Escribí esto en una discusión en Twitter sobre la importancia de conocer y leer textos clásicos en economía (digamos, desde Quesnay hasta Pareto, aunque estos puntos finales son bastante arbitrarios).
If your definition of economics is this:
"I would like to start with the one that I would have used when I was young and studied Marxist economics. Economics matters because it enables you to look at the grand political and economic changes in history and— Branko Milanovic (@BrankoMilan) October 24, 2021
- Si tu definición de economía es esta: «Me gustaría empezar con la que hubiera utilizado cuando era joven y estudiaba economía marxista. La economía es importante porque permite observar los grandes cambios políticos y económicos de la historia y explicarlos mediante factores económicos. En otras palabras, es, si se me permite decirlo, una rama del materialismo histórico. Las decisiones impulsadas por factores económicos dan forma a las sociedades y las hacen cambiar». Entonces debes leer a los clásicos.
- Si tu definición es esta: «Una visión neoclásica de la economía sería más pragmática. Sería argumentar que la economía importa -y utilizar ahí la definición de Alfred Marshall- porque se ocupa de nuestra vida ordinaria y su objetivo es mejorar esa vida ordinaria, hacer que nuestros ingresos sean más altos, permitirnos tener más tiempo libre y hacer que la pobreza desaparezca para que podamos disfrutar de otras actividades que nos gustan mientras tenemos un nivel de vida satisfactorio.» Entonces, deberías leerlos pero quizás no con tanto cuidado como bajo la primera definición.
- Si tu definición es: «La economía es la asignación de recursos escasos entre los fines alternativos». Entonces puedes leer sólo textos clásicos seleccionados.
- Si tu definición es que la economía es sólo lo que hacen ahora las empresas y las finanzas, entonces tal vez no debas molestarte en leer textos clásicos.
Me gustaría explicar lo que quise decir con estas definiciones. La primera definición es claramente marxista en su redacción, pero en lo sustantivo es la misma definición que se puede encontrar en obras tan distantes histórica e incluso ideológicamente como Adam Smith y Kenneth Pomeranz. En esta visión de la economía, su papel es iluminar los factores económicos que han conducido a cambios sistémicos, a que la gente pase de una forma de organizar la producción a otra. Es la teoría estamental de la historia económica de Smith, desde «el rudo estado de la sociedad» de los pastores hasta la sociedad comercial de su tiempo. Por supuesto, también es el punto de vista de Marx. Pero también es el punto de vista de quien ha estudiado (digamos) el Imperio Romano, su economía y la disolución de los múltiples vínculos que mantenían unido al Imperio de Occidente: Michael Rostovtzeff o Moses Finley. Es una visión de la economía común a Paul Bairoch y Fernand Braudel. Así pues, lo importante no es una posición ideológica predeterminada, sino el enfoque metodológico.
La segunda definición (debida a Alfred Marshall) es, según escribí, mucho más pragmática. Examina las formas de mejorar la vida de las personas. Se relaciona con la primera definición cuando, bajo la primera definición, creemos que las sociedades tienden a elegir formas de producción más eficientes sobre las menos eficientes. A través de la lucha darwiniana de los diferentes modos de producción, el más eficiente gana, y ese modo más eficiente es el que más aumenta los ingresos de las personas. (Suponiendo aquí que se miran los ingresos de las personas en sentido amplio, y no sólo el ingreso medio, que puede ser engañoso). La segunda definición permite no preocuparse por las grandes fuerzas históricas, sino centrarse, aquí y hoy, en cómo mejorar las cosas.
La tercera definición es la de Lionel Robbins. Esa definición reduce la economía de forma muy significativa. La economía se asemeja a la investigación operativa. No está interesada en la sucesión de diferentes sistemas, ni siquiera en la mejora del bienestar como tal, sino en la optimización. Se puede utilizar en cualquier sistema. No es de extrañar que Tjalling Koopmans y Leonid Kantorovich, trabajando en dos sistemas diferentes pero ambos interesados en la optimización, llegaran a conclusiones muy similares. La definición «escasez => fines» puede utilizarse para asignar mejor los insumos y las personas en una fábrica, ya sea de propiedad privada o estatal, para maximizar el esfuerzo de trabajo de los internos de un campo de trabajo o de los esclavos que recogen algodón.
La cuarta definición va más allá del pragmatismo. Se ocupa de la propia, o de las personas para las que se trabaja, la maximización inmediata de los ingresos; ignora todo lo que no es útil para ese fin, y difumina la diferencia entre una ciencia social y la obtención de beneficios de una sola empresa. Es Gordon Gekko en acción.
Si crees que estas distinciones son demasiado abstractas, aquí tienes un ejemplo para mostrar cómo son muy concretas y se aplican en la realidad ahora mismo. Se puede estudiar a China planteando la cuestión de si es capitalista o no, si su apertura y mercantilización que comenzó en 1978 es sólo una larguísima NEP o un cambio irreversible; si la historia económica china nos lleva a creer que el país evolucionará en una u otra dirección. En ese caso, se aplica la definición 1.
O puede no preocuparse por las decisiones que llevaron a China a liberalizarse en 1978, sino centrarse en las políticas que redujeron la pobreza, aumentaron sus ingresos o ampliaron las disparidades entre los ricos y los pobres. Está aplicando la definición 2.
O puedes discutir si el sistema bancario chino de propiedad estatal está asignando los préstamos de la mejor manera o no: aquí estás trabajando bajo la definición 3.
O puede escribir un artículo en el que discuta si Evergrande pagará a sus acreedores la próxima semana o no. Estás en el mundo de la definición 4.
La definición 1 siempre me ha interesado. Le dio a la economía su gravedad magistral. Demostró por qué la economía es importante. Cuando empecé a trabajar en la desigualdad global hace más de dos décadas, nunca lo vi como un mero trabajo empírico. La empiria es importante como primer paso, pero uno debe intentar (si es posible) no detenerse ahí. No logré ir más allá (y me critico por ello en mi próximo libro). Aun así, para mí la desigualdad global siempre tuvo más que ver con la política global, la economía y, de hecho, el poder, que con los números.
El aumento de la desigualdad mundial en el siglo XIX fue simplemente un reflejo, en cifras, de la mayor divergencia de poder jamás registrada entre dos partes del mundo: Occidente y el resto (véase el gráfico). No se puede hablar de estas cifras sin darse cuenta de que la creciente desigualdad entre países «explicaba» o «reflejaba» (ambas cosas son probablemente ciertas) las Guerras del Opio de la década de 1840 y la Rebelión de la India de 1857. Detrás de las crecientes desigualdades intra-nacionales estaba la lucha de clases: la Revolución de 1848 y la Emancipación de los siervos en 1861.
Luego, la elevada meseta de la desigualdad mundial a mediados del siglo XX nos mostró los tres mundos recién parcelados: el primer mundo de los países capitalistas ricos; el segundo mundo del socialismo; y el tercer mundo de Asia, África y América Latina. No se puede entender la obra de Frantz Fanon y Samir Amin sin saber que en el fondo existían tres mundos no superpuestos. No se puede ver de dónde viene Bandung si no se ve este gráfico (o se tiene un conocimiento similar de todos modos).
Y por último, y más reciente, la disminución de la desigualdad global es simplemente la traducción del ascenso de los países asiáticos poblados. Esto refleja la Revolución Industrial: el centro de gravedad económico se inclina hacia una región, las zonas perdedoras se desindustrializan y, a medida que Asia se pone al día, la desigualdad mundial se reduce. Las implicaciones políticas y económicas de este cambio son obvias para todos: el conflicto entre Estados Unidos y China está escrito en letras escarlatas. No hace falta buscar sus causas en los discursos de los políticos.
Lo que vendrá en el futuro no lo sabemos. ¿Continuará la tendencia igualadora? África, con su elevado crecimiento demográfico y su falta de convergencia de ingresos, podría volver a impulsar la desigualdad mundial y quedar aún más marginada. O podría replicar a Asia. Puede que China se haga (y ya se está haciendo) demasiado rica para ejercer una presión a la baja sobre la desigualdad mundial y que los dos nuevos hegemones (China y EE.UU.) formen dentro de dos generaciones un grupo propio.
La estructura económica y política del mundo actual es muy diferente a la de 1921 o 1971. Todo ello no sólo se refleja en las cifras de la desigualdad global; estas cifras nos ayudan a entender los movimientos políticos y sociales. Así es como veo que funciona la desigualdad global según la definición 1.
Traducción realizada Javier F. Ferrero sobre un texto original en inglés de Branko Milanovic.
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