Eneko Aierbe
Coordinador de pesca de Ecologistas en Acción


Cuando nos aproximamos a cualquier orilla de cualquier parte del mundo o cuando nos asomamos a la cubierta de un barco que navega por alguno de los océanos, la sensación que tenemos los humanos es de pequeñez. O de inmensidad. Pequeñez la nuestra e inmensidad del mar, de los océanos. Siempre ha sido así. Hasta tal punto que hasta hace bien poco pensábamos que no podíamos hacer nada ante esa inmensidad. Hiciésemos lo que hiciésemos seríamos incapaces de alterarla.

Por desgracia, desde hace unos años vemos que esto no es así. Primero fueron señales de agotamiento de algunas poblaciones pesqueras, en zonas concretas, que no se pescaban como antes o que cada vez había que estar más horas o ir más lejos para pescar lo mismo; episodios de contaminación localizados; zonas del mar en donde la cantidad de oxígeno empezaba a estar por debajo de lo que permite un desarrollo normal de los ecosistemas… Pero cada vez las señales son más alarmantes.

La crisis climática es cada vez más evidente y en los océanos se manifiesta especialmente virulenta con ascensos del nivel del mar que conllevan la destrucción de ecosistemas costeros (y, lógicamente también poblaciones e infraestructuras que nos hemos empeñado en construir al borde mismo del mar). El calentamiento del agua del mar que conlleva la migración de especies hacia los polos con los consiguientes cambios en los ecosistemas que se ven alterados de distinta forma al tener que dar cabida a especies que no eran conocidas en esas latitudes y con quienes no ha habido tiempo de establecer un equilibrio. El aumento de la acidez del agua que conlleva el estrés de los organismos calcáreos y su paulatina desaparición. Y muchos otros síntomas.

Por otro lado, la sensación de que el mar todo lo depuraba ha dado paso a darnos cuenta de todos los contaminantes que ha ido acumulando a lo largo del tiempo. Los que se pueden degradar pueden tener una afección local en difusores de emisarios, depuradoras o vertidos puntuales accidentales o no. Pero los que no se degradan, al tratarse de compuestos sintéticos, se van acumulando a lo largo del tiempo y, en muchos casos, pasan a la cadena trófica sufriendo procesos de biomagnificación. Es decir, que lo ingerido por los pequeños organismos de la base de la pirámide alimenticia se acumula en los grandes que están arriba del todo. Uno de esas especies somos nosotros.

Mención aparte merecen las basuras, y los plásticos en concreto, en el problema de la contaminación. Ha sido necesario ver que el mar ya no soportaba mayor cantidad de basuras y que nos las devolvía una y otra vez en las playas y a lo largo de toda la costa, para darnos cuenta del enorme problema que tendremos que afrontar durante los próximos siglos. Porque se han descubierto plásticos en los lugares más remotos e inaccesibles del planeta, incluso a más de 10000 m de profundidad en las fosas de las marianas. Por no hablar de los microplásticos, esos que casi ni vemos.

Y por último uno de los problemas más serios en lo que respecta a la biodiversidad como es la sobrepesca. Una pesca industrial descontrolada amenaza hoy en el planeta a un gran número de especies tal y como ha señalado recientemente el informe IPBES auspiciado por la ONU. Las aguas europeas no se libran de este problema puesto que un 41% de las poblaciones pesqueras del Atlántico y un 87% de las del Mediterráneo siguen, a día de hoy, sufriendo una pesca excesiva según el último informe facilitado por los asesores científicos de la Unión Europea.

Por todo ello, por la magnitud de estas amenazas a las que sometemos a los mares, y por la creciente concienciación ambiental de la sociedad europea, la Unión Europea se dotó de una serie de normas y directivas de obligado cumplimiento que pretendían mejorar el estado de los mares europeos. Cabe mencionar específicamente dos: la Política Pesquera Común cuyo objetivo principal es conseguir una pesca sostenible para todas las poblaciones pesqueras para el año 2020 y la Directiva sobre la Estrategia Marina cuyo principal objetivo es que todos los mares alcancen el Buen Estado Ambiental en 2020. Son objetivos ambiciosos pero creemos que son lo mínimo si queremos asegurar el futuro de nuestros mares.

Así pues, el año que viene es un año clave para medir cómo vamos con los deberes en lo que respecta a tener unos mares más saludables y resilientes ante los severos cambios que se avecinan. Desde Ecologistas en Acción vemos con preocupación que estos objetivos no van a ser alcanzados y, lo que es peor, que no parece que a los responsables de que vayamos a suspender les importe demasiado. Es por ello que hemos decidido sumarnos a una iniciativa puesta en marcha por organizaciones ambientales de Europa para reunir el máximo número de apoyos con el objetivo de hacer ver a los ministros de Pesca y a los de Medio Ambiente que se tomen en serio la normativa aprobada por sus respectivos gobiernos y que hagan todos los avances necesarios para alcanzar los objetivos el año que viene. El futuro de los mares lo requiere. La campaña se llama ‘Salvemos nuestros mares’ y esperamos que te unas a nuestra petición.

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