La juventud y sus nuevas corrientes políticas han puesto de manifiesto la importancia de una concienciación que hasta hace apenas unas décadas era residual. Sin entrar en el debate creado en torno a la existencia o no del cambio climático que algunos pretenden tener como si fuera legítimo —a pesar de que haya líderes mundiales que lo sigan negando rotundamente, pero no por desconocimiento— la preocupación crece de forma exponencial conforme las posibilidades de cambiar el sistema productivo y económico actual, que precisamente crea el problema del cambio climático, se ven mermadas por una élite interesada en mantener su riqueza y beneficios, aunque sea a costa de su propia descendencia, porque ya sabemos que el resto les damos igual.
El sistema productivo actual
El sistema productivo y económico actual ha sido capaz de mejorar la vida de millones de personas a lo largo de los últimos siglos y desde la izquierda anticapitalista tampoco es algo que se niegue, pero ello no significa que debamos mantener un ritmo de producción que vaya a acabar con las generaciones futuras y el resto de animales que también habitan el planeta. La falta de legitimidad en el discurso que reina entre los capitalistas se suma a los desfasados argumentos que con la aparición del socialismo se ha querido instaurar en el imaginario colectivo: el capitalismo, así como cualquier ideología que se sostenga en él —unas más que otras—, es la única salida para la mejora de la calidad de vida y salvación del planeta. Aquí hemos de reconocer su aplastante victoria al plantearnos el capitalismo como algo inevitable e inmutable que perdura a través del tiempo al igual que las desgracias que él mismo crea.
Independientemente de la socialdemocracia y su incapacidad para hacer algo que pueda salvar a los trabajadores de la precariedad y al planeta de su extinción, cualquiera de las ideologías que aceptan al capitalismo como sistema económico propio implican un problema para los que nos apetece que en unos cuantos siglos el planeta se parezca lo menos posible al catastrófico escenario planteado en Interestellar.
Lejos de estar haciéndonos una película al respecto, los datos muestran que el planeta se calienta cada vez más —1,2 grados desde el S. XIX— por la actividad del ser humano en estos últimos años. Ya en la última década, comenzamos a ver los efectos que tiene el cambio climático o las consecuencias de un modelo productivo insostenible en los países en vías de desarrollo, como la acumulación de basuras o el resultado de la expoliación continua por los países que más contribuyen al cambio climático. La subida de temperatura por las continuas emisiones de gases de efecto invernadero, lluvias torrenciales incesantes y falta de comida provocadas por las nuevas condiciones climáticas son algunos de los efectos que estamos empezando a conocer y cuya medición es muy complicada, así como la pronosticación de las personas que se verán afectadas por ello.
En este momento hemos de plantearnos el papel que juegan aquellos actores que más contribuyen al poco esperanzador escenario que tenemos delante si no se llega a una solución que vaya más allá de lo superficial. Estados Unidos ha sido el mayor contaminante hasta la fecha, responsable de la emisión del 27% del CO2 desde 1850. Por ello, que Trump fuera uno de los mayores negacionistas que alentaban al resto a seguir sus pasos suponía un peligro para el resto de naciones que pretendieran sumarse a sus delirios, más aún cuando era el presidente del país más contaminante del mundo hasta la fecha.

Son muchos los estudios, aunque de manera dispar, los que cifran en unas pocas décadas el margen que tenemos para revertir lo que, de momento, parece inevitable. Si bien es cierto, el catastrofismo también ha sido parte de la lucha anticlimática, pero no por ello echa por tierra las múltiples evidencias de lo que venimos comentando hasta ahora. Al igual que la responsabilidad es compartida, quienes han jugado un papel mayor no sólo en la emisión de gases con efecto invernadero, sino en la explotación de los recursos de los países que ahora se ven más indefensos en su lucha contra el cambio climático, deben también tomar mayores medidas en vez de exigir soluciones a quienes tienen elevados niveles de pobreza y desigualdad.
No sabemos a ciencia cierta cuándo será el punto de no retorno, pero lo que sí conocemos es que ese punto existe y que llegará más pronto que tarde. Un cambio de ideología que tenga en cuenta el planeta y que no se sostenga en el modelo productivo actual es el comienzo para poder avanzar hacia la supervivencia de las especies que lo habitan.
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