El sacerdote José Prat cosió con 47 puñaladas el cuerpo de su monaguillo de nueve años, Francisco Calero Navalón, conocido como Paquito en 1971, aunque el cura ni siquiera pisó la cárcel gracias a la mediación de la iglesia.
El religioso fue condenado a 17 años de reclusión que no cumplió, según un libro publicado en 2004 por la orden a la que pertenecía, la de los misioneros paúles. A la familia de Paquito le dijeron que el cura había sido excomulgado, pero lo cierto es que solo pasó ocho años retirado. Después ejerció de vicario en Lleida.
Prat acribilló a puñaladas al niño en la sacristía de la parroquia. Antes le había golpeado la cabeza y había tratado de estrangularlo. El sacerdote se lavó, se cambió de ropa, se perfumó y fue a entregarse a la justicia. El arma homicida fue un abrecartas en forma de espada, tal y como recoge la crónica publicada el 13 de marzo de aquel año por el semanario El Caso.
La acusación particular solicitó pena de muerte para el sacerdote, que fue finalmente condenado a 17 años de reclusión. Sin embargo, el religioso no cumplió la pena, según recoge un libro publicado en 2004: 121 mallorquins.
No hay rastro del asesinato que cometió. Según recoge El País, el texto solo cita que “trabajando de vicario en Puerto de Sagunto tuvo un problema muy grave que asumió con fortaleza y humildad. Pasó ocho años retirado en Tángel (Alicante) y luego estuvo en el barrio de La Bordeta, en Lleida, como vicario”. La iglesia mintió a la familia diciendo que el sacerdote fue excomulgado.
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