Según nos cuenta Médicos sin Fronteras, en marzo de 2017 un francotirador disparó a Nashwan en la espalda y en una pierna durante el conflicto en Mosul entre el Estado Islámico (EI) y las fuerzas iraquíes. “Nashwan es del oeste de la ciudad y, durante más de un año, ha tenido problemas para acceder a los servicios de salud y que trataran y curaran su pierna. Actualmente está recibiendo tratamiento en nuestro centro de atención posoperatoria en el oeste Mosul oriental“, indican desde MSF.
Esta es la historia de Nashwan:
“Mi nombre es Nashwan y nací en 1976. Tengo tres hijos y llevo casado 15 años. Tengo una titulación en Tecnologías de la Información pero, tras graduarme, no pude conseguir trabajo en el sector público, así que trabajé como profesional independiente. Después conduje un taxi. Tuvimos una vida cómoda.
Todavía vivimos en Mosul en la misma casa y en la misma zona. Incluso durante los momentos más oscuros del conflicto, no huimos.
El 11 de marzo de 2017, nuestro vecindario fue retomado [a manos del Estado Islámico]. Dos días después, salimos a comprar comida y nos sentíamos felices. Pero la lucha continuaba en los barrios vecinos. En un edificio alto cercano, había un francotirador en la parte superior. Empezó a ir a por nosotros. A mi vecino le disparó en la cabeza y lo mató. Mi hermano recibió un disparo en la pierna. A mí me disparó en la espalda y en la pierna.
Los vecinos nos ayudaron y nos llevaron a las fuerzas iraquíes. Los soldados revisaron nuestros documentos y, luego, nos llevaron al hospital de Hamán al Alil (a unos 30 kilómetros al sur de Mosul). Allí, los médicos me examinaron y después me enviaron a Qayará. En el hospital de Qayará, me extrajeron la bala de la espalda. Pero no tenían los recursos para tratar mi pierna. Entonces, me enviaron a Erbil.
Allí me pusieron las fijaciones externas en la pierna y me dijeron que estaría bien y que solo necesitaba tiempo. Tras cinco días, volví al lado este de Mosul. Vivo en el lado oeste, pero todos los caminos estaban todavía cerrados o destruidos [debido al conflicto actual], por lo que mi familia me subió a un carro y me empujaron hasta casa. Esperé en mi casa durante varios meses que las bombas pararan.
Durante estos siete meses en casa, el dolor en la pierna y en la cadera comenzó a aumentar y, finalmente, se hizo insoportable. Entonces, en octubre de 2017, fui al hospital general al oeste de Mosul. Me hicieron radiografías y pruebas y dijeron que necesitaba una gran operación. Pero no tenían los recursos para llevar a cabo la operación.
La herida se infectó
Después de esto, fui a un médico privado. Dijo que era una operación importante y que me costaría dos millones de dinares iraquíes (unos 1.425 euros). Mi situación económica era mala en ese momento y teníamos niños pequeños. Mis vecinos se reunieron y recaudaron el dineropara mi operación. Lo hice en un hospital privado. Insertaron una fijación interna.
Después de la operación, me fui a casa durante seis meses. Todavía tenía dolor e iba en aumento. Al final, fue tan insoportable que no pude soportarlo más. Pero no tenía dinero. La herida comenzó a abrirse y empezaron a salir líquidos. Entonces fui al hospital general.
El hospital general me derivó al centro de atención posoperatoria de MSF y llegué aquí el 11 de abril 2018. Fui uno de los primeros pacientes. Desde que vine aquí me he sometido a tres cirugías. Primero, abrieron la herida y la limpiaron. Les preocupaba todo el líquido que salía, por lo que hicieron algunas pruebas. Tomaron una muestra de la herida y me recetaron un medicamento concreto.
La vida ha sido realmente dura. Mi lesión ha tenido un impacto negativo en mi vida, en mi familia, en cómo interactúo con mis hijos. No puedo jugar con ellos. No puedo trabajar y no hemos tenido ingresos. He estado muy deprimido y no puedo hablar con la gente. Incluso para ir al baño, necesito que alguien esté conmigo. Y necesito las muletas para ir a todas partes. Ha sido realmente difícil para mí. Pero, afortunadamente, la parte más difícil ha pasado“.