IMAGE: Seagul - Pixabay (CC0)

Un estudio publicado en Nature viene a demostrar de manera clara que la combinación de las energías solar y eólica son suficientes para abastecer la demanda energética de la mayor parte de los países del mundo, entre el 72% y el 91% del tiempo si se calcula sin añadir almacenamiento, y entre un 83% y un 94% del tiempo si se añaden doce horas de almacenamiento en forma de baterías y de otras tecnologías ya existentes. Si añadimos la posibilidad de cooperar para compartir energía entre distintos países del mundo, la realidad es que el avance de la tecnologías de producción de energías renovables han avanzado ya lo suficiente como para convertirse en la base de la generación de electricidad en prácticamente todo el mundo.

Un golpe más para los escépticos que afirman – sin publicarlo en ningún journal – que las renovables, según ellos, no son suficientes para abastecer la demanda energética. Tras una COP26 que de nuevo ha vuelto a defraudar absolutamente a todos, a pesar de las aplastantes demandas de soluciones que emergen de la opinión pública de todo el mundo, y que en lugar de plantear compromisos con fecha para el final de la extracción de combustibles fósiles, la única decisión que de verdad importaba, ha vuelto a apostar por el continuismo, por el lenguaje suave y por no llegar a ningún compromiso ni plazo serio, nos encontramos de nuevo con la brutal paradoja: tenemos tecnologías capaces de solucionar el problema más importante de la historia de la civilización humana, pero nos negamos a utilizarlas y a desplegarlas a la velocidad adecuada.

En estas condiciones, que los gobiernos de todo el mundo no estén apostando por forzar el despliegue y el sobredimensionamiento de infraestructuras renovables a toda velocidad y, en su lugar, sigan optando por subvencionar con miles de millones a las compañías petroleras es algo que merecería ya no palabras, sino directamente acciones. Mientras el desarrollo de tecnologías como la eólica marina sigue probando su eficiencia en cada vez más lugares del mundo, la mayoría de los gobiernos prefieren optar por el continuismo y por posponer los objetivos de descarbonización varias décadas, como si realmente tuviéramos ese tiempo.

En el fondo del problema, la absurda politización del fenómeno climático. En países como los Estados Unidos, a pesar de la cada vez mayor abundancia de pruebas y de información de todo tipo que evidencia que estamos ante una emergencia climática, sigue habiendo un gran número de norteamericanos, fundamentalmente republicanos ultraconservadores, que mantienen una actitud estúpidamente escéptica y que pretenden que pueden seguir haciendo su vida con normalidad sin cambiar nada. De hecho, esa actitud de «no estoy dispuesto a aceptar ningún cambio en mi vida para evitar una emergencia climática» es, en gran medida, lo que lleva a muchos gobiernos a retrasar sus acciones, por miedo a tomar medidas que pudiesen generar elevadas tasas de impopularidad. Y así, seguiremos teniendo gobiernos supuestamente populares que ganan elecciones, pero que no hacen nada para solucionar el problema, mientras los fenómenos climáticos extremos van haciéndose cada vez más frecuentes y el planeta sigue desestabilizándose.

Cuando la información ya no funciona y cuando algunos se niegan a cambiar a pesar de demostrarles fehacientemente que el camino que siguen es completamente insostenible, es el momento de, en función de la lógica, la supervivencia y el bien común, obligarlos a cambiar aunque no quieran. Ha llegado el momento de empezar a pensar en justificar medidas de otro tipo.

Artículo publicado originariamente en el blog de Enrique Dans.

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