El presidente yemení, Abed Rabbu Mansour, ha anunciado esta mañana el registro de cinco nuevos casos de COVID19. Por el momento, a pesar de los esfuerzos por detener la pandemia, los tests son exiguos y los casos aumentan sin control. De este modo, según el gobierno de Yemen el número de infectados se eleva a 25 y hasta ahora, 6 muertos y 4 recuperados. Sin embargo, la ONU, a través de los datos reportados por las ONG’s, afirma que según las últimas cifras, Yemen tiene 184 casos y 30 muertes.
Paralelamente, Abdul-Malik Al-Houthi, ha señalado que los países de la coalición saudíta han intensificado los bombardeos contra Yemen. “El asedio a la luz del coronavirus significa que las garantías sobre la detención de la guerra y el bloqueo eran un paso hacia atrás para volver a atacarnos, pero recibirán la respuesta adecuada”.
A finales de 2019 Amnistía Internacional aseguraba más de 233.000 yemeníes “habrían perdido la vida por culpa de los combates o de la crisis humanitaria”, 16 millones en riesgo de desnutrición y según las Oficinas del Alto Comisionado de la ONU desde 2015, más de 20.000 civiles han muerto por ataques militares.
Jens Larke, de la ONU, afirmó este viernes pasado que “en este momento, Yemen se encuentra al borde del precipicio. La situación es extremadamente alarmante, y hablan de que el sistema de salud está colapsado. Dicen que tienen que rechazar a la gente porque no tienen suficientes equipos para suministrarles oxígeno. Tampoco tienen suficiente equipo de protección personal”.
El conflicto de Yemen no muestra indicios reales de remitir. Seis años ya y civiles de todo el país siguen, más que nunca, sufriendo. A los ataques, que atentan contra todo derecho humano, se le suma el coronavirus. Pocos o ningún organismo internacional se está pronunciando contra los crímenes de lesa humanidad. Los que lo hacen, como la ONU, pocas o ninguna esperanza aportan para el país yemení.