Cuando gobernantes y representantes políticos no sólo no solucionan los problemas de la gente a la que dicen representar, sino que además son el principal problema por los intereses ocultos —y no tan ocultos— que acarrean en su larga vida política sin una organización social capaz de tumbar y pisotear los privilegios de los que gozan a nuestra costa, los ciudadanos estamos entre estancados y jodidos o, más bien, un mucho de ambas. Especialmente si la orfandad de todo un grupo social se alarga en el tiempo por la traición de quien previamente dijo defenderlo frente a lo mismo que ahora reproducen.

La subida del precio de la luz ha pasado semanas siendo noticia por un continuo récord batido, incluso día tras día, que han acabado pagando familias cuyos ingresos son irrisorios y otras que, aun sin tener unos ingresos tan bajos, no deberían verse obligadas a pagar cantidades infladas por las ganas de mantener el inmenso patrimonio de unos pocos que hacen negocio a costa de las necesidades de todos los españoles. Aquí ya no hablamos de la poca accesibilidad a recursos de primera necesidad de las familias más pudientes, sino de lo injusto e inmoral del acto que supone enriquecerse a costa de algo tan necesario como la luz. Y eso que estamos dejando de lado la vivienda, el agua o el gas, elementos —entre muchos otros— necesarios para seguir produciendo y trabajando y así poder permitirnos algunos lujos como comer, independizarnos antes de los 35 o alguna locura como poder comprarnos ropa.

Todos aquellos, alejados de las realidades que se viven más allá del centro de las ciudades más importantes del país demuestran la burbuja en la que se desenvuelven y lo poco que salen de su barrio cuando llega el frío y ni si quiera llegan a pensar, por un momento, en quienes no tienen luz desde hace más de un año, como en la Cañada Real, o en los cientos de asentamientos de chabolas informales a lo largo del país a los que, por precisamente no respetar su derecho constitucional de acceder a una vivienda, no llegan los servicios básicos y se ningunean con una legitimidad aterradora.

Fuegos artificiales en la Cañada Real con motivo del año nuevo mientras sigue cortado el suministro eléctrico que deja sin luz a los vecinos.
Foto: DAVID EXPÓSITO

Era a principio de noviembre cuando llegaba el frío a nuestras fronteras y se metía hasta el fondo de nuestras casas. Cuando comenzaba esa temporada en la que apagar las luces, la calefacción o racionar el gas para cocinar se hace insoportable. Cuando la vergüenza de pedir al vecino o familiares y a toda una red creada a raíz de la precariedad acecha de nuevo. Realidades que les son completamente desconocidas y que no se imaginan ni de lejos, convertidas en algo cotidiano por la falta de unos derechos que nos permitan ser personas. Realidades que esconden lo más crudo de la vida, la impotencia, las lágrimas de quien, por mucho que se esfuerce, no puede salir de un pozo creado y justificado a través de la meritocracia que encierra y culpabiliza a todos aquellos no consiguen lo mismo que el que nació con un techo asegurado de por vida. Por ello, cada vez que la organización social da sus frutos, ponen a funcionar toda una maquinaria prendida por un miedo que les atraviesa de forma momentánea por sentir que existe la posibilidad de sufrir lo mismo que la mayoría de nosotros llevamos aguantando toda la vida. Un miedo que esconde, muy en el fondo, el reconocimiento del daño creado a conciencia y movido por querer inflar sus bolsillos pisoteando cualquier atisbo de dignidad que les pudiera quedar.

A todos los que producís con vuestras políticas, mecanismos e instrumentos semejantes realidades, lo único que os deseo es que llegue el día en el que, además de enfrentaros a ver la miseria que creáis, hayáis de sufrir la rabia de quienes llevan décadas pisoteados y ahogados por vuestra ansia de haceros cada vez más ricos. A aquellos con ganas de besar la bota del que pensáis que os hará dueños de la empresa, que oprimís de la forma más ruin, continua y despreciable posible, os llegue el día en el que lidiéis con todo el odio y crispación creada. A todos vosotros, con nombres y apellidos y no entes abstractos escondidos tras una clase social, tan humanos como a los que oprimís, criminalizáis, despreciáis y de los que os reís tras un escudo artificial, también os estará esperando la justicia que, sobre vosotros, se aplicará. Temblad, porque pagaréis por vuestras infamias.

2 Comentarios

  1. Lucecitas de colores para el disfrute de las minoritarias élites.
    Ya podrían dedicar esos inflados presupuestos para los diferentes bancos de alimentos y la lamentable pobreza energética con el encarecimiento conocido para llenar los bolsillos de las puertas giratorias.
    Mafianistán no tiene remedio.

  2. Muchas gracias por éste artículo que me llega al centro de mi ser. Vuelvo a reclamar una prueba de la capacidad de empatía para cualquier político/a al presentarse en una elección. És fàcil detectar la locura en una persona para una especialista de categoria. ? Porqué no plantean Ustedes tal cuestión en vez de lamentarse con razón de las consecuencias.

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