Tirar la rojigualda, levantar la roja y la tricolor

Carmelo Suárez. Secretario General del PCPE
Los gestores más genuinos de la dictadura del capital se envuelven estos días en la franquista bandera rojigualda para marcar su violento territorio, porra en mano. En sus más cualificados barrios residenciales alborotan impunemente, con la seguridad que da el saberse los dueños de la finca. Pero, producto de su ventaja ideológica, también aquí y allá, se colocan las rojigualdas en las fachadas de otros territorios urbanos.

Irrita tanta chulería de quienes se saben en posesión del poder, de tal manera que ni multas les llegan en su impunidad ante unos cuerpos policiales igualmente identificados con su chulesca defensa del capital, pero estos últimos con sus miserables salarios que son despreciados por los otros. Si no es porque son los amos del cortijo esas caceroladas serían brutalmente reprimidas por orden gubernativa, como suele pasar en tantas ocasiones en los barrios obreros. Los jóvenes de Altsasua están en prisión por una pelea en un bar, de la que los aparatos represivos hicieron un auténtico ajuste de cuentas.

Si ya fue una miserable concesión, una más, de Santiago Carillo, el reconocimiento de esa bandera golpista en lo que llamaron la Transición, hoy, absolutamente reapropiada por el facherío nacional, genera todavía más rechazo si cabe.

Quienes levantan hoy esa bandera son los “carniceros”, que están gritando que ¡a trabajar! ¡que hay que salvar la economía!, aunque para ello miles trabajadoras y trabajadores se jueguen la vida en el matadero de Binéfar o en la fábrica de la Mercedes, incumpliendo cualquier medida de seguridad o produciendo bienes que nada tienen de imprescindibles en centros de trabajo masivos, que tienen todo tipo de riesgos para la vida. Lo importante es la economía, la de ellos, ¡claro! Sus ganancias y su enriquecimiento. Que ayer podían realizar con formalidades menos violentas, pero que hoy, en el escenario agudo de agotamiento de su sistema capitalista, toma la forma de arriesgar la vida de forma directa ante una enfermedad agresiva y en buena medida desconocida, que ha aparecido como consecuencia del carácter cada vez más depredador de su bárbaro sistema de acumulación, que destruye el planeta, y destruye la vida humana, como bien advirtiera Fidel en 1992 en la Cumbre de Río.

La rojigualda, en su miserable historia, siempre significó lo mismo. El dominio secular de la rancia monarquía cleptómana, el baño de sangre del golpe del 36 y, de nuevo, la monarquía cleptómana en su versión de paraísos fiscales y cuentas en Suiza, todo ello siempre en armonía con la dictadura del bloque oligárquico-burgués. Es la enseña de la burguesía criminal, cuya codicia no tiene límites, que siempre coloca como víctimas a la clase obrera y a los sectores populares de este país invertebrado.

Ahora que, en la gestión de esta nueva fase de la crisis capitalista acelerada por la Covid-19, el sistema dominante concierta todas sus fuerzas para someter a las trabajadoras y a los trabajadores a un nuevo ciclo de violencia, represión, mayor explotación y mayor pobreza, es el momento de derrotar ya definitivamente esa bandera del crimen y la traición, y levantar, con todas las energías, las banderas de la clase obrera y del progreso social.

El interés del progreso, de la libertad, de la democracia y de la justicia social, pasa por dar por finalizado el ciclo histórico de la formación capitalista decadente y depredadora, e iniciar el ciclo de la mayoría social en el poder. El poder obrero, la República socialista, la propiedad social, la economía planificada y en armonía con la naturaleza, los avances científicos al servicio de la Humanidad y no de los monopolios, la reducción del tiempo de trabajo y la satisfacción de las necesidades colectivas e individuales. Avanzar hacia la sociedad socialista.

Tirar para siempre la ensangrentada pañoleta rojigualda, y levantar las orgullosas banderas de la libertad y la justicia social -la roja bandera obrera y la republicana bandera tricolor-, será la expresión de la independencia de clase y del avance imparable del cambio social histórico.

Este sábado 23 de mayo el PCPE da inicio a su fase de ofensiva contra las políticas que el bloque oligárquico-burgués trata de imponer para recomponer su proceso de acumulación de capitales. Nos vemos en las calles. Unidad, organización, y lucha obrera marcan el camino de la contraofensiva que ha de llevar al pueblo a la victoria.

DEJA UNA RESPUESTA