Según el Centro de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) norteamericano en su última actualización (30 de agosto) teníamos 49 974 casos de viruela del mono, de los cuales 49 531 (el 99,11 %) se han declarado en países no considerados previamente zonas endémicas. El 13,1 % de los casos (6 543) se han declarado en España (Argentina, 133; Brasil, 4 493; Chile, 344; Colombia, 273; Ecuador, 44; México, 386; Peru, 1 463).
El último informe de situación del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES, dependiente del Ministerio de Sanidad español), emitido también el 30 de agosto, cita que se han detectado en la Unión Europea y Reino Unido 15 335 casos. Por tanto, España habría reportado un 43 % de los casos europeos, con el doble de diagnósticos que el siguiente país en incidencia en Europa, Alemania.
¿Por qué esas cifras en España?
Nuestra capacidad de diagnóstico es buena, por lo que es posible que en otros países haya una incidencia similar pero no se detecte tan eficazmente. Dado el estigma que crea la enfermedad y su modo de transmisión, igual que ocurre con las enfermedades de transmisión sexual (sífilis, gonorrea…), es probable que el número de infecciones sea mayor que lo que reflejan los datos disponibles, sobre todo en países menos tolerantes o con menor capacidad diagnóstica.
Si atendemos a la evolución que registra epdata, la agencia de datos de Europa Press, se mantiene una acumulación de casos constante durante el verano. En el mes de julio se declararon en España algo más de 3 000 afectados y en lo que llevamos de agosto, otros 3 000.
Cabe esperar que este goteo de 100 casos diarios se mantenga durante un tiempo, salvo que la contención de brotes se realice de forma más eficaz. Madrid lidera la incidencia acumulada de las comunidades autónomas, con 2 249 casos acumulados, casi un tercio del total.
Aprobación de la vacuna
El 22 de agosto, la Comisión de Salud Pública publicaba la última actualización sobre recomendaciones de vacunación en el brote actual de viruela del mono. Las vacunas previamente aprobadas frente a la viruela humana y que son eficaces para prevenir la infección frente a este virus son Imnavex y Jynneos (se trata de la misma fórmula, pero el nombre varía en función del fabricante).
La vacuna es un virus vaccinia Ankara modificado. ¿Qué significa esto? Ankara es el nombre de una estirpe del virus vaccinia que se ha utilizado como vacuna viva; y vaccinia, el virus de la viruela de las vacas (vacuna) que Jenner utilizó desde finales del siglo XVIII para inmunizar frente a la viruela humana, dada la inmunorreactividad cruzada entre ambos virus, que también aprovechamos ahora para la viruela del mono.
En la vacuna Imnavex, de tercera generación, este virus está modificado mediante la eliminación de un fragmento de su genoma que impide su replicación, si bien sigue siendo inmunogénico.
La ventaja de esta vacuna respecto a las clásicas es que se puede administrar en inyección subdérmica en lugar de hacerlo mediante escarificación, operación que generaba en la piel del vacunado en el antebrazo o muslo una cicatriz característica. Nos es familiar porque la hemos visto en las personas mayores de 50 años, ya que hasta la década de los 70, previa a la erradicación de la enfermedad, la vacuna se administraba a toda la población.
Por contra, tiene el inconveniente de que requiere dos dosis –con una separación de 28 días– y dado que la disponibilidad es escasa, se está estudiando rebajar la dosis para poder vacunar a más personas de riesgo con la pauta completa. Se estima que una dosis solo confiere un 30 % de protección, mientras que la pauta completa alcanza el 80 %.
En cuanto a su seguridad, debemos recordar que, gracias a generaciones previas de este tipo de vacunas, en 1979 se erradicó la viruela humana. Se trata de vacunas eficaces y seguras. Al existir reservorios animales, en el caso de la viruela del mono no se puede plantear una erradicación, pero sí son herramientas imprescindibles para el control de los brotes.
¿A quién va dirigida?
Tampoco está justificada una vacunación universal, puesto que el riesgo de transmisión en la población general hasta ahora es muy bajo.
Salvo que el virus evolucione a medio plazo a formas más transmisibles de manera indiscriminada en la población, similar al caso de la extinta viruela humana, que se transmitía prácticamente igual que una gripe, no se contempla ese escenario.
La disponibilidad de vacunas es aún limitada y hay dos pautas de vacunación: preexposición y postexposición. En el primer caso se aplicaría a personas de riesgo, especialmente quienes realizan habitualmente prácticas sexuales de alto riesgo (hombres que tienen sexo con hombres, en función del grado de promiscuidad), o al personal sanitario o de laboratorio con altas probabilidades de exposición a los pacientes o muestras. En el segundo caso, a cualquier persona que alegue contacto estrecho con un positivo o sospechoso, priorizando inmunodeprimidos, mujeres gestantes y niños.
¿Evita la transmisión o se centra en los síntomas?
Una vez más, aprenderemos sobre su eficacia en la fase de farmacovigilancia, es decir, recogiendo datos de las personas vacunadas. En principio no es una vacuna esterilizante (es decir, no evita el contagio), pero sí elimina la sintomatología y reduce eficazmente la carga viral, dificultando la transmisión.
En comparación con las vacunas de covid-19, no será necesaria una actualización periódica del contenido antigénico, porque no se prevé que este virus pueda mutar para evadir fácilmente la inmunidad generada. Es decir, al contrario que en el SARS-CoV-2, no esperamos que se formen variantes rápidamente que escapen a la inmunidad de la vacuna. Este fármaco contiene todo el virus, no solo el antígeno principal (o sus genes), como en el caso de la covid, por lo que la memoria inmunitaria que genera debería ser más robusta.
Se ha optado por extraer 5 dosis de cada vial. ¿Es una buena decisión?
Esa información está explicada con detalle en el informe de Sanidad. La decisión se basa en los estudios de un ensayo clínico (IMVAMUNE) realizado con algo más de 500 personas. Aunque no se estudió la inmunidad celular –solamente los títulos de anticuerpos–, el estudio demuestra que la administración intradérmica de dos dosis de 0,1 mililitros (mL) de la vacuna es igualmente inmunogénica que las dos dosis de 0,5 mL preestablecidas por vía subcutánea. Esto potencialmente permite estirar las dosis disponibles para llegar a inmunizar a cinco veces más personas. Aunque, aprendemos sobre la marcha, en principio es un decisión que permitirá aumentar la cobertura en la población diana.
Este artículo fue publicado previamente por la Oficina de Transferencia de Resultados de Investigación (OTRI) de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).
Víctor Jiménez Cid – The Conversation