sabemos que esto sucederá, sabemos por qué sucede y sabemos cómo evitarlo. Pero no lo hacemos porque anteponemos la economía a nuestra propia vida. Únicamente una respuesta masiva y urgente por parte de la ciudadanía podría evitar los peores escenarios. Es la hora de transformar la ecoansiedad en ira contra quien niega nuestro futuro. Es la hora del activismo climático.

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