El pasado 29 de mayo, una dotación de policía acudía a un supermercado del centro de Zaragoza tras ser avisados por el servicio de seguridad del supermercado por un robo.

El autor de la sustracción era un hombre de unos 35 años que había escondido entre su ropa cuatro potitos tras comprobar que no le veía nadie, según la información publicada en el digital del Periódico de Aragón.

Nadie lo vio con las manos en la masa pero sí las cámaras de seguridad que apuntan hacia varios ángulos, entre ellos el lineal de comida infantil. Cuando se dispuso a salir del local los responsables de seguridad de la tienda lo retuvieron y avisaron a la policía, según el protocolo que tienen asignado.

Algunos clientes, al enterarse de lo que pasaba, se ofrecieron a pagar el importe de los potitos mientras el detenido les explicaba la difícil situación por la que está pasando: es padre de familia, está en paro y lo único que quería era comida para su bebé pero no podía permitírsela.

Al llegar la dotación de la Policía Nacional escucharon todas las versiones y le dijeron al hombre que no hay nada contra él, que se fuese. En ese momento uno de los agentes echó mano de su cartera y pagó la comida infantil al supermercado.

Un testigo recuerda tiempo después: “Ese policía se comportó de una forma muy humana”, “Cerró los ojos, fue más allá de lo que sería su deber y se puso en lugar del padre de familia que tiene unos pequeños en casa, esperando que les lleve comida”.

“Creo que fue una acción ejemplar y emocionante por parte de unos auténticos servidores públicos”, añadió.

“No se debe robar, claro, pero mucho menos dejar morir de hambre a unos bebés”, señala. “Esos agentes merecen un fuerte aplauso, porque robar, entre comillas, unos potitos no es un delito cuando se trata de alimentar a unos niños”, zanjó el testigo.

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