El Ministerio de Trabajo ha terminado esta semana un nuevo criterio técnico según el cual las empresas, en el cumplimiento de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales, tienen obligación de evaluar los riesgos “psicosociales” de sus empleados, es decir, la posibilidad de que sufran estrés, ansiedad o malestar psíquico en su entorno de trabajo, y planificar medidas para solventarlos en caso de detectar problemas, algo por lo que podrán ser sancionadas por la Inspección de Trabajo si no lo hacen.
El estrés tiene efectos nocivos tanto para la salud de los trabajadores como para la organización del trabajo y a él se deben aproximadamente la mitad de los días de trabajo perdidos, ya que la ausencias por estrés son relativamente largas, conduce a una reducción del rendimiento y puede motivar un aumento de la siniestralidad laboral. Se estima que una quinta parte de la rotación de personal guarda relación con el estrés en el trabajo.
Pilar López, socia y especialista en Derecho del Trabajo y Seguridad Social del despacho Vaciero, ha explicado a Vozpópuli, que “los riesgos psicosociales son muy etéreos y su evaluación estaba en el limbo. En algunas empresas o sectores, por la naturaleza de su actividad, sí los miraban, como por ejemplo en el caso de los controladores aéreos. Pero, con carácter general, no se evaluaba en las empresas y si se hacía era de forma muy light”.
“En verdad, Trabajo ha matado dos pájaros de un tiro: le dice a la Inspección cómo debe comprobarlo y también a la empresa cómo debe evaluarlo. Es muy interesante porque hasta la fecha en la Ley de Prevención de Riesgos Laborales se establece la obligación de evaluar los riesgos de su puesto de trabajo para la salud de sus empleados, pero no determina qué riesgos son esos”, añade.
Las empresas deberán evaluar si el trabajador sufre monotonía, si tiene que hacer “tareas sin sentido” o “tareas desagradables por la que se siente rechazo”, si tiene una carga de trabajo excesiva o insuficiente, así como si las comunicaciones son deficientes o si el trabajador tiene un apoyo insuficiente ante los problemas o el desarrollo personal.
Además deberán ser evaluado el aislamiento o las malas relaciones con los compañeros, las relaciones adversas con usuarios o con clientes o si el empleado está poco valorado en el trabajo o siente inseguridad.
En esta evaluación debe estar implicada la dirección de la empresa y debe cubrir a todos los puestos de trabajo, incluidos los puestos ocupados por personal de Empresas de Trabajo Temporal contratados. En caso de detectarse factores de riesgo, la empresa debe tomar medidas para evitarlos o reducirlos.
La Inspección podrá presentarse en cualquier empresa por iniciativa propia, por una campaña de prevención o tras recibir una denuncia de un empleado y solicitar su evaluación de riesgos psicosociales. En caso de no haberla realizado podrá sancionarla.
Inspección pone ejemplos de factores psicosociales propios de algunas profesiones, como los horarios prolongados en la hostelería; el exceso de carga física y emocional en la sanidad; las relaciones conflictivas con alumnos y familiares en la educación; el derecho a la desconexión en el comercio; o el trabajo nocturno y a turnos en la industria.
Cómo prevenir el desgaste profesional
Los expertos resumen estas acciones en 6 áreas: carga de trabajo acorde a las capacidades del trabajador; la empresa debe favorecer la autonomía con las herramientas necesarias para que el empleado no desvíe su atención; reconocimiento adecuado por un trabajo bien hecho; crear una comunidad con ambiente positivo; establecer un sistema de trabajo equitativo y conocer los valores de sus empleados y hablar con ellos.
Según Andrés Córdoba, psicólogo de BluaU en Sanitas “la pandemia ha aumentado los niveles de estrés en todas las profesiones. El cambio drástico de rutinas y hábitos y la disminución de recursos personales y colectivos para hacerles frente han provocado un desgaste emocional que no se debe solo al burnout laboral, sino también a cuadros de ansiedad, depresivos o ansioso-depresivos que muchas veces pueden solaparse”. Un fenómeno que se ha producido con mayor intensidad “en aquellas profesiones con mayor trato al público, como Enfermería, Medicina, Psicología, Profesorado o Trabajo Social” incluso con anterioridad a la covid-19.