La disminución del trabajo infantil no se frena, al contrario. El crecimiento sin precedentes de la migración y los desplazamientos forzosos ha resultado un excelente caldo de cultivo para explotadores y violadores de los derechos humanos.

Existe una necesidad apremiante de acelerar los esfuerzos encaminados a poner fin al trabajo infantil en todas sus formas de aquí a 2025, según se indica en la Agenda 2030 para cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), el que promueve el trabajo decente, que para 2025 debe quedar erradicado el trabajo infantil en todas sus formas.

La cifra de niños y niñas afectados en general bajó de 168 millones en 2013 a 152 millones hoy, pero en el sector agrícola el número aumentó: de 98 millones a 108 millones, llegando al 71 por ciento del total de niños trabajadores. La mayor parte de los niños y niñas aportan a la producción de alimentos que se consumen en los mercados locales.

El aumento del trabajo infantil en el rural, formando parte del trabajo agrícola, tiene que ver con la falta de control. La mayor parte de estos niños y niñas trabajan en la agricultura familiar, sin sueldo, y en lugares donde no llega la presencia estatal.

Los niños y niñas que trabajan lo hacen en su mayor parte para ayudar a sus familias. Cientos de miles de niños se quedan sin posibilidades de acceder a educación formal cada año en distintas partes del mundo.

Acabar con el trabajo infantil es responsabilidad de todos y todas, pero la solución aún está lejos.

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