Juande D. Fernandez
Doctor en Ecología Terrestre. Responsable de Presencia Territorial de Greenpeace
En África, hablar de problemas ambientales es hacerlo de problemas sociales, y viceversa. En pocos sitios del mundo podemos encontrar una mayor vinculación entre los impactos en el medio ambiente y las afecciones sobre las poblaciones locales. Este es el primero de una serie de siete artículos en los que realizaremos un viaje virtual por África, visitando siete países que simbolizan los siete principales problemas ecológicos del continente. Sus siete pecados ambientales.
Iniciamos nuestro periplo en Senegal, un país situado en el extremo occidental del continente, con una población de 15 millones de habitantes distribuidos en una superficie similar a la de Reino Unido. Senegal es un país que vive, principalmente, de la pesca, la minería y la agricultura. Sin embargo, la pesca, una de las mayores bendiciones del país, es también una de sus peores condenas.
En Senegal existen más de 20.000 cayucos que proporcionan empleo y comida a las poblaciones costeras. Se calcula que más de 500.000 personas dependen de la pesca para su subsistencia. Una situación muy similar a la del resto de esta zona de África, donde la pesca es el principal medio de vida para siete millones de personas. Os podéis imaginar la importancia que tiene mantener los stocks pesqueros en la región, donde el 30% de la población padece malnutrición. Sin embargo, más de la mitad de las especies comerciales de interés pesquero de África occidental, de las que hay datos, están sobreexplotadas.
La sobrepesca en Senegal no la provoca la flota pesquera del país, sino los barcos procedentes de otros continentes, principalmente de Europa y Asia. En 2014 Europa llegó a un acuerdo con el Gobierno senegalés para gestionar la flota pesquera en la zona. En dicho acuerdo, se limitó la flota europea que puede faenar en aguas del país a 36 embarcaciones (26 cerqueros, ocho cañeros para pesca de atún y dos arrastreros para la merluza), a cambio de un pago de 13,8 millones de euros, una cantidad ridícula en comparación con el beneficio que se puede obtener con la venta de los peces capturados por estos barcos. Aunque es una buena noticia que Europa haya decidido controlar sus barcos pesqueros, sigue siendo una competencia totalmente desequilibrada. Un solo buque europeo puede capturar en un solo día lo mismo que 50 embarcaciones tradiciones senegalesas durante todo un año.
Y los europeos no somos los únicos responsables de esta situación. La flota pesquera china en aguas africanas ha pasado de tan sólo 13 barcos en 1985 a casi 500 en 2013. Un incremento imposible de soportar por los stocks pesqueros del continente. Se estima que, cada año, los barcos chinos extraen 200.000 toneladas de pescado en las aguas orientales de África y tres millones de toneladas en su costa occidental. Pero los datos son muy difíciles de calcular con exactitud, pues la mayoría de los buques falsean su tamaño (son bastante más grandes de lo que indican en los registros) para poder faenar en zonas limitadas a embarcaciones más pequeñas, aprovechando que muchos de estos países no tienen los recursos suficientes para poder vigilar las actividades pesqueras que se producen en sus aguas.
Como os podéis imaginar, esto tiene unas graves consecuencias sobre la población de Senegal. Posiblemente recordéis la terrible crisis de los cayucos de 2006, cuando 31.678 inmigrantes llegaron a Canarias utilizando estas embarcaciones pesqueras tradicionales, un hecho particularmente simbólico. La emigración no es fenómeno natural: tiene causas ambientales y políticas y, sin duda, la sobrepesca es uno de los factores que obliga a personas de Senegal a jugarse la vida para buscar un futuro en Europa. Además, la falta de pescado está haciendo que la pesca sea una actividad de alto riesgo en Senegal. Los pescadores cada vez tienen que pasar más tiempo y alejarse más de la costa para encontrar pescado suficiente para su subsistencia. Esto ha hecho que se incrementen los accidentes y desapariciones, solo en 2017 se registraron 92 accidentes con 140 pescadores artesanales como víctimas, un incremento del 63% con relación al año anterior.
¿Se han tomado medidas al respecto? Solo en parte. Desde la crisis de los cayucos, España ha otorgado entre 15 y 25 millones de euros a Senegal y Mauritania en forma de ayudas económicas para frenar la emigración, aunque la mayor parte de este dinero se ha destinado al control de las fronteras y no a mejorar la situación de las comunidades más necesitadas y afectadas por la sobrepesca. Si realmente queremos solucionar el problema necesitamos que se ajuste el tamaño de la flota pesquera en función de unos objetivos sostenibles, basados en técnicas artesanales de pesca. Han de establecerse zonas de reserva pesquera y que las comunidades locales tengan preferencia para pescar en las aguas africanas, por encima de los grandes buques de terceros países. Hay que ayudar a Senegal a vigilar los grandes buques que faenan en sus aguas, que son los auténticos piratas de esta historia, en vez de destinar tanto dinero a vigilar las fronteras. Y por supuesto es fundamental dejar de esquilmar sus stocks pesqueros. Así como la creación de un santuario marino en el oeste de África, dentro de una red internacional de santuarios que permita la reproducción y desarrollo de las especies marinas, al margen de la sobreexplotación industrial. Con todo esto podríamos mejorar la situación de las comunidades costeras y disminuir el drama de la emigración. Si estas medidas quedan fuera de tu alcance, puedes optar por consumir pescado sostenible y de temporada y evitar el que procede de aguas africanas.
Desafortunadamente, la sobrepesca no es el único problema medioambiental de África. Nuestro viaje no termina aquí. En el próximo artículo viajaremos hasta Ghana para mostraros cómo parte de nuestros residuos tecnológicos acaban contaminando y empobreciendo este país y reflexionar sobre la gestión de residuos en este fascinante continente. ¿Nos acompañas?